Cuando conoces a Rosario Guerrero (Sevilla, 1984), más conocida como 'La Tremendita', lo más probable es que te fijes en su media cabeza rapada y su aspecto punk. Cuando investigas sobre sus orígenes, te llama la atención que viene de una extensa estirpe de cantaores que se remonta a su bisabuela y que han continuado también su padre (José Tremendo) y su hermano. Si echas un vistazo a su carrera, Rosario ha participado en algunos de los festivales y concursos flamencos más importantes del país desde que apenas era una niña, como el de Las Minas de La Unión, donde llegó a quedar segunda.
Sin embargo, más allá de una apariencia, una procedencia o una reputación, lo que de verdad puede ayudar a definir a una artista como La Tremendita son precisamente sus contradicciones. Ella es tan experimental como purista, una trianera que ha mamado flamenco desde que nació, pero que es capaz de profesar auténtica vanguardia en sus composiciones. Es inquieta en lo creativo, pero ama profundamente la tradición. No quiere dejarse nada ni nadie atrás, quizá por eso en su último álbum, Tremenda, optó por desdoblarse entre la electrónica y la guitarra, sacando dos versiones tan opuestas como complementarias. La primera es un ejercicio de experimentación muy personal y la segunda un homenaje a las raíces con la colaboración de algunos de los mejores guitarristas del momento.
"Pienso que dentro del flamenco, al ser un arte tan visceral, con tanta importancia de la improvisación, es muy fácil comunicarse con cualquier tipo de música", cuenta Rosario, en una entrevista para El Independiente.
Y es que, aunque lo que hace La Tremendita nos parezca muy moderno, su música se conforma mirando hacia el pasado. La cantaora sevillana recuerda que "todo es cíclico y todo vuelve" y reconoce que sus influencias beben de artistas como El Turronero, que hace 40 años ya mezclaba la electrónica en sus cantes, o del propio Enrique Morente, uno de los referentes en eso que conocemos como fusión. "Es cierto que ahora mismo hay una corriente muy interesante, pero realmente es algo que viene de antes. Ahora mismo, donde más me inspiro es en el estudio, en mi equipo y en mirar hacia dentro, no me gusta mirar hacia afuera".
Quizá por eso no sea tan fácil encasillar a una artista como La Tremendita, ajena a los clichés con los que se suele asociar a los flamencos. "Es cierto que se le tiene adjudicada una imagen al flamenco, igual que el heavy metal puede tener otra, pero al final son los prejuicios de las personas, y yo estoy al margen de eso. Soy la misma persona ahora que tengo la cabeza rapada, que hace 20 años cuando me ponía una flor y un mantón".
Su imagen o su estilo pueden estar asociados a esa presunción de ser una especie de artista transgresora en un género de raíz. Pero, nada más lejos de la realidad, Rosario admite que no tiene ninguna intención de serlo. "En el disco anterior, Delirium Tremens, investigo sobre el jazz, Fatum era un poco más tradicional y, en este último, Tremendo, acabo haciendo cosas más electrónicas. Intento mantenerme al margen de las tendencias y las modas para mirar hacia dentro y tratar de investigar realmente con lo que quiero hacer, pero desde una mirada mucho más honesta, que no tiene nada que ver con la intención de querer trasgredir".
La pureza es lo que uno realmente quiere transmitir desde la verdad y la honestidad
Esto va de música y precisamente el flamenco es uno de los géneros que mejor casa con todo tipo de sonidos. Una música en la que viven tantas otras, todas igual de importantes, todas igual de necesarias. Pero siempre anda por ahí vagando el fantasma del "purismo", que dictamina lo que es y lo que no es flamenco. Ante la amenaza de esta especie de inquisición musical, La Tremendita prefiere no quedarse en polémicas absurdas. "La pureza es lo que uno realmente quiere transmitir desde la verdad y la honestidad, puedes hacer algo muy tradicional y puede ser muy fingido, y puedes intentar transgredir y también ser muy fingido, ambas cosas no serían puras para mí". Aunque si en algo insiste la cantaora es que lo primero que hay que hacer es conocer las raíces, para desde allí encontrar un camino propio.
Para mantener esa fidelidad y honestidad consigo misma y con el flamenco, La Tremendita hace honor a su nombre artístico definiéndose como una mujer de "muchísimo carácter". Y es que en su casa "vivían en un matriarcado". "He crecido viendo cómo las mujeres a mi alrededor nunca han sido dóciles y siempre han luchado por lo que han querido. Es algo que me han inculcado desde siempre y que se refleja también en mi arte".
Otra de las cosas que ha aprendido desde bien pequeña fue a cantar sobre un escenario. "Me subí con cinco años y nunca he dejado de hacerlo". Explica Rosario que para ella el directo es muy importante y que un disco cobra sentido cuando se puede expresar. Sus conciertos, de hecho, son una experiencia compartida en la que la música es capaz de transformar tanto a los músicos como a los asistentes. "El público recibe lo que lo que tú le transmites y, tanto mi equipo como yo, actuamos de la manera más honesta que sabemos".
Sin embargo, en ese enredo de afortunadas contradicciones que es La Tremendita, también tiene un papel fundamental el trabajo de estudio. "Después de una sesión, siempre llego a casa con nervios de volver al día siguiente". Reconoce que está tan inculcado en su educación artística el trabajo que requiere la composición, como luego el que supone la interpretación. "Son dos mundos que se complementan a la perfección".
Flamenca purista y artista experimental, mujer de alma inquieta y espíritu tradicional, compositora de estudio e intérprete de escenario. En todas estas definiciones cabe La Tremendita y en todas ellas puede ser ella misma. Con una autenticidad contradictoria capaz de desmontar cualquier cliché, porque, al fin y al cabo, la música es lo único que realmente importa.
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