En 2022, crítica y público convirtieron al escritor leonés Óscar García Sierra (1994) en la voz de una generación. Su primera incursión en la narrativa, Facendera (Anagrama), una novela sobre el arte de contar historias, captó el desencanto juvenil del León postindustrial, y con él el de una parte de la España vaciada en proceso de desmantelamiento y sin atisbos de reconstrucción.
Ahora, García Sierra "se hace mayor" con su segunda novela, Ropa tendida (Anagrama), un libro más maduro y redondo que funciona como la continuación de aquel primer acercamiento a un universo que ya ha hecho propio. Un retrato intergeneracional de un mundo que se resiste a morir en la esquina de un sucio y oscuro after, condicionando la vida de sus habitantes, atrapados en un estado de decadencia integral.
En Ropa tendida, una familia emocionalmente disfuncional hace lo posible por sobrevivir a una tristeza estructural, cuyo origen parece perderse en el principio de los tiempos. Entre La Robla, Pola de Gordón y León ciudad transcurre la mayor parte de esta historia ambientada en el día después de la demolición de las torres de la central térmica de La Robla. Un escenario de tintes apocalípticos, marcado por la omnipresencia del polvo naranja en suspensión que ha dejado la destrucción del último símbolo de su pasado industrial.
"Empecé a escribir Ropa tendida justo cuando salió Facendera, pensando: 'No vaya a ser que sea una puta mierda'. Luego fue muy bien y ahora el camino es a la inversa. Ya me he acostumbrado a tener un buen feedback, así que como todo el mundo me empiece a decir que es una mierda va a ser un bajón, tendré que ponerme a escribir otro para compensar, y así eternamente", cuenta medio en broma, medio en serio Óscar García Sierra en conversación con El Independiente.
Ojos grandes y mirada tímida, la inseguridad que admite contrasta con la aparente tosquedad de sus múltiples tatuajes en cuello y nudillos, entre los que se puede leer la palabra Llión (León en asturleonés) en uno de ellos. "Con lo que es la propia escritura no me siento tan expuesto, más con las entrevistas y todo el proceso de hablar de ello. Con la escritura siempre puedes jugar a que no es verdad, aunque sepan que sí lo es, siempre tienes un comodín. En cambio en las entrevistas tienes que explicarte sin mentir, te metes en terrenos un poco pantanosos, con tema drogas, familia y demás asuntos problemáticos", confiesa el autor de Ropa tendida.
Drogas y literatura
Como ya hizo en Facendera, en su continuación más adulta García Sierra vuelve a introducirse en ambientes donde el consumo de drogas se vive desde una perspectiva marcadamente experiencial. Ya no están los antidepresivos en el formato eufemístico de "ladrillos", ahora abundan las múltiples formas y nombres de la cocaína: farlopa, perico, pollos y rayas, y esa "ropa tendida" que deja a su rastro.
Las drogas en la ficción casi siempre se abordan desde el misterio, el peligro y lo prohibido, y terminan adoptando un engañoso toque glamuroso. Pero tener la nariz taponada por mocos y sangre, aguantarse las arcadas de la abstinencia o embarrar la vida normal con su consumo no tiene nada de glamuroso.
"Supongo que los hay, pero yo personalmente no he leído muchos libros en los que aparezca lo que pasa en los afters o ese tipo de ambientes, y en este se tocan todos los palos, en casas, en bares, en discotecas. Me parece muy guay reproducir el tipo de conversaciones que se dan, la gente a la que ves, la perspectiva que tienes de cuando estás ahí. Con la distancia hay veces que se te parece como que estás en una película, y al mismo tiempo puede ser súper cutre", asegura su autor.
La tristeza heredada
"Crecer es como una carrera a ver quién se da cuenta antes: tú de qué tus padres nunca han sido felices, o ellos de que tú no vas a serlo nunca", se puede leer en Ropa tendida. Si en su anterior novela se basaba en la vida desencantada de los jóvenes de su pueblo, en su último libro Óscar García Sierra se centra en el carácter "hereditario" de la tristeza. Una tristeza que se puede ver en Isidorín, un exminero jubilado que estudia ruso y vive totalmente aislado de su familia, "el típico padre que veo en mi pueblo, un poco inepto sentimental que se aburre y no sabe qué hacer con su vida". También en su mujer, Milagros, una señora que compensa las frustraciones de un matrimonio infeliz y la llegada de la vejez, tratando mal a sus compañeras de trabajo e intentando ligar a la desesperada con el profesor de bachata de la residencia donde trabaja.
En la generación posterior, Xairu, el hijo, está a punto de cumplir cuarenta años, es adicto a la cocaína, no tiene empleo, está metido en un partido de ultraderecha y maltrata a la mujer de la que se supone que está enamorado. En el caso de las otras dos protagonistas femeninas que completan este retrato coral, Tania Tamara y la Juli, hermana y novia de Xairu, respectivamente, huyen cada una a su manera y con diferente resultado del ambiente opresor que significa para ellas el pueblo. La primera es una suerte de alter ego del autor, en cuya persona manifiesta la relación que guarda con la escritura y el trabajo. En la Juli, a la que le dedica la segunda parte del libro, realiza el retrato de una mujer que termina normalizando relaciones abusivas con hombres emocionalmente incapacitados.
"No quería escribir otro libro sobre gente joven. El salto, al menos por lo que he visto en mi pueblo, está entre lo que sería Isidorín y su hijo. Porque hay una generación que se jubila por los pelos y más o menos hicieron algún apaño. Y luego están los que ahora tienen cuarenta y tantos, que a lo mejor entraron muy jóvenes a la mina o a cualquiera de los otros sitios que cerraron después y no llegaron a pillar la prejubilación. Esos sí que se han quedado flotando", explica García Sierra.
El universo único de Óscar García Sierra
Ropa tendida establece una simbiosis perfecta entre un relato envolvente y el impacto de reflexiones que apelan tanto al sentimiento como al pensamiento. Sus personajes son tan despreciables como tiernos, y te involucran en una historia que terminas sintiendo como propia. Existe en su lectura una empatía basada en el principio de que todos vivimos bajo el mismo techo a punto de derrumbarse y que las elecciones erradas pueden ser tan comprensibles o más que las acertadas.
Con el poso poético que ya demostró en su poemario Houston, yo soy el problema (Espasa, 2016), el escritor leonés ha retomado lo que empezó a crear en Facendera, añadiéndole capas y construyendo un universo único en el que el León post industrial puede ser un escenario tan literario como cualquier otro. Además, con más mérito aún, lo consigue evitando caer en juicios morales y maniqueísmos aleccionadores.
"Hay gente que es pesadísima con manifestar su opinión y hacerla saber en todo momento, en lugar de exponer unos hechos y dejar que el lector juzgue por sí mismo. No puedes tirarte 40 páginas diciendo por qué esto está bien o mal. Basta con presentar los hechos, ver el ambiente, cómo está la gente y que cada uno saque las conclusiones de por qué están así. No puedes dar al lector tu opinión masticada", asegura el escritor leonés.
En defensa del leonés
Aunque sí que reconoce "haber perdido los estribos", cuando en el libro se habla de crear una asociación en defensa del castellano y se critica ese "idioma inventado" que es el leonés ("como si no todos los idiomas fueran inventados"). "Seguro que fue porque vi algo en Twitter y me puse de malas", se justifica. Óscar es lingüista y, como leonés, no permite que se ataque la riqueza de su lengua ni en sus propias novelas.
"Hablas con gente por ahí de zonas en las que ya se ha perdido el asturleonés y cala más el discurso que pueden decir cuatro fachas sobre que es un idioma inventado, que el trabajo que están haciendo instituciones como el Instituto Leonés de Cultura, la Universidad de León y mil asociaciones como la de Facendera pola Llengua, que hacen un trabajo de la hostia para que se conserve, pero no llega porque esas personas no quieren", se queja García Sierra.
El autor habla de las incongruencias que se dan en su tierra, donde la gente es muy leonesista, pero al mismo tiempo hay mucha gente de derechas que reniega del idioma y las tradiciones. Una contradicción que quedó patente cuando, hace unos meses, se aprobó una moción a favor de la autonomía leonesa con los votos de PSOE y Unión del Pueblo Leonés (UPL) y la oposición de Vox y PP. "Muchos se alegraron de que saliera la autonomía leonesa pero no tanto porque la hubieran sacado adelante los otros, fue un choque raro. Es algo que veo en familiares y amigos de derechas, que dices: 'Joder, no sé, tienes que cuadrar algo ahí'".
Contra las expectativas
Aun así, la política no es uno de los temas sobre los que se ve escribiendo, de hecho es un asunto que sobrevuela sin demasiado protagonismo su obra. Prefiere hablar de causas y consecuencias, y que el efecto de estas se intuya de fondo, de hecho no se ve capaz de ponerse a escribir un libro 100% político. "Seguramente no podría escribir ni 100 páginas", reconoce.
Ya demasiado tiene con desembarazarse de esa etiqueta de "voz de una generación" y sobrellevar lo que supone equilibrar la balanza entre las expectativas y la realidad tras el éxito que tuvo su prometedor debut. No tanto por lo que digan los demás, sino por el relato que pueda darse después a sí mismo.
"Necesito que se pase el rollo este de la publicación y ya verlo con perspectiva, porque ahora, por ejemplo, veo Facendera y no me parece ni la mierda que era cuando salió antes de que saliese ni lo maravilloso que me parecía cuando me lo decían en las entrevistas. Ahora simplemente veo las cosas buenas y las malas y digo pues no era ni un desastre ni era la polla. Pero bueno, está ahí y supongo que con este pues no pensaré ni que es una mierda absoluta y veré los fallos sin agobiarme... Digo yo", sentencia, como al inicio, dudando.
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