¿Puede la mirada de una persona ser más profunda con el tiempo? La madurez ha embellecido y profundizado la forma en la que observa el mundo aquella chica que tocaba la guitarra y armonizaba voces en sus quedadas del Retiro con Marta Botía, cuando crearon aquel grupo sencillo y lindo llamado “Ella Baila Sola”.
Han pasado más años de los que nos gusta reconocer, y todo se ha vuelto más extraño para el arte y sus gentes. Aparece la artista sonriendo, mirando directamente al alma, y algo ocurre en el aire. La última vez que vi a Marilia Andrés fue sobre el escenario de un programa en directo cara al público que hizo que su grupo actuara a eso de las siete de la mañana, en 1998. Cosas de la promoción de entonces. Todo cambia. Ahora tengo entendido que graban por la tarde los programas despertador de la radio, y la cafetería en la que nos estamos encontrando ha sido pizzería, restaurante y hasta pastelería en estos 25 años que hace que no nos vemos. Es ahora una de esas franquicias con nombre extranjero que van de naturales, con decoración en madera. Un signo más de los tiempos.
Al hablar, vocaliza y pronuncia perfectamente, con una voz templada y genuina, con un toque grave, creíble, manchego. Nada más sentarse, me ofrece un regalo. Un precioso “flyer” doblado en el que se la puede ver angelical, vestida de blanco, invitando a bailar con ella. Eso sí, con el código QR que te lleva a su nuevo disco, “Bailar Conmigo”, en plataformas. Otro signo de los tiempos. En mi regalo hay toda una declaración de intenciones preciosa. Dice:
“Este álbum ha sido para mí una vuelta a lo esencial, al origen, a lo que me inspira y me gusta, a lo más sencillo, a mí misma.”
Vamos a descubrir cómo ha sido ese viaje.
Pregunta.- Empezaré por la sonada reunión de “Ella Baila Sola”, porque es donde lo dejamos. Se habló mucho de las tensiones entre vosotras que separaron el grupo, pero poco de lo bonito que ha sido ese reencuentro de hace un par de años, celebrando los 25 desde que salió vuestro primer disco. ¿Era un cierre de ciclo necesario?
Respuesta.- Sí, la verdad es que no hacerlo hubiera sido difícil de afrontar. Vi la oportunidad de celebrar y de agradecer a la vida todo lo que pudimos vivir en ese momento. Las canciones siguen sonando y siguen siendo importantes para tanta gente… Todavía me emociona llegar a un concierto y ver que muchas personas me miran con cariño y se las saben enteras. Me siento agradecida y honrada.
P.- ¿Tienes ahora más conciencia de la trascendencia y el poder de la música?
R.- Sin duda. Cuando estás en la vorágine no te da tiempo a tomar verdadera conciencia de lo que supone que una canción entre en la vida de la gente. Es una forma de expresión y conexión con los demás, algo que me permite compartir aprendizajes y experiencias personales.
P.- Esas experiencias se materializan ahora en un álbum que comenzó a conocerse con “Una cueva en el invierno”, lo primero que nos llegó de este trabajo. ¿El “invierno” está siendo tan frío como para necesitar una cueva en la que refugiarnos?
R.- Esa es una cueva de reunión y celebración. Surgió de un relato que leí sobre una niña prehistórica que perdió a su familia, tuvo experiencias extremas, fue adoptada por un clan nuevo… Es un poco la lucha de todos. Seguir buscando a pesar de las dificultades, con tenacidad y alegría, es parte de nuestra naturaleza. A veces esa cueva puede ser la música, tu casa física, tus amigos, y a veces es tu familia. Es ese lugar en el que te sientes protegido, pero para compartir tu tiempo y tu alegría con otros. A veces se nos olvida tenerla con los desalientos de la vida.
P.- El disco parece ser un relato de lo que has vivido, reflejado en momentos como el confinamiento. Ahí todo el sector de la música se detuvo a pensar, crear, componer… ¿Cómo fue el tuyo?
R.- Me permití hacer cosas que no me daba permiso a hacer antes de tener que parar sí o sí. Me dije “no tengo que correr hacia ninguna parte”, y eso me permitió entrar en contacto con partes de mi ser que no había explorado. Es delicado decirlo, pero tuvo su parte positiva. Da que pensar en cuanto a qué dedicamos nuestro tiempo.
P.- ¿Viste ángeles durante ese periodo?
R.- Lo dices por la canción “Hay un ángel en mi habitación”, ¿verdad? Bueno, yo creo que ángeles somos todos. Sí, esta canción la escribí cuando estábamos en casa. Quiere ser un abrazo para todos. Los ángeles son también las personas que nos rodean, y nosotros lo somos para mucha gente. Está escrita en un momento de mucha incertidumbre, pero curiosamente, ese invierno del que hablaban tantos escritores te lleva a tu propia fortaleza.
P.- ¿Por qué no quieres que digamos que “Bailar Conmigo” es “tu nuevo disco en solitario”?
R.- Porque no estoy sola, ni lo he hecho sola.
P.- ¿Ella ya no baila sola?
R.- (Risas) Tengo la suerte de estar rodeada de los mejores. Todo para crear música, que no es otra cosa que una forma de expresión, conexión y crecimiento personal. Además, doy las gracias por mi carrera y solamente deseo seguir compartiendo mi arte con los demás.
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