Resulta más que divertido leer ahora, 32 años después, la crónica que la revista Heavy Rock publicó del primer concierto de Metallica en Madrid -segundo de su historia en España tras el del día anterior en el Palau dels Esports de Barcelona por 1.600 pesetas- un ya lejano 18 de enero de 1987: "No creo que Metallica sean o signifiquen la nueva era del heavy metal. Mala salida tendría el género, sería un callejón sin salida".
Así de categórico resumía el cronista lo que habían presenciado él y las otras 2.000 personas congregadas en el viejo Pabellón del Real Madrid en el Paseo de la Castellana. Y resulta divertido leer eso ahora porque, en pleno 2019, Metallica no solo es un nombre esencial de la cultura popular de nuestro tiempo mucho más allá del heavy metal, sino que está a punto de dar los dos recitales más grandes y multitudinarios de sus 38 años de vida en nuestro país.
El cronista patinó dramáticamente en su pronóstico, aunque concedamos que no resulta fácil vaticinar el futuro por mucho que tengas ante ti a cuatro veinteañeros sudorosos e hipervitaminados presentando Master or Puppets (1986), uno de los discos más rotundos y mitificados del heavy metal -o rock durísimo, o thrash metal o como cada cual quiera etiquetar-. Un disco cuya vigencia e influencia no ha hecho sino aumentar lustro a lustro desde entonces.
Y es que, vale, era mucho imaginar en pleno 1987, cuando España aún seguía luchando por abrirse a las grandes giras internacionales, que en 2019 Metallica volvería para actuar ante 68.000 personas en Madrid -3 de mayo en IFEMA Valdebebas- y otras 55.000 en Barcelona -5 de mayo en el Estadio Olímpico-. Pero la realidad siempre supera a la ficción, ¿no? Hablamos de cifras abrumadoras que son, hay que reiterarlo, las más abultadas en nuestro país de la larga andadura de un grupo que vive ahora un momento de popularidad incomparable. Más que una saludable madurez, toda una insolente segunda juventud.
De hecho, las 68.000 entradas para la cita capitalina se agotaron en apenas cuatro semanas, hace ya siete meses, a pesar de que los precios oscilaban desde los 95 (general) hasta los 140 euros (golden circle). Números mareantes, cajas registradoras que echan humo y una locura colectiva relativamente inesperada por un grupo que, desde poco después de su fundación en 1981, pasó a formar parte de manera perpetua de la realeza metalera. Pero que no siempre ha tenido semejante poder de convocatoria pues, como procede en todo periplo de largo recorrido, el grupo ha vivido salvajes altibajos.
28 conciertos en España
Comandados siempre por los fundadores Lars Ulrich y James Hetfield -ambos con 55 años-, Metallica debutó en España en 1987 con la gira de Master of Puppets, su tercer disco y último grabado por el añorado bajista Cliff Burton, fallecido meses antes en un accidente del autobús de gira del grupo en Suecia y reemplazado rápidamente por Jason Newsted. Los fans españoles, por tanto, se perdieron los tours de Kill 'em all (1983) y Ride the lightning (1985), pero se arrojaron a los brazos de Metallica en cuanto pudieron en aquellos ochenta de furor guitarrero y melenazas al viento.
Siguieron después otras visitas progresivamente más multitudinarias en los mejores años de la primera etapa de la banda. Primero, en 1988 presentando ...And Justice for All por Pamplona (Plaza de Toros), Madrid (Rockódromo de la Casa de Campo) y Barcelona (Plaza de Toros Monumental); y después en septiembre de 1991 para aquel Monsters of Rock con AC/DC en el Olímpico de otra vez Barcelona ante 45.000 fans -cantidad que superarán este año-. Más frenesí aún en 1992 volviendo de nuevo a Barcelona (Palau Sant Jordi en este caso) y debutando en el Velódromo de Anoeta de San Sebastián, rematando al año siguiente la conquista con un recordado recital el 18 de junio de 1993 en el Estadio del Rayo Vallecano.
En Vallecas ponían fin a la presentación de su quinto disco, de título homónimo aunque conocido como Black Album (1991). El cierre de la primera etapa, el punto de inflexión, el trabajo que les convirtió en superestrellas más allá de los círculos metaleros, el que aseguró su jubilación y el que, de hecho, propició su resplandeciente y millonario presente. El himno Enter Sandman, clásico atemporal del rock más mastodóntico, fue la guinda que les aseguró una inmortalidad que ya tenían bien ganada de antemano... aunque se avecinaban años difíciles.
Porque, durante el reinado del grunge, el cuarteto decidió cortarse las melenas, ponerse trajes y cambiar su sonido con el álbum Load (1996). Y se lió pardísima con división de opiniones en los tendidos. Hubo deserciones, aunque también nuevas incorporaciones a la familia, de manera que más allá de polémicas estéticas, Metallica apenas perdió músculo en vivo y regresó a España en septiembre de aquel año a San Sebastián (Anoeta), Madrid (Estadio de La Peineta) y Barcelona (Palau Sant Jordi).
Hubo una relativa reconciliación con los suyos al lanzar Reload (1997) y el disco de versiones Garage Inc (1998). Se volvieron a dejar el pelo un poco más largo -aunque parezca irrelevante, no lo es- y regresaban a nuestro país para sus siempre fiables actuaciones en Barcelona (otra vez en el Sant Jordi), Madrid (Festimad) y Vigo (Parque de Castrelos). La mala noticia de aquel verano de fin del milenio fue la cancelación a ultimísima hora en Gijón, provocando los inherentes altercados por el cabreo generalizado.
El siglo XXI empezó con la formación al borde de la separación -todo ello registrado en el estupendo documental Some kind of monster de 2004-, ambiente que se reflejó en la ira desatada de St Anger, otro álbum con opiniones encontradas. Para presentarlo, regresaba Metallica a nuestro país en junio de 2003 al Estadio Olímpico de Barcelona -unas 25.000 personas- y La Peineta en Madrid -otras 25.000-, para volver en una segunda vuelta en 2004 a La Romareda en Zaragoza -alrededor de 30.000-.
Aunque sus discos no acompañaban y estaban a años luz de sus cinco primeras entregas, en vivo James Hetfield (voz), Lars Ulrich (batería), Kirk Hammett (guitarrista) y el recientemente fichado Robert Trujillo (tercer bajista) seguían siendo una garantía. Pero corrían el riesgo de convertirse en un acto nostálgico y muerto en vida, si acaso no lo estaban ya en cierta medida. Así lo demostraron sus siguientes visitas sin nada nuevo que ofrecer a los lucrativos festivales patrios, entonces aún incipientes, como el Bilbao BBK Live en 2007 y el Electric Weekend de Getafe en 2008.
La resurrección
El grupo, en cualquier caso, estaba a punto de renacer creativamente y, cinco años después, ponían sobre la mesa su noveno disco, Death Magnetic (2008), recibido con aplausos generalizados. Una pequeña gran sorpresa a estas alturas. Seguros de sí mismos al presentar por primera vez en mucho tiempo un material verdaderamente convincente, salieron a la carretera a recuperar terreno, como pudo verse en julio de 2009 en Barcelona (Sonisphere Festival) y Madrid (dos noches en el Palacio de los Deportes), capital a la que retornarían un año después para arrasar el festival Rock in Rio con sus adorados Motörhead. El empuje de este trabajo les mantuvo en ruta y el 26 de mayo de 2012 retornaban por enésima vez a 'su querida España' para asolar el Sonisphere Festival Getafe celebrando los veinte años del Black Album junto a 50.000 seguidores.
Los largos años de travesía del desierto quedaban definitivamente atrás y, aparte de su reputación en directo, Metallica había recuperado la inspiración creativa y el favor generalizado de los suyos. Y así nos plantamos en noviembre de 2016 con Hardwired... To Self-Destruct, su décimo lanzamiento, número 1 en una treintena de países, aunque en esta España siempre tan 'desagradecida' se quedó en el 2.
Una reaparición pletórica con una aceptación popular más grande y generosa que nunca. Así pudo la banda batir el récord de de asistencia en el WiZink Center de Madrid con 17.267 espectadores en el segundo de sus dos conciertos en la capital en febrero de 2018, a los que siguió otro en el, como hemos visto, recurrentemente visitado Palau Sant Jordi de Barcelona. Citas en pabellones del pasado año que ahora tendrán continuidad en espacios abiertos con un nuevo montaje para la ocasión... Y con todas las 68.000 entradas para la capital vendidas desde hace siete meses, que se dice pronto. ¡Pero qué locura metalera es esta!
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