Hay placeres que son para todos los públicos. Otros, menos. Si bien las joyas del jazz y el soul aguardan en los rincones a quienes van a sentir que se eriza su piel al escucharlas, hay obras que todo el mundo sin excepción sabrá reconocer como una buena canción. Eso ocurre con un tema de cuyo lanzamiento se cumplen hoy cuarenta años. Sade, “Your Love Is King”.
Esta preciosa canción a medio tiempo permanecerá para la historia como single de presentación de Diamond Life, el primer disco de la banda de la cantante y compositora nigeriano-británica Sade Adu. Aunque quedó eclipsada por el éxito arrollador que tuvo otro lanzamiento, “Smooth Operator”, primera pista del álbum.
Todo el mundo conoce esta canción, que proviene de la exuberante época de experimentación que tuvo lugar en los 80 con elegancia superlativa, en la que entraron a jugar bandas como Roxy Music, Swing Out Sister (muy recomendable) o Spandau Ballet, entre otros. Pero hoy vamos a prestar atención a la voz de terciopelo de esta figura estilizada que llegó desde el corazón de África vía Reino Unido y en forma de canciones suaves como caricias.
La diva elusiva
Antes de empezar este recorrido, uno no puede evitar una cierta sensación furtiva de entrar en esa habitación en la que te dijeron que no entraras. La constante falta de interés de la cantante en hablar de sí misma hace que el mundo quiera saber más de ella. Sade es una de las personas famosas más silenciosas del planeta.
La nigeriana Helen Folasade Adu, este es su nombre real, acaba de cumplir 65 años llevados con una distinción muy propia de ella. Tenía 4 cuando su padre, un profesor nigeriano, y su madre, una enfermera inglesa, se separaron. Eso la llevó desde el continente negro hasta el condado de Essex. Probó las mieles del diseño y la pasarela lo justo para que impregnaran sus apariciones como artista desde las portadas al escenario. Comenzó a dar pequeños conciertos con la banda Pride, y los cazatalentos hicieron su trabajo y no tardaron en darse cuenta de su enorme potencial.
Seis semanas de grabación en los estudios Power Plant de Londres crearon el milagro de un disco que vendió millones de copias en el mundo. Fue el debut más vendido de una vocalista británica.
Después de ese éxito, llegó un segundo y esperadísimo álbum llamado Promise. El terreno ya estaba abonado y no tardó en arrasar “The Sweetest Taboo”.
Estuvo seis meses sonando sin parar en las radios del mundo. Otro récord. En este punto de su carrera llegó el Grammy al mejor nuevo artista y sus experimentos en el cine. Actuó en Absolute Begginers, de David Bowie, en 1986.
Un binomio imposible
En España llegó al codiciado número uno en los 40 con “Love is Stronger Than Pride”, del álbum casi homónimo, en 1988. Un disco que decidieron grabar en Bahamas. Buscaban impregnarse del espíritu exótico del archipiélago caribeño, y se consiguió. Hay inevitables referencias al blues, al soul y al R&B, pero con elementos africanos. Se ha convertido en un clásico que habla de ese binomio imposible de reconciliar entre orgullo y amor. Escucharla nos conecta con nuestra propia vulnerabilidad, y también con la capacidad de perdonar y superar los obstáculos, si se ama de verdad.
Las largas pausas entre álbumes convertían cada lanzamiento en noticia de primer orden. Ya en el siglo XXI, en 2000 salió Lovers Rock, que “solamente” recibió el Grammy al mejor álbum vocal pop. El trabajo comienza con los acordes mágicos de uno de esos temas que recuerdan incluso al Canon de Pachelbel en sus principios y cadencias: “By My Side”
No soy mucho de entrar en los entresijos sentimentales de nuestro firmamento musical, pero no puedo evitar comentar que durante algunos años y hasta 1995, nuestra estrella vivió en Madrid gracias a su matrimonio con el español Carlos Scola Pliego, un director de documentales. Ya en el 96 tuvo a su primer hijo, Izaak Theo Adu (nacido mujer) y gracias a esos cuarenta millones de discos vendidos tuvo la tranquilidad de saber decir basta.
Siempre el amor
Después de publicar "Lovers Rock" decidió hacer una pausa de una década para su crianza y se trasladó al Caribe. Solamente la vimos salir a la luz pública cuando en 2002 acudió al Palacio de Buckingham para recibir la Orden del Imperio Británico (OBE) por su contribución a la música. Ese mismo año –ya que salía– participó en el álbum Red Hot + Riot de la Red Hot Organization, un tributo al legado musical del icónico músico nigeriano Fela Kuti. Sade contribuyó con un remix de su éxito "By Your Side" y figuró como coproductora.
Ya en 2010 publicó junto a su banda “Soldier Of Love”.
A toque de corneta y con aire marcial comienza este número uno en Estados Unidos nada más salir. No puedo decir que le influyera su relación sentimental con un ex marine, pero lo cierto es que, aunque no tuvo la repercusión de sus trabajos anteriores, ya no hay mucho más que añadir al símbolo de la elegancia en la música en cuanto a su carrera.
En marzo de 2018, Sade y su banda, reunida una vez más bajo ese diminutivo de su verdadero apellido Folasade (“corona de honor”) nos trajeron "Flower of the Universe", una balada acústica que floreció en la banda sonora de la película de Disney Un Viaje en el Tiempo.
La directora Ava DuVernay, con un halo de esperanza que rozaba la fe, invitó a Sade a sumar su estilo al álbum, una petición hecha más desde el deseo que desde la expectativa real. Y ella aceptó. El cine y sus profundas emociones siguieron tirando de ella para otra canción, "The Big Unknown", creada para la banda sonora de "Viudas"
Siempre ha estado ahí. Ha contribuido más que toda la industria de la joyería a popularizar los pendientes de aro dorados. Los DJ de música house transformaron remixes de baladas de Sade en clásicos de club, y una multitud de artistas de hip-hop la han sampleado sin parar. En febrero de 2017, la marca de ropa urbana Supreme puso la imagen de la señora Adu en una camiseta de edición limitada muy codiciada, que podemos ver en el vestuario de Rihanna o Kanye West, por ejemplo.
Viral e intergeneracional
Pero lo que más han hecho por devolver su figura a la actualidad han sido los tatuajes. Todo comenzó por una mala crítica en Yelp sobre un tatuador de Brooklyn. Un cliente estaba enfadado, no porque su nuevo tatuaje tuviese faltas de ortografía, sino por la música de fondo durante su visita. "¿Por qué ponen música de Sade?", escribió. Resulta que para aquel cliente, era música adecuada para "la sala de espera de un cirujano plástico", no para un salón de tatuajes con estilo. El establecimiento, East River Tattoo, respondió en Instagram publicando una captura de pantalla de la crítica de Yelp junto a un subtítulo que decía: "Orgullosos de romper tus expectativas de lo que debería ser un estudio de tatuajes, todos los días de la semana". Claro, un ejército de cuentas que admiran a Sade corrió en defensa de la tienda, y no fueron pocas. El efecto viral estaba servido y miles de jóvenes ya saben quién canta esas melodías que tan bien acompañan al amor romántico, en todas sus vertientes.
Este tipo de cosas recuerdan a las nuevas generaciones algo que ahora cuesta mucho encontrar: en los 80 se experimentaba hasta con la elegancia sin miedo a fracasar.
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