La visión que hay de las celebrities a día de hoy está llevada al extremo: nos interesa exprimir al máximo a estas personas que vemos en la televisión, que escuchamos en la radio y que hemos llegado a ensalzar a una categoría casi divina. Y, en este jugo resultante nos encontramos con un ínfimo dato personal que seguro ha pasado por alto aquel que no sea forofo de la lectura. Queremos y demandamos conocer qué están leyendo estas, en su mayoría, mujeres.
Desde que en 1996 la periodista y presentadora estadounidense Oprah Winfrey empezara un club de lectura a modo de sección en su programa The Oprah Winfrey Show, estas reuniones literarias encabezadas por celebrities han evolucionado hasta llegar a las redes sociales. Estas cuentan con el enganche particular propio de toda plataforma en que la línea de cercanía con el famoseo está desdibujada: si Dua Lipa comparte una publicación recomendando una lectura, el verla me hará pensar que la cantante quiere que (yo) me lea ese libro en concreto. Y, si el hacerlo me asegura un espacio de debate con otras miles de personas que lo han leído o incluso la ínfima posibilidad de que la propia Dua Lipa pueda leer mi reseña, mejor.
Es la última moda. En 2022, The New York Times buscaba con ahínco al "notorio estilista de libros de las celebridades", aquel que proporcionaba libros a modelos como Kendall Jenner para que estos aparecieran en sus publicaciones como un complemento más. Frente a esto, otras muchas sacaron las garras: son famosas, llevan vestidazos y sí, también leen. ¿Qué hay de malo en ello?
Alejarse de lo mainstream para acercarse a la realidad
Hace un par de meses, 15 mujeres acudieron a un local en Manhattan para asistir a un club de lectura. La entrada había sido de 70 dólares. Allí las recibiría Lizzy Hadfield, una popular influencer británica que, además, está a cargo de Buffy's, un conocido club de lectura que reúne a casi 30.000 seguidores en Instagram. Desde su creación en abril del año pasado, Buffy's reúne tertulias mensuales en Nueva York y Londres, así como discusiones virtuales en Substack. Hadfield ha aprovechado su plataforma para hacer la labor más humana y sincera del mundo: recomendar y hablar de libros.
Acceder al club es gratuito: solamente necesitas una dirección de email para poder comentar y formar parte del debate. Una vez dentro, Buffy's es tu límite. Cada mes recibirás una notificación del libro a reseñar a lo largo del mes, pero no habrá nada que te obligue a hacerlo. Si te llama la atención, lo lees y escribes sobre ello. Si no, no pasa nada, ya habrá otro libro el mes siguiente. Y, aunque no goce de la prerrogativa de la conversación cara a cara (a no ser que vivas en una de las dos ciudades y estés dispuesto a pagar por ello), suple las necesidades de cercanía.
Pese a poder fardar de una creciente popularidad ligada a la persona que mueve los hilos de estos clubes de lectura, estas comunidades literarias encuentran su éxito en los libros que recomiendan. Frecuentemente, estas historias permiten abordar temas de activismo social, ya sea de igualdad de género o problemas medioambientales y, en su mayoría, son novelas escritas por mujeres (Buffy's lee este mes de febrero Simposio, de la escocesa Muriel Sparks). Para algunos de los miembros del club de Hadfield, esta selección está hecha por "alguien que tiene gusto y que ha demostrado saber de libros. No son romances tontos o libros virales en TikTok", subrayando su intención de alejarse de lo mainstream y disfrutar del nicho. En otoño, Hadfield explicó que, pese a ser una "grandísima autora", no leerían Intermezzo, la nueva novela de la popular Sally Rooney. ¿La razón? La autora "no necesita vender más copias y, de todas formas, suficientes personas buscarán ese libro y lo leerán".
La literatura más celebrity
En 2016, la actriz que inmortalizó a Hermione Granger en la saga de películas británicas Harry Potter, Emma Watson, creó en Goodreads, una plataforma de seguimiento literario, Our Shared Shelf, un club de lectura nativo digital en el que la actriz y Embajadora de la ONU animaba a leer según qué libros en conjunto. La actriz lo explicaba así: "seleccionaremos y leeremos un libro cada mes para, más tarde, poder discutir sobre ello la última semana del mismo. Publicaré algunas preguntas o frases para ir empezando, pero me encantaría que esto escalase hasta el punto de conversación entre vosotros también". Pese a su cierre en 2019, Our Shared Shelf mantiene 334.000 seguidores en Instagram.
El que sí se mantiene (y cada día es más viral) es Service95, el club de lectura fundado por la cantante y activista Dua Lipa. La artista, acostumbrada a mostrar qué estaba leyendo en sus redes sociales, lanzó el grupito en 2021 y, ahora, puede fardar de contar con más de 400.000 seguidores en Instagram. Empezó siendo un espacio de colegueo para escalar a lo que es a día de hoy: un medio de comunicación al completo. Manteniendo su aura literaria, Service95 promueve conversaciones sobre sostenibilidad y bienestar, recomendando ensayos como El planeta inhóspito, de David Wallace-Wells, y creando un podcast sobre activismo en el que la cantante demuestra su profundo conocimiento por la obra recomendada. No es un club de lectura, es una invitación a la reflexión.
Sin embargo, es el de la oscarizada Reese Witherspoon el más popular de los clubes de lectura, con más de 3 millones de seguidores en Insstagram. Reese's Book Club encuentra su éxito en las lecturas elegidas: escritos exclusivamente por mujeres y que abordan temas como la identidad femenina o la superación personal. Muchas de las obras recomendadas por la actriz terminan por ser adaptadas a películas o series de televisión producidas por su compañía.
Pese a que a que esta tendencia esté intrínsecamente unida a las celebrities, marcas de moda como Miu Miu han organizado clubes literarios como campañas de marketing que buscan unir hobbies y consumismo. Buffy's también ha sido culpable, ojo, organizando un salón literario en Nueva York con la compañía estadounidense de moda J. Crew. Parece que hay que vestir a aquellos que leen.
Estos nuevos clubs digitales podrían parecer en su esencia elegantes y exclusivos, al asociarse a personalidades cuya huella digital está protagonizada por el lujo y la ostentosidad, pero nada más lejos de la realidad. Puede que detrás de un club de lectura o una leve prtada que se deja ver en la esquinita de algún storie esté la ambición de una estrella que busca ganar fama a través del capital cultural, pero también puede haber un interés o una implicación sincera. Aquí no hay perdedores: autores y celebrities ganan difusión, y lectores un empujón literario necesario como agua de mayo, en un mundo en el que la atención y la concentración están a esperas de la muerte.
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