Iba con guantes y bufanda incluso en agosto. Para tocar el piano se sentaba en una silla con patas inclinadas hecha por su padre y canturreaba de forma exagerada. Glenn Gould, uno de los pianistas más importantes del siglo XX, pionero de la música digital, fue un atípico desde niño.
En una de sus primeras fotos como estudiante de pianoforte, encorvado, a los 12 años, aparece con su perro apoyándose encima de él y un periquito sobre la partitura. “Era un iconoclasta, a veces tenía unos aspectos circenses pero no era un excéntrico sin causa”, dice a El Independiente Carmelo Di Gennaro, musicólogo y productor cultural, autor de Glenn Gould. La imaginación al piano (Fórcola). Una retrato del artista y de su imaginación creativa que acaba de publicarse en España.
Intérprete, compositor y creador de programas radiofónicos y experto montador. Cuando nadie se atrevía, Gould abrazó la música de Bach y la contemporanea música dodecafónica, rechazando la gran tradición romántica del pianoforte de Schumann, Schubert, Beethoven, Chopin o Mozart. No sin controversia, dijo que su autor favorito era el poco conocido compositor inglés Orlando Gibbons, del siglo XVI.
“Gould sabía tocar el piano de una forma tan especial que con el toque de sus dedos podía hacer escuchar cada línea del contrapunto de Bach. El pianoforte romántico es más mezclado y confuso. Una música que no podía soportar porque perdía el control de las línea de la partitura”, explica Di Gennaro.
Adiós a los conciertos
Pero a la fama de este pianista canadiense contribuyeron tanto su talento como su imprevisible carácter. En 1974 dejó las actuaciones en directo para dedicarse exclusivamente a la grabación en estudio. “Sus montajes eran obsesivos hasta el mínimo detalle. A veces cortaba y pegaba solo una nota o un grupo de notas porque le habían parecido mejores que las que se habían grabado en la toma anterior”, dice Di Gennaro.
Pocas figuras como Gould han contribuido a la democratización de la cultura musical
“Más allá de las extravagancias, en toda su actividad hay una coherencia. Gould elaboró una pedagogía musical muy avanzada. Rechazaba la vida de los grandes virtuosos del pianoforte”. A Gould los conciertos les parecían un circo, con un público más interesado en juzgar la performance del artista que en el auténtico placer de disfrutar de la música. “Decidió abandonar los teatros para las salas de grabación porque consideraba que los discos ayudaban el oyente a centrarse sobre los verdaderos valores musicales”, apunta di Gennaro.
Según este musicólogo italiano, hoy nadie tiene la sensibilidad de Gould. “Primero porque la mayoría de los discos de música clásica que se publican son grabaciones de actuaciones en directo. Para Gould la creación de un disco en estudio era un evento complicado y creativamente muy intenso. En la historia de la música hay pocas figuras como Gould, que hayan contribuido tanto a la democratización de la cultura musical”.
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