La estirpe de las grandes copleras se va a agotando poco a poco por el imparable devenir de la edad, una estirpe en la que Gracia Montes, que falleció el pasado 2 de junio en Sevilla, era, junto a Carmen Sevilla, una de las pocas que sobrevivía a la generación de coplas en blanco y negro que creció en la España de la posguerra.
Gracia Montes, nacida con el nombre de Gracia Cabrera Gómez, nació en la localidad sevillana de Lora del Río el 1 de marzo de 1936, y, como muchas otras de la época, sus padres vieron desde pequeña que tenía aptitudes para la canción española, por lo que comenzaron a moverse en el mundillo en el que la pequeña podía despuntar.
Eran los años del apogeo de las compañías de Pepe Pinto y Pastora Pavón, y fue esta última, La niña de los peines, la primera que vio cantar a la adolescente Gracia con 17 años en las Galas Juveniles del Teatro Cervantes de Sevilla, y la que decidió que había que ayudar todo lo posible a una joven cuya voz, quizá por querencia, se comparó con la de ella en algunos aspectos en sus carreras paralelas.
Fue cuestión de tiempo que Gracia Montes comenzase a ser conocida, y que el sello Columbia, que atraía a cantantes de la época para meterlos en sus estudios de grabación de Madrid, registrase su voz por primera vez.
Las 45 revoluciones de Gracia Montes
Todavía no había llegado la década de los 60, y la loreña tenía un disco de 45 revoluciones con La luna y el río y Será una rosa, según se pinchase la cara A o B, y ya su carrera sería imparable, con citas como Cabalgata Fin de Semana, el programa radiofónico de Bobby Deglané al que solo acudían los elegidos de la época.
La inercia de entonces marcaba claramente los tiempos para las copleras, que más tarde o más temprano acababan en el rodaje de una película, y eso le pasó a ella también con 19 años, cuando Juan Antonio Bardem la llamó para cantar Amor, por qué no viniste en su película Muerte de un ciclista, y ese mismo año aparecía en Historias de la radio, de José Luis Sáenz de Heredia.
Al mismo tiempo que el rostro y la voz de Gracia Montes se hacían cada vez más populares, preparaba su debut en un espectáculo para ella sola, lo que hizo realidad en el desaparecido Teatro de San Fernando de la calle Tetuán de Sevilla, donde estrenó La Rosa de Andalucía, escrito por Ochaíta, Valerio y Solano, con Pastora Pavón y Pepe Pinto en primer fila, para ver a una cantante que se marcharía inmediatamente de gira por toda España junto a Gabriela Ortega para mostrar Coplas al viento.
No se sabe muy bien por qué, pero en mitad del éxito, decidió retirarse un tiempo, y su nombre desapareció de los carteles hasta 1965, con un retorno con canciones como La niña de Punta Umbría, que, curiosamente, nunca grabó, sino que solo las interpretaba en directo.
Para volver a grabar esperó hasta 1966, con Ese día y Tus brazos me han detenido, y aprovechando su presencia en los estudios sacó un sencillo con saetas dedicadas a hermandades de Sevilla.
Su imparable carrera se completó con boleros como Pídele a Dios, o un disco íntegro de sevillanas grabado en 1974, y hasta la canción que se convirtió en un himno de su propia vida: Soy una feria, que era reclamada para escucharla en directo en su voz allá donde iba.
El aneurisma cerebral que provocó el documental de Gracia Montes
Con más o menos pausas, su vida nunca dejó de estar ligada a la música, hasta que en 2006 sufrió un aneurisma cerebral del que se llegó a recuperar, pero de sus directos nunca más se supo.
En 2016 salió a la luz Gracia Montes, la voz de cristal, documental dirigido por Jesús Peña, con la colaboración del Ayuntamiento de Lora del Río, el último homenaje a la voz de una mujer que el 2 de junio se apagó 86 años después de nacer, tras décadas llenando de coplas los cuatro puntos cardinales de España.
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