Recordar la última canción que pudimos contemplar en directo es casi tan complicado como conocer la fecha exacta del fin de un virus que ha puesto en jaque mate a la industria musical, entre muchas otras cosas.
Resulta hasta casi incómodo ver imágenes de cuando la gente se sobaba en festivales y recintos al ritmo de una canción que los allí presentes recitaban al unísono. Los conciertos de principio de 2020 se aplazaron para finales de dicho, y la segunda ola de una pandemia que sigue en alza ha terminado por trasladarlos a los últimos meses de 2021.
Ante esta situación y con los países europeos rompiendo récords de contagios, los artistas están buscando nuevas maneras de potenciar su música, alejándose del directo de Instagram que tantas virtudes les ha otorgado a lo largo de la pandemia. Después de premieres en redes sociales, los cantantes han optado por vender entradas para eventos virtuales.
Sin colas ni aglomeraciones y con dependencia tecnológica
Nunca un '¡las entradas ya están a la venta!', generó menos expectación. Hace unas semanas era Billie Eilish quién anunciaba un concierto online para el 24 de octubre y hace un par de días fue Dua Lipa la que anunció una "experiencia" virtual titulada Studio 2054.
El livestream se ha convertido así en la mejor opción para unos artistas que han de tirar de imaginación para evitar estar otro año sin giras, tours y todo el dinero que de ellos obtienen.
El Studio 2054 de Dua Lipa
La artista británica anunció una actuación especial para conmemorar su album Future Nostalgia, que todavía no ha podido representar en los escenarios y que tendrá su estreno virtual el próximo 27 de noviembre en un concierto especial.
En fechas señaladas y con entradas a la venta como si de un concierto ordinario se tratase, las estrellas del pop buscan alternativas para paliar los efectos que las medidas restrictivas han generado en su industria.
Orgasmos visuales y efectos especiales
No todo vale. Aunque los vídeos grabados con el iPhone alcanzaron su punto álgido durante el confinamiento, una de las premisas de esta nueva tendencia es que el escenario consiga transportar a la audiencia al mundo que el artista quiera crear.
Billie Eilish fue la pionera, y el despliegue fue considerable. Los que quisieron formar parte del concierto Where do we go? The Livestream tuvieron que pagar 30 dólares para formar parte del espectáculo, pero los efectos especiales terminaron por amortizar su precio.
Desde arañas, pasando por escenarios sumergidos con tiburones, ciudades que crecen o universos paralelos. Estas fueron las apuestas de la cantante americana, que además urgió a los espectadores conectados al evento a votar y concienciarse acerca del futuro del planeta con una pancarta que señalaba "No music in a dead planet" -no habrá música en un planeta muerto-.
La sorpresa, ¿sobre la mesa?
La revista Rolling Stone calificó el espectáculo virtual de Eilish como un acierto. La gran cuestión que se planteó el magacín musical por excelencia fue si había margen para la sorpresa en un mundo en el que todo está explotado.
«¿Pueden los directos virtuales ofrecer algo que no hayamos visto ya?», se preguntaban. Su respuesta fue un rotundo y contundente sí. La apuesta de Eilish resultó ser un «un video musical altamente producido» que «dio con todos los puntos fuertes de la transmisión en vivo». En definitiva, un despliegue que permitió «al público sentirse como si estuviera dentro de la propia actuación».
¿Una tendencia al alza o con fecha de caducidad?
El K-Pop es uno de los fénomenos que mejor explica el frenesí adolescente. La banda BTS, sus máximos exponentes. Los coreanos consiguen millones de visualizaciones y reproducciones en sus canciones en cuestión de minutos. Para los récords, basta con un par de horas.
No es de extrañar, así, que fueran de los primeros en proponer un escenario virtual en el que deleitar a sus groupies. BTS consiguió generar cerca de 20 millones de dólares en su livestream organizado en junio. Unas cifras estratosféricas para un único esfuerzo y despliegue.
Ante el óptimo resultado que los coreanos habían obtenido, y con el éxito visual de la propuesta de Billie Eilish, la revista afirmó que la experiencia del concierto virtual había venido para quedarse. Pero, ¿es este el caso? ¿Conseguirán las discográficas hacer que este modus operandi en la industria se convierta en marca registrada? Y, viendo el éxito conseguido por medio de un único concierto, ¿están los tours masivos y giras internacionales condenados al olvido?
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