La eterna guerra de la libre creación de contenido digital ha abierto un nuevo capítulo en su libro esta semana. La discográfica Universal tiene los derechos de algunos de los artistas más importantes del mundo. Entre ellos Aitana, Bad Bunny o Taylor Swift. Y esta misma semana ha roto su acuerdo con Tik Tok, poniendo fin a escuchar sus canciones en bucle en el For You Page.
Una decisión que no solo significa que las canciones más populares del momento dejarán de estar disponibles. También es un pulso de la compañía para garantizar los ingresos, la seguridad y la integridad de sus intérpretes.
Alegan que los artistas deberían recibir una fracción de las ganancias por reproducciones, como hacen otras redes sociales. Consideran que las canciones de IA son apoyadas por Tik Tok por encima de las originales. Y finalmente dejan claro que el discurso de odio que crece sin límites en la app es preocupante (algo con lo que muchos creadores de contenido estarían de acuerdo). Sin embargo, desde la empresa de origen chino acusan a Universal de mentir y de codicia.
El efecto de Tik Tok en la industria musical
Esos han sido los tres temas clave en los que Tik Tok y Universal Music Group no han conseguido ponerse de acuerdo. La noticia llega en un momento especialmente significativo: de acuerdo con el estudio de Goldman Sachs en 2023, la app consiguió más de 220 millones de dólares en ganancias a la industria musical. Más que los shorts de YouTube Shorts e Instagram Reels, pero menos de Facebook.
Sin duda, la red social de vídeos cortos ha sido una de las causas por las que canciones como Cruel Summer de Taylor Swift o Si no estás de Iñigo Quintero se han hecho tan virales.
No son los únicos: Rosalía hizo uso del poder de esta plataforma presentando su disco Motomami en un "directo" de la app. Una de las canciones más populares de 2023 fue Do I Wanna Know? de Arctic Monkeys, porque se viralizó en Tik Tok por el décimo aniversario del álbum. La influencia que tiene la red social en los hábitos de escucha de las nuevas generaciones son innegables. Pero el éxito no es suficiente. La discográfica quiere beneficios y quiere garantías de que con la IA no haya terceras personas recibiendo dinero que les corresponde.
El caso de Bad Bunny es uno de los más populares. Una canción con el puertorriqueño, Justin Bieber y Daddy Yankee creada con Flow GPT se hizo viral en Tik Tok, causando enfado en el artista de Moscow Mule.
Ya el pasado año había bares en Madrid que ponían temas creados por inteligencia artificial como el de Quevedo y Rosalía, causando cierta confusión entre los presentes.
¿Se acaba la música en las redes sociales?
Con esta decisión por parte de Tik Tok y Universal muchos jóvenes han expresado su disgusto. Hay muchos creadores de contenido que, literalmente, basan sus vídeos en bailes virales al ritmo de los sonidos de moda.
Sin embargo, la propia red social pretende evolucionar desde ese punto ciego desde el que todo el mundo intenta criticarlo. Ahora potencia los vídeos más largos de un minuto que ofrece un discurso elaborado, que utiliza las herramientas de la app para añadir vídeos o fotos a la pantalla.
De esta manera mata dos pájaros de un tiro. Primero, se ahorra las críticas de los creadores que necesitan los derechos de los artistas para hacer sus vídeos bailando. Y segundo, se evita los comentarios de personas ajenas a la app juzgando ese tipo de contenido.
Taylor Swift ya luchó contra los bajos ingresos para artistas. En su caso, fue Spotify quien tuvo el pulso con la cantante, que estuvo durante años fuera del catálogo musical de la aplicación.
¿Cómo lo gestionan otras redes sociales?
Pero lo cierto es que en un primer momento, Tik Tok no podía utilizar canciones con derechos. Tampoco se podía en Vine o Musical.ly, las apps que se fusionaron para crear este gigante audiovisual. En Twitter (ahora X) te borran los vídeos si utilizas algo que no te pertenece (sobre todo si es de Sálvame o de El Hormiguero, esos desaparecen enseguida). En Instagram es muy habitual recibir avisos diciendo que la canción que usaste hace seis meses en un vídeo se ha bloqueado en 20 países.
Las redes sociales, y en general internet, ha estado en una lucha continua con los derechos de autor. Desde historias truculentas como el vídeo íntimo de Pamela Anderson hasta los diseños de artistas independientes en camisetas de Zara. A día de hoy, la inteligencia artificial. Incluso los medios de comunicación se baten con el concepto de "todo gratis" de la world wide web.
No hace tanto que Europa luchaba contra la piratería en internet. Una batalla que terminó de golpe cuando aparecieron en escena las plataformas de vídeo bajo demanda. Por supuesto, sigue habiendo gente que se descarga series o películas, pero es algo mucho más residual.
Los derechos de autor son muy caros
Cuando se estrenó Operación Triunfo en Prime Video este año, uno de los primeros debates fueron los derechos de autor. A diferencia de La1 de RTVE, que tiene un acuerdo de derechos a gran escala, Amazon tiene que tener más cuidado. Por eso los aspirantes a estrellas han cantado muchas canciones "antiguas" y pocos éxitos del momento.
Por ejemplo, los fans se han quejado de que no puedan escoger temas de Taylor Swift, por ejemplo, ya que varios de los concursantes son seguidores de la cantante.
Ese es el mismo motivo por el que multitud de pódcasts no pueden utilizar canciones originales: los acuerdos pueden incluir pagos anuales, incluso. O el porqué las películas crean sus propias bandas sonoras. Según el influencer Daniel Wall, temas como Thunderstruck de AC/DC cuesta medio millón de dólares si quieres incluirlo en un filme.
Algunos recordarán el enfado de la revista ¡Hola! cuando las fotografías de la boda de Tamara Falcó o de Ana Obregón y su hija-nieta se filtraron en redes sociales. Los derechos de autor son muy caros, aunque no lo parezca desde este lugar tan cómodo que es internet.
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