Si la vida del músico de rock & roll es una carrera de fondo, la de Rubén Pozo (Barcelona, 1975) ha sido una auténtica maratón. Empezó soñando con esta vida en Buenas Noches Rose, hace más de 30 años; cogió velocidad gracias al esprint de fama y éxito que fue Pereza; y después en solitario ha aprendido a trotar para disfrutar con más calma del trayecto. Un camino que inició hace ya más de una década, siendo ya este formato en el que más tiempo lleva en la carretera.
Es cierto que, en Pereza, Rubén Pozo no fue el de los grandes hits ni los temas que se pegaban en la radio, pero su esencia es más que reconocible en cualquiera de sus etapas artísticas. Pozo es más bien un proletario del rock que rebusca canciones en ceniceros llenos, un músico que busca el encanto que se esconde tras la imperfección.
A sus 48 años, su rostro empieza a mostrar las arrugas y el cansancio de un largo recorrido en este oficio en el que tanto cuesta envejecer. Pero no hay angustia ni aflicción en su gesto, más bien serenidad y satisfacción. "Estoy satisfecho de mí mismo, muy contento con este disquito", explica en una entrevista con El Independiente refiriéndose a su último trabajo, un single doble en 45 revoluciones que incluye las canciones de Ha llegado el día y Catálogo. Un capricho de melómano con el que cumple el sueño de tener su música en todos los formatos posibles.
Pozo define este momento como uno de los highlights de su carrera, sobre todo con Ha llegado el día, de la que se atreve a decir que es "su obra maestra". "Con esta canción he llegado a mi Everest, igual ahora me tengo que ir a Marte para encontrar montañas más altas", bromea.
En la otra cara de la moneda, Catálogo, el ex de Pereza hace un repaso por toda su carrera por medio de una aleatoria enumeración de los títulos de sus discografía. "La escucho y veo pasar mi vida ante mí. Aparte, es también un regalito, un guiño para la gente que me sigue muy de cerca y, como digo siempre, si reconoces más de 30 canciones, te puedes considerar rubenista".
No me gusta pelearme con la nostalgia, para mí está todo bien con ella
A pesar de haber hecho esta recapitulación a toda su carrera, el de Alameda de Osuna no se considera un tipo demasiado nostálgico. "No soy de estos que dicen: la nostalgia no me gusta. Cuando llega, sí me puedo recrear en ella, pero tampoco soy excesivamente nostálgico. Somos humanos, a veces estamos felices y otras estamos tristes, pero por lo general vamos palante y no nos acordamos del pasado. Aunque la música tiene eso de que a veces te toca un resorte y te acuerdas de lo que viviste hace décadas, es un sentimiento muy noble y me parece bien, pero no me gusta pelearme con la nostalgia, para mí está todo bien con ella".
Con lo que sí se pelea Rubén Pozo es con las canciones, una relación de amor-odio en la que es capaz de sacar lo mejor y lo peor de sí mismo. Por eso, si puede pedirle algo a la vida es que nunca dejen de llegar. Reconoce que lo pasa realmente mal cuando no le salen y que eso es algo que incluso le lleva a estar más arisco con los le rodean. "De repente, un día vuelvo a hacer una canción y vuelve a salir el sol y empiezo a sentirme el mejor. Me digo a mí mismo: 'Aún lo tienes tío, sigues teniendo la magia. De ahí paso a otra época en la que no me sale nada y vuelvo a pensar que soy una mierda, un fraude y que no me va a salir ninguna canción más. Soy un desastre", confiesa mientras se excusa con una sonrisa. Y es que si algo tienen las canciones de Rubén Pozo es esa honestidad del tipo que sabe reírse de sus propias miserias. Una mundanidad en la que es fácil verse reflejado y también respirar de alivio.
Es esa obsesión por las canciones la que le lleva a tener siempre una formándose a medias en su cabeza, como una forma de mantener su propia funcionalidad como ser humano. Un proceso de creación omnipresente gracias al cual puede "sentirse válido en este mundo".
Otra de las cosas que ha aprendido con el paso del tiempo es lo bien que se lo pasa y lo hace pasar en sus directos. "Esto es algo que he descubierto con los años, que se me da bien el directo y, por qué no decirlo, creo que soy un buen maestro de ceremonias. Lo disfruto que te cagas, hasta el punto un poco malo de que, si no tengo conciertos me empiezo a sentir un poco mal. Necesito mi ración de escenario y aplausos". Por eso, cuando le preguntas por dónde se ve en el futuro, solo puede imaginarse, "seguir tocando hasta el día que me muera".
Atrás quiere dejar la polémica por los dos conciertos que tuvo que cancelar en mayo del año pasado. Sin querer entrar en detalles, admite que le sienta mal que se lo sigan recordando. "No me ha vuelto a pasar y espero que no me pase, pero a la próxima vez hago como todo el mundo y, en lugar de contar la verdad, digo que es por cuestiones de agenda o que me he puesto malo y me quito de rollos". Pozo suspendió dos conciertos en Córdoba y Jaén publicando un post en redes donde reconocía “la razón de estas cancelaciones es que no se han vendido las entradas suficientes para que la realización de los eventos no sea un descalabro económico. Ahora el descalabro es mental y solo mío, pero eso es otro tema”.
"Llevo 30 años haciendo conciertos y a un perro que maté, mataperros me llaman. Tendría que haber ido, porque habrían salido bien los conciertos y ahora no sería un mataperros", lamenta mientras se rasca la cabeza.
Estoy ya un poco cansado de regodearme en lo que no he sabido hacer o no me ha salido del todo bien
Lo anecdótico de este suceso, sin embargo, no empaña el estado de gracia en el que admite estar instalado en este momento. Una etapa de su carrera en la que las cosas buenas han empezado a brillar por fin con más fuerza que las malas. "Estoy ya un poco cansado de regodearme en lo que no he sabido hacer o no me ha salido del todo bien. Por eso estoy empezando a saber valorar también lo bueno que tengo, que ya me toca a mí conmigo mismo". Con la misma naturalidad con la que se quita la coraza en sus canciones, Rubén Pozo no esconde sus errores y por eso se puede permitir estar orgulloso de sus aciertos.
Preguntado por cómo ve el panorama musical actual, no tiene ningún problema en reconocer que ya no escucha tanta música como cuando tenía 17 años, cuando estaba continuamente empapándose de todo lo que salía. "Sé que no debería ser así, pero no puedo evitarlo, he empezado a ser como esos que dicen que les gusta más jugar al fútbol que verlo. A mí también me gusta más tocar música que escucharla. Todo esto está achacado a que estoy ya un poco revenido y no tengo 17 años. Supongo que será eso, pero la sigo amando, la música sigue siendo mi vida".
Sin embargo, sí coincide en que está habiendo un renacimiento de la música de guitarras sin , algo que celebra con mucho gusto la aparición de grupos como Carolina Durante. "Comprendo bien a estos grupos porque yo vengo de ahí también, cuatro amigos que se juntan, que no son demasiado buenos cada uno en su instrumento, pero que cuando se juntan pasan cosas. No me suenan a otras cosas que llevo oyendo en los últimos años, bandas que se llaman de distinta manera, pero que incluso en el nombre casi son lo mismo. Quien me quiera entender me va a entender. Esta gente, los Carolina, me parecen un soplo de aire fresco y si tuviera que decir grupos de ahora que me molan digo los Carolina, y no sé quién hace las canciones ahí, pero me gusta y me llega. Me ha parecido algo diferente y yo lo he agradecido".
El ex de Pereza también aprovecha esta respuesta para reivindicar "la música tocada por humanos" donde hay fallos e imperfecciones, sin arreglos tecnológicos. "Me gusta la imperfección humana, hasta Led Zeppelin tiene fallos, y son buenísimos. No me interesa la música arreglada por métodos tecnológicos, prefiero a alguien desafinando pero cantando su alma. Reconozco en Freddie Mercury a un cantante portentoso, pero yo no soy ni de grandes cantantes ni de grandes músicos, yo soy de Carolinas Durantes, de gente que tiene algo que decir y lo dice, lo que se llamó el do it yourself del punk. Gente que no era Genesis, no era Yes ni era Pink Floyd, pero es que esto no va de ser un gran músico, esto va más de tener algo que decir".
Leiva me llamó y me dijo: "Te voy a proponer una cosa un poco rara que igual no te entra bien..."
Por último, la entrevista no termina sin recordar el evento que todos los fans de Pereza esperan con impaciencia, aunque Pozo se encarga de rebajar la euforia. "Lo habéis petado con tres fechas en el Wizink", le apunto, a lo que él responde tajante que "el que lo ha petado ha sido Leiva con su fin de gira". "A mí me llamó y me dijo: 'Te voy a proponer una cosa un poco rara que igual no te entra bien. Me están preguntando quién me gustaría que fuera el artista invitado y he pensado en ti, piénsatelo y me dices'. Le respondí que no tenía ni que pensarlo: 'Con todo, vamos palante, será un placer amigo estar ahí para abrir tus shows y celebrar contigo un fin de gira exitoso'", zanja sin dar muchas más pistas.
De lo que sí se atreve a hablarme con más entusiasmo es del concierto que ofrecerá el 25 de enero en la Sala Sol amparado en la programación de cartel de Inverfest. Un concierto que avisa será un poco diferente por el formato electroacústico que han pensado.
Y es que, por mucho que al público le ilusione el reencuentro de los Pereza tras más de una década desde que se separaron, Rubén Pozo ya se ha acostumbrado a ser un rockero solitario que mira al futuro en clave de una carrera en la que ya solo depende de sí mismo.
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