Dice Israel Fernández que le da mucho apuro quedarse a recibir los aplausos, que él prefiere cantar. Pues esta noche ha podido hacer las dos cosas casi por igual, porque el público del Teatro Real no ha parado de aplaudir a este cantaor que está poniendo el flamenco en lo más alto. Así lo ha demostrado en una noche en la que el artista de 34 años ha realizado una auténtica exhibición de raíces y pureza con un espectáculo musical de bella factura.
"Os voy a dar mi corazón con toda mi humildad, mi verdad y mi nobleza para todos ustedes", ha declarado cuando se ha dirigido al público por primera vez. Aprovechando la solemnidad y teatralidad de un escenario como el del Real, la escenificación de un establo con una gran cruz de madera en el medio, amplificaba la sensación de estar asistiendo a algo más que un concierto. Fernández entraba al escenario amarrado como un caballo, a quien la cantante Belén de los Reyes guiaba con delicadeza. Como un "Pura sangre" se presentaba ante el público, aludiendo al título de su último álbum, mientras sus compañeros acompañaban con vaqueros y botas altas.
En las butacas, sin embargo, llamaba la atención el mestizaje. Los habituales del Teatro Real, de corte sobrio y elegante, contrastaban con los brazos tatuados y las camisetas sin mangas de algunos fans del cantaor, o con la ornamentación más exuberante del público más cañí. El flamenco tiene ese poder de juntar a todo tipo de gentes, sin importar su origen o condición. Luego estaba el hecho de que este concierto es parte del Universal Music Festival y se respiraba el ambiente festivo desde la previa, con la presencia de un photocall por el que han desfilado personalidades como Eugenia Martínez de Irujo, Marina Carmona, Marisa Paredes, Álvaro Rico, Daniel Grao, Carolina Yuste, Cristina Cifuentes y Sara Vega, entre otros.
El espectáculo ha comenzado con Soleá de mi casa, tema del nuevo disco en el que Fernández se acuerda de esas "heras donde se ha criado jugando mañanas y tardes". Pura sangre es una mirada hacia las raíces. Por eso el escenario lo iluminaban unas luces bajas (que por momentos cegaban a los de la zona alta del Teatro), emulando una madrugada de cante donde la luz ya empieza a clarear, una reunión nocturna para cantar a la familia y la nostalgia con canciones como Pucheros y sartenes.
En el centro del establo, Israel Fernández refulgía con su camisa roja, revolviendo su melena como un potro salvaje, mientras sus quejíos sentidamente amargos arrancaban los primeros oles en la grada.
La fiesta se animaba mientras se unían las palmas, la percusión y su inseparable guitarrista Diego del Morao, quien también ha tenido sus momentos de lucimiento como en esa oda a la familia y a la raza gitana que es Caminos y vereas. Mientras, el chorro de voz rasgada de Israel cabalgaba entre las butacas aterciopeladas del Real estremeciendo los cuerpos de los asistentes, estallando en aplausos que se extendían entre canción y canción.
Aparte de repasar las canciones del nuevo álbum, también han tenido su momento temas más antiguos como Vino amargo, copla del mítico Rafael Farina que ha interpretado en la intimidad lunar de un foco azulado y un piano tocado por él mismo.
El espectáculo estaba siendo bastante canónico en cuanto las canciones elegidas y su forma de interpretarlas, pero en ese momento ha sonado Seré silencio, donde se ha dejado notar el sonido electrónico del productor Pional. Pues, aunque su último álbum es una auténtica demostración de pedigrí, la fusión de la que tanto bebe el flamenco actual, también está muy presente en su obra. Esto es Israel Fernández, tradición y vanguardia, una mirada hacia el futuro pero con mucho respeto a las raíces.
"Dicen que lo que se sueña se cumple, pero esta vez ni siquiera lo he soñado", confesaba el artista mientras se desfondaba sobre el escenario. Por eso, el de Corral de Almaguer (Toledo) ha terminado su actuación tomando la alternativa cantando Por dinero, un fandango onubense del maestro Paco Toronjo al antimaterialismo.
Pero no todo ha sido solemnidad, en los bises han aprovechado que uno de los dos palmeros, "El Pirulo", va a ser padre, para bailarle y cantarle entre todos, montando una auténtica fiesta. Ante la insistencia del público porque se quedaran un rato más, hasta el propio Israel se ha marcado un baile con el que se ha ido cerrando la función. Y, entre tanta despedida y agradecimientos, ese cantante que se confesaba vergonzoso, ha terminado "saliendo a hombros" de este simbólico estreno en el Real en el que ha dado la sensación de que el flamenco tiene mucho futuro a lomos de un "Pura sangre" como Israel Fernández.
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