La historia la conforman personas. Pero no cualquier tipo de personas: la historia la escriben las leyendas. Las que dejan huella, las que marcan el futuro. Si hubiera un libro oficial de toda la historia de la música, Madonna tendría una página. O un capítulo entero. Ayer, Madonna, reina del pop, dio el primero de sus dos conciertos en Barcelona de su gira The Celebration Tour, organizados por Live Nation España, añadiendo así una línea más a la historia de la música, que quedará inmortalizada para siempre.
La gira The Celebration Tour se concibió para celebrar los 40 años que Madonna lleva en la industria de la música. Casi nada. Cuatro décadas desde su primer disco. Ocho lustros en los que no ha parado de hacer música, de ser un icono pop y, sobre todo, de lo que ella sabe hacer mejor: ser controvertida y no dejar indiferente a nadie.
El primero de sus conciertos, el del miércoles 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, comenzó con un sabor agridulce. Una falta de organización total (falta de señalización para entrar, mezcla en la misma cola de pista y grada…) enturbió los inicios del concierto, que comenzó una hora más tarde. Aunque Arca, la telonera, entretuvo a las casi 18.000 personas del Palau Sant Jordi como pudo (ella sí, puntual), el resto del tiempo se rellenó con el sonido de unas bases electrónicas repetitivas, el sorbo de las cervezas y el masticar de alimentos varios que los asistentes producían con desesperación y hastío.
Aunque es cierto que a las divas les gusta hacer esperar, el caso de la gira actual de la estadounidense tiene una connotación negativa (o, por lo menos, preocupante). Su estado de salud obligó a que se retrasase el inicio de la gira mundial de Madonna en 2023 aunque, por suerte para los fans europeos, las fechas del viejo continente no se vieron afectadas. Y, como demostró las horas posteriores, se encuentra perfectamente.
Tras una agónica espera, Bob the Drag Queen, el artista invitado de esta gira, abrió el show al estilo de un speaker de vogue. Vestido con el mismo vestido con el que Madonna hizo historia en los MTV Music Awards de 1990, con un vestido victoriano y abanicos, así se abrió un show que repasaba toda la carrera de la artista. Como no podía ser de otra manera.
En un conmovedor discurso, después de un par de canciones, la diva de ya 65 años quiso explicar con algunas palabras sueltas de español, que esta gira es un repaso de su carrera, de su vida. Lo bueno, lo malo, lo bonito, lo feo. Todo lo que ella fue haciendo tras esos inicios en Nueva York, como bailarina, que la acabaron llevando a ser una de las cantantes más conocidas y de mayor repercusión en el planeta. “Welcome to my story. This is the story of mi life”. Para asegurarse de que el mensaje había calado, se atrevió a preguntar en un español (mal conjugado) a la audiencia: “¿entiendes?”, a lo que su público respondió con aplausos y un grito atronador.
En esa historia, no podía faltar un tributo por aquellos que ya no están. Sobrevolando el escenario en una estructura cuadrada, Madonna tuvo un momento para cantar por aquellos amigos que cayeron por el sida. Entre ellos, destacó la imagen de Freddie Mercury, que inundó el Palau Sant Jordi de vítores.
Aunque quizás el público general desconozca dicha faceta, Madonna aprovechó para mostrar su lado más familiar. No solo a través de sus hijos, participantes del show en diferentes canciones (a la guitarra, al piano o bailando vogue). La cantante también tuvo presente a su madre a través de imágenes y algunas palabras. Aquella madre que nunca estuvo, aquella madre a la que perdió cuando tan solo tenía cinco años.
Tampoco podía faltar la iconografía religiosa. Con unos bailarines en mitad del escenario con posturas de crucifixión, al sonido de cantos gregorianos, la cantante dio paso a Like a prayer, sin duda uno de sus temas más controvertidos e icónicos.
Madonna, sobre el conflicto bélico en Palestina
También en clave religiosa, Madonna apeló a las enseñanzas de Jesús y el cristianismo. Sin música, hablando directamente al público, Madonna quiso hablar de los problemas del mundo. Sin especificar, aunque todos sabían a qué conflicto bélico se refería, Madonna dijo que el mundo tenía que pararse a pensar en lo que Jesús quiso enseñar: la inclusión radical, la hospitalidad radical…. Y el amor radical, sin condiciones, al prójimo. En inglés, dijo que “no podemos salvar el mundo si no amamos a nuestro prójimo. Y punto”, concluyó. El Palau Sant Jordi respondió con gritos unánimemente y de acuerdo con la artista.
Porque Madonna se autoproclamó judía, sí. Allá por los dos mil. Pero también católica acérrima. Y también ha manifestado su interés por el Corán. Madonna ha sido todo y ha sido nada. Pero lo que siempre ha sido es controvertida, cambiante. La única manera en la que se ha podido encorsetar a la cantante ha sido con un vestido victoriano.
Por supuesto, también tenía que estar presente alguna referencia a su aportación a la industria cinematográfica. Quizás, su papel como Evita Perón no sea de sus mejores proyectos, pero Madonna tuvo a bien cantar Die another day, canción que se concibió para la película homónima de James Bond.
Un mensaje a los cielos, de reina a rey
Uno de los momentos más emotivos, que solo Madonna podía hacer, fue un tributo a los más grandes. Un mensaje de la reina al rey ausente. Sobre una proyección enorme, dos sombras (una con traje y sombrero, otra con un vestido de novia), bailaron canciones de Michael Jackson mezcladas con las más icónicas de Madonna, mientras se proyectaban imagen de los dos.
Este gesto, más que un tributo, es la representación de ese camino que construyeron dos jóvenes para que miles de artistas pudiesen caminar décadas después. Porque no solo fueron el rey y la reina del pop, sino que inventaron una forma específica de hacer arte. La industria musical tal como se concibe hoy, la inventaron Madonna y Michael Jackson. La importancia del directo, de innovar, las luces, la planificación del show, la sorpresa, los vestuarios…. En fin, la importancia del espectáculo, que ahora, en tiempos de lo digital, es la base de la industria musical para sustentar a los artistas y trabajadores, la inventaron ellos.
Por lo tanto, ver bailar a la representación gráfica de esos dos jóvenes, como dos iguales, como dos amigos que tuvieron una visión de futuro y, simplemente, cantaron y bailaron para cambiar el mundo, es el mayor gesto de amor que se ha manifestado sobre los escenarios del planeta. De monarca a monarca, de artista a artista, de la que persiste al que ya no está.
En general, esta gira ha ayudado a Madonna a reivindicar aquellos proyectos que en su día fueron maltratados por la audiencia, como el caso de Erotica. Le ha servido para recordarle al mundo que la reina del pop también hizo rock, hizo country, hizo disco. Fue la diva de todos los estilos, es la diva que nadie más ha conseguido ser aún.
Pero ante todo, esta gira que rememora sus cuarenta años como artista, es una gira de respeto, de conmemoración, de amor. Amor a artistas que la acompañaron en sus inicios, como Freddie Mercury o Michael Jackson; amor a los amigos y familiares que están y a los que no están... pero, sobre todo, amor a sus fans, a su público, que después de tantos años, tantas reinvenciones, polémicas y proyectos varios, siguen llenando los estadios para, cada vez que la reina del pop los convoca, acudir raudos y enérgicos a la llamada real.
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