El 12 de noviembre de 1990, Frank Farian, productor musical de Milli Vanilli, admitió públicamente que sus dos integrantes, Fab Morvan y Rob Pilatus, no cantaban sus canciones, sino que solo eran las caras que había tras el playback sobre los temas que otros artistas habían grabado originalmente. Desde ese momento, el dúo francoalemán, venerado y admirado por prácticamente todo el mundo, pasó a ser repudiado y olvidado cuando público e industria les dio de lado.

Desde entonces, el nombre de este grupo que suena a dibujos animados ha estado irremediablemente ligado a la palabra "estafa". Ahora, más de 30 años después, el documental Milli Vanilli: El mayor escándalo en el mundo de la música revisa la historia de una banda que marcó el inicio de una nueva era en la música pop. En él, los protagonistas de este fenómeno relatan cómo vivieron aquella experiencia, recordando su papel de víctimas en un nuevo caso que demuestra la frivolidad con la que puede llegar a funcionar la industria musical.

A finales de los 80, Fab Morvan y Rob Pilatus eran dos amigos que compartían piso en Múnich mientras soñaban con ser grandes estrellas. Se habían conocido en el mundo de la noche muniquesa, tenían carisma, vestían bien y bailaban mejor, siendo animadores habituales en las fiestas a las que les invitaban. Morvan venía de París y aspiraba a hacer carrera como modelo en Alemania, y a duras penas podía pagarse el alquiler. Pilatus, hijo de un soldado afroestadounidense y una madre striper, fue adoptado por una familia de acogida tras vivir los primeros tres años de su vida en un orfanato. Ninguno de los dos había tenido un comienzo fácil, pero no por ello sus ambiciones eran menores.

Apenas superaban la veintena cuando llamó a su puerta el hombre que podía ofrecerles todo aquello con lo que siempre habían soñado. El dúo había llamado la atención de Frank Farian, uno de los productores más exitosos de Alemania. El mismo que había sido el artífice de Boney M, grupo con el que logró un total 18 discos de platino, 15 discos de oro y cerca de 150 millones de unidades vendidas en todo el mundo. Y todo ello con Bobby Farrell al frente, un cantante que no sabía cantar.

Fabrice Morvan y Rob Pilatus firman su primer contrato con el productor Frank Farian.

Cuenta Fab Morvan en el documental que, cuando Farian les ofreció trabajar juntos, sintieron que era la gran oportunidad que tanto habían estado buscando. Firmaron el contrato prácticamente a ciegas y esperaron a que los llamaran al estudio. Pero cuando la llamada llegó fue para decirles que el producto ya estaba creado; ellos solo tendrían que ensayar las coreografías y los movimientos de los labios para fingir durante el playback.

Según la versión de Morvan, único superviviente de la banda, cuando se dieron cuenta de que el contrato que habían firmado les impedía poner sus voces a la música, quisieron renunciar. Ingrid Segieth, la secretaria de Farian, les advirtió de que para ello necesitaban devolver no sólo los 1.500 marcos de adelanto, sino todo lo que habían invertido en ellos, aunque hoy ella niega esa charla.

Una espiral de fama, éxito, mentiras y celos

Fue a partir de entonces cuando la espiral de fama, éxitos, mentiras y celos comienza a crecer alrededor de este producto de marketing llamado Milli Vanilli. Su primer single, Girl You Know It's True, lanzado en 1989. alcanza los primeros puestos de las listas. En menos de un año, el dúo francoalemán es ya todo un fenómeno global, que siguió coleccionando éxitos con temas como Blame It on the Rain o Girl I'm Gonna Miss You, y culminando este ascenso meteórico con un Grammy a Mejor Nuevo Artista en 1990.

Se sucedían los discos de platino, las campañas publicitarias, las entrevistas en televisión y los eventos multitudinarios. Pero también los rumores tras las entrevistas en las que se les atragantaba el inglés, la envidia de los artistas originales reclamando su parte (Charles Shaw, voz principal de las grabaciones, denunció el tinglado en una entrevista, aunque acabó aceptando 150.000 dólares por su silencio), o los sonados errores del playback en directo (como en un concierto de la gira de la MTV en 1989 en Bristol, Connecticut).

La caída de Milli Vanilli

Aun así, por raro que parezca, nada de esto llegó a hacer tambalear con suficiente contundencia el proyecto. La industria estaba de su lado y, mientras el dinero siguiera entrando, a ninguno de los implicados les interesaba desmontar el negocio. Los problemas, de hecho, llegaron por conflictos internos. Para Morvan y Pilatus la carga de la mentira y la certeza de estar viviendo un sueño con fecha de caducidad cada vez pesaban más. Las constantes acusaciones dolían y, después de sentirse tan dueños del proyecto como el propio Farian, quisieron rebelarse y utilizar sus voces originales en el segundo álbum, algo que no gustó nada al productor alemán. Aunque parezca mentira, no fue su propio peso el que les hizo caer; se enfrentaron contra su "creador" y perdieron la batalla.

"Rob y yo no fuimos tratados con imparcialidad"

Fav Morvan (Milli Vanilli)

Fue entonces cuando Farian los delató, dejándoles solos frente a una lapidación de la opinión pública que se sintió estafada por dos chicos jóvenes, negros y guapos que se "habían aprovechado" del trabajo de otros. Ambos fueron la cara visible de un engaño y sobre ellos recayó todo el castigo.

“Rob y yo no fuimos tratados con imparcialidad. Éramos los únicos investigados. La discográfica, los managers, la empresa de relaciones públicas, el productor, todos corrieron al bosque a protegerse”, se queja Morvan en el documental.

El escándalo fue devastador. Milli Vanilli perdió su Grammy y la industria musical los desterró. Surgieron demandas colectivas, alegando fraude y engaño. La integridad artística se convirtió en el epicentro de un debate que resonó en los pasillos de la industria musical. Mientras, el más inestable de los dos, Rob Pilatus, trató de buscar refugio en su adicción a las drogas y su vida se convirtió en una sucesión de problemas contra la justicia. Tras varios intentos fallidos de rehabilitación, en 1998, Pilatus fue encontrado muerto por sobredosis, marcando el trágico epílogo de Milli Vanilli.

Milli Vanilli después de recibir el Grammy en 1990 por Mejor Artista Nuevo.

El inicio de una nueva era en la música pop

El caso de Milli Vanilli no es solamente un capítulo más en la historia del pop, sino un contundente recordatorio de los peligros que implica la fama y la oscuridad que se esconde tras ese gran aparato del entretenimiento que es la industria musical. El ejemplo de su éxito marcó además un punto de inflexión en el que se demostró una realidad que hoy en día es un hecho, y es que en la música pop la estética puede valer más que el talento.

La importancia del videoclip, una buena actuación que incluya coreografías espectaculares y una cuidada imagen digna de aparecer en portadas de revista. Todo lo que hoy damos por sentado en la idiosincrasia de las estrellas pop marcó el éxito prefabricado de Milli Vanilli. El grupo que fue capaz de demostrar que el envoltorio podía superar al contenido, y que el arte de hacer dinero, como bien se había encargado antes Warhol de decir, no necesita ser ni verdadero ni genuino.