He visto todo tipo de publicaciones en redes lamentándose de la muerte de Sinead O’Connor. Algunos ensalzan su figura en lo musical, otros su compromiso social, y hasta los hay que recuerdan con nostalgia haber pinchado sus temas en la radio. A todos ellos les pides que te digan tres canciones de Connor, y la mayoría de ellos solamente sabrían decirte una. Y tampoco era de ella. La compuso Prince, pero ella le dio un sentido completamente distinto y profundo en este vídeo de plano secuencia que hoy es Historia de la música. Nada puede compararse a ti. Ni a este vídeo que tuvo casi toda la culpa de que ahora estemos de luto. Nunca un clip ha expresado la profunda tristeza con tanta claridad, y tan cerquita.
Lágrimas reales. Como las que hoy se derraman por ella.
Últimamente no hago más que escribir obituarios. Se nos van los artistas, dejando un rastro de recuerdos con cada uno de sus éxitos. Porque sus canciones o sus versos, sus películas o sus roces con otros han tenido siempre reflejo en nuestra vida. No podemos abstraernos de los recuerdos que nos evocan, ni queremos hacerlo. Somos lo que recordamos. En el caso de esta cantautora irlandesa, tampoco podemos olvidar el momento más iconoclasta de la cultura de los 90. Después de “Nothing compares to you”, nada es comparable a su histórica actuación en SNL, en directo para la televisión norteamericana, en la que rompió la foto del papa pidiendo un despertar de conciencias que para ella no llegaba.
Sinéad Marie Bernadette O'Connor tuvo, como casi siempre entre las estrellas de la música, una infancia complicada con padres separados y una madre abusiva que la impulsó a robar. No está mal para ser cuna de la sensibilidad. La que se dio de bruces contra una estancia de 18 meses en un antiguo centro de lavanderías Magdalene en Dublín, junto a otras ovejas descarriadas. Pues ella siempre dirá que aquello salvó su vida. Sin ir más lejos, recibió su primera guitarra de una de aquellas monjas.
Es más que llamativo que a pesar de haber tenido solo un éxito, se haya mantenido por tres décadas como uno de los nombres clave de la música en el imaginario colectivo hasta su muerte. Esa pasión y sensibilidad que se asoma en todo cuanto recordamos que ha hecho le permitió explorar géneros que iban desde el pop hasta el folk irlandés, el jazz y el reggae en sus otros nueve álbumes. Pero no es eso. No es la música. Lo de Sinead va más allá de su música. Su incansable activismo y su dedicación a expresar su verdad la mantuvieron en las noticias. De ahí que hoy la recordemos y no sea otro juguete roto más de una industria que devoró todo a su paso. Ella misma se puso categoría: quería ser cantante de protesta, no una estrella del pop. “Soy frágil. No soy un cocodrilo del zoo”, llegó a decir a los medios.
La frágil pero intensa O'Connor encontró en la corrupción de la Iglesia Católica su más crucial enemigo. Así, se volcó y fue pionera en la lucha contra el abuso infantil y denunció el sexismo en la industria de la música, entre otras cosas. Mientras, la todopoderosa industria musical de los 90 y 2000 seguía presionando para que hiciera éxitos. Ella respondió explorando el universo del jazz y otros géneros, y tratando temas profundos en sus trabajos. Solamente ella era capaz de elevar a la categoría de parte de su repertorio los abucheos que recibió en alguna ocasión, como en nada menos que el Madison Square Garden. No hay artista que haga eso así. Y tan hermosa.
Con ella descubrimos que la franqueza podía ser sin filtros. No fue extraño poder saber detalles privados de su vida, incluyendo su inestable salud mental y sus relaciones. Pero con la llegada de internet y sus redes, llegó también la sobreexposición. Lejos de encerrarse, nunca se cortó al pedir ayuda a sus seguidores en momentos de crisis. No era raro ver como pedía un lugar para vivir o asistencia médica, o legal. Con el mismo descaro y arrojo con el que se planta firme frente a quienes le abucheaban, buscó novio en la red. Como hace cualquiera con poco tiempo para desgastarse en romances. Y lo encontró. Y se casó con él en 2011 en una pequeña capilla a la que llegó subida en un Cadillac rosa.
Tampoco se cortaba al hablar de otros músicos, como cuando criticó a Miley Cyrus por su desnudez en un video de 2013 en una larga y amarga carta. En ella le advertía sobre los peligros de ser explotada sexualmente por la industria musical. La más joven contestó burlándose de sus problemas mentales. La disputa provocó un torbellino de atención mediática. Dos mujeres completamente opuestas se enfrentaron ante la mirada atónita de un público que se posicionaba, porque en juego había en el fondo nuestras propias creencias. Una manera mágica de resolver ese conflicto pudo ser la que llegó de la mano del arte de unir sus voces y canciones en un “mashup”. Por cosas como esta, merece tener Youtube:
Mientras acababa el siglo pasado, Sinéad O'Connor trataba de mantenerse a flote en las aguas tormentosas de su vida personal. Se sucedían los titulares, siempre mucho más por sus propias metamorfosis que por la música que en su día la había hecho famosa. En 1999, un cisma católico la coronó como la Madre Bernadette María, nada menos.
Pero algo nunca terminó de encajar cuando las sombras de su vida se escondían en los confines de su mente. En 2003 llegó el diagnóstico: trastorno bipolar. Eso parecía explicar sus tormentos, pero no tardó en cambiar a trastorno de estrés postraumático. Eso era más exacto para alguien frágil como el cristal pero resistente como un diamante. Y esas etiquetas afloraban, por ejemplo, cuando usaba las redes sociales como un escenario en el que danzar con sus demonios internos, discutiendo públicamente con su familia.
Ya en 2018, nuestra navegante espiritual navegó hacia un nuevo horizonte religioso, abrazando el Islam y adoptando el nombre de Shuhada’ Sadaqat. En su última gira en 2019, subió al escenario envuelta en un hijab y una abaya, una armadura visual que contrastaba con su voz desnuda y cruda, capaz de erizar la piel de cualquiera.
Y cuando estábamos dispuestos a verla aparecer con un nuevo disco llamado "No Veteran Dies Alone" en 2021, anuncia contra pronóstico que deja la música, como una marioneta desenredando sus propios hilos. Esos hilos que la mantenían de pie son los que se rompieron con la muerte de su hijo Shane en 2022.
Con sus tres matrimonios y cuatro hijos de diferentes relaciones, dejó atrás un legado indiscutible de valentía y autenticidad. Sinéad O'Connor siempre será recordada como la estrella que nunca temió expresar su fragilidad y luchar por lo que creía en el escenario de la vida. Fue esa criatura única emergida de la tempestad de un hogar desgarrado, que lloró frente a la cámara lágrimas que son ahora las nuestras.
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