“Britney me dio el poder de ser quien soy. Incluso se rapó el pelo. ¡Yo también me lo he rapado!”.
Britney Spears fue el epítome del pop, la figura más trascendental de la niña americana talentosa convertida en producto. El éxito derivó en exposición masiva, en acoso perpetuado de los paparazzi y en su ya aclamado 2007, año icónico para la cultura pop, pero culmen para la paciencia de la cantante: se rapó la cabeza, agredió el coche de un fotógrafo con un paraguas y sus apariciones fueron más revolución que promoción.
Con la entrada del nuevo siglo, el ...Baby One More Time (1999) de Britney Spears se convertía en el álbum que ponía en jaque el auge de las boybands en Estados Unidos. Sin embargo, como las leyes de la física enuncian con orgullo, todo lo que sube termina cayendo de manera estrepitosa. Tras su relación fallida con Justin Timberlake (que despotricó de ella en los famosos tabloides americanos), su boda en 2004 con Kevin Federline, con quien tuvo dos hijos, y su posterior divorcio en 2007, la prensa había convertido a Britney en una imagen desgastada de una mujer sin nociones básicas sobre cómo llevar su vida: mala madre tras perder la custodia de sus hijos, mala esposa y con perpetuados juicios machistas que se centraban en su “descarriada” salud mental.
Fue en 2008 cuando, a raíz de los supuestos “brotes psicóticos” que la prensa había recogido entre las páginas de sus revistas, su padre obtuvo su tutoría legal alegando "cuestiones de salud mental". En octubre de dicho año, Jamie Spears consiguió la custodia permanente de su hija. Bajo el término de conservatorship, el padre de la cantante tenía poder de decisión sobre su figura, sus finanzas, sus movimientos, sus apariciones televisivas, sus contratos musicales y, en definitiva, su vida.
Britney Spears obedeció como una fiera domada en un zoo y alimentada a base de morfina. Con el paso del tiempo y tras varios mensajes subliminales en sus redes y composiciones, ciertos groupies de Spears comenzaron a denotar que había elementos que no encajaban en el Tetris de la vida de la artista. De la sospecha nació Free Britney, un movimiento conformado por los fans más acérrimos que comenzaron a denunciar que la custodia de su padre no se efectuaba por causas sanitarias, sino por motivos económicos asociados a las ganancias anuales de la cantante.
13 años después de que el progenitor tomara las riendas de su vida, la carrera de Britney Spears se ha estancado: aunque ha estabilizado su esfera privada, la artista ha dejado los escenarios y su trayectoria musical en standby. Así, Free Britney, que explotó el verano pasado y también ha aunado a decenas de famosos que apoyan las plegarias de Britney de recuperar su libre albedrío, denuncia que, con la artista en plenas capacidades para funcionar y controlar sus finanzas, la tutela de su padre ha de finalizar.
El pasado agosto, el juez debía decidir sobre el futuro de la tutela, pero el tribunal de Los Ángeles decidió que la custodia se mantuviera en manos de Jamie Spears, al menos, hasta febrero de 2021.
No será un jueves cualquiera
Dos elementos clave para el futuro de Britney se han sucedido esta semana: el estreno de Framing Britney Spears, documental de The New York Times (que se mostró en EEUU por medio de la cadena FX y en streaming a través de Hulu) que desentraña el movimiento Free Britney y el rol determinante que la prensa habría podido tener en el desarrollo de la carrera de Britney; y la próxima vista sobre el caso de la tutoría legal de su padre este jueves 11 de febrero, día que puede poner fin a la prisión de rejas de oro a la que su progenitor ha dado forma.
El documental ejemplifica, por medio de voces cercanas a la figura de la artista como Felicia Culotta, la que fuera asistente y amiga de Britney Spears, cómo los tabloides acosaban a la cantante cuando su fama alcanzó cúspides insostenibles, así como la escasa relación que ésta tenía con su padre.
Como explica con creces Framing Britney Spears, el caso de Jamie Spears ha avivado el debate generalizado en Estados Unidos acerca de las condiciones requeridas para adquirir la tutoría legal sobre un individuo. De forma común, la conservatorship se suele emplear con personas de alta edad que han perdido nociones vitales y que son incapaces de mantener una rutina cotidiana sin ayuda de terceros. Este podría ser el caso de enfermos, gente que padezca Alzhéimer u otras enfermedades cognitivas o trastornos psicomotrices.
Así, el Free Britney argumenta que, en ningún caso, la artista americana ha manifestado ser incapaz de mostrar endereza, más allá de la situación extrema a la que la prensa la sometió a mediados de los 2000.
Desde 2008, Jamie Spears ha controlado todos los aspectos de la vida de su hija: desde su entrada a centros de rehabilitación (algunas veces obligada y sin necesidad de recibir ayuda profesional), pasando por entrevistas en medios, tours mediáticos en Las Vegas o gestión de las finanzas que recaudaba gracias a su trabajo.
Las caras hollywoodienses se unen a la protesta
Desde que el movimiento se hiciera con un hueco en los rótulos de los programas mainstream de la parrilla americana, las celebridades no tardaron en mostrar su apoyo público a Britney. Una de las más vocales ha sido Miley Cyrus, que en su actuación del pasado domingo en la Super Bowl volvió a romper una lanza a favor de la artista. "Te queremos Britney", espetó la americana mientras interpretaba su famoso tema Party In The USA.
Tras el estreno del documental, la mismísima Sarah Jessica Parker compartió un tweet en el que clamaba justicia para la artista americana por medio del famoso hashtag #FreeBritney. Hayley Williams, cantante del grupo Paramore, también acudió a las redes sociales para alabar la endereza de Spears al haber soportado la presión que los paparazzi infligieron sobre su figura.
"Ningún artista hoy en día debería soportar la tortura que los medios de comunicación, la sociedad y los misóginos" le generaron a Britney. "La discusión sobre la concienciación de la salud mental nunca podría estar donde está sin el alto precio que ella ha pagado", afirmaba la cantante en Twitter.
Las celebridades no han sido las únicas que han mostrado su apoyo a la persona que acuñó uno de los eslogan más icónicos de la cultura pop: el It’s Britney b****! Su novio, Sam Asghari, a quien conoció mientras rodaba el videoclip de su single Slumber Party en 2016, se ha convertido en el pilar más cementado de su defensa.
En un comunicado a la revista People, Asghari expresó estar "agradecido por todo el amor y el apoyo que está recibiendo de sus fans en todo el mundo", y admitió esperar "con ansias un futuro normal y sorprendente juntos". También tuvo tiempo para atacar a Jamie Spears a través de sus stories de Instagram, alegando que "es un completo idiota".
Este jueves, la artista que marcó a una generación y que mostró que la imperfección también recorre a aquellos que hacen que el propio Adonis bese sus pies, se enfrenta a la actuación más complicada de su vida: la que decidirá si sus últimos 13 años como juguete roto de la industria musical han sido una larga lucha con final feliz o un caso completo de perversión.
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