Casi todas las biografías de estrellas del rock tratan de convencerte sobre lo especial que se sentían aquellos músicos antes incluso de saltar a la fama. Sus memorias tienden a ser una legítima búsqueda por empequeñecer sus vergüenzas y exaltar sus logros. No es el caso de William y Jim Reid, los hermanos escoceses que fundaron a principios de los 80 The Jesus & Mary Chain, una de las bandas fundamentales para entender el origen y la evolución de ese género tan abstracto e inabarcable que es el indie.

"No creo que hayamos nacido para ser famosos de verdad. A lo sumo, para una extraña versión marginal de la celebridad. Éramos demasiado tímidos para ser el centro de atención", confiesa William Reid en Incomprendidos: The Jesus & Mary Chain (Contra), el libro que recoge por primera vez la historia sin filtros del grupo.

Aunque son pioneros de los géneros que marcaron el nacimiento de la música indie, no hay un sitio claro para ellos. En su música están los inicios de sonidos como el post-punk, el shoegaze, el noise pop, el grunge o el britpop. Han influenciado directa o indirectamente a bandas como My Bloody Valentine, The Smashing Pumpkins, Blur o incluso Los Planetas, pero nadie diría que su nombre figura con letras doradas en la historia del rock, quizá lo haga más bien como una recurrente nota al pie.

Wiliam (izquierda) y Jim (derecha) Reid, componentes de The Jesus & Mary Chain, en la escuela (curso 1966/67)

Precisamente sobre esta condición de 'incomprendidos' oscila esta biografía construida a partir de una especie de conversación recogida por el periodista musical Ben Thomson en la que los hermanos Reid se responden y complementan un relato crudo en contenido, pero ágil y divertido en forma. Conociendo de primera mano su versión, podemos entender mejor, por ejemplo, cómo se ganaron la fama de ser uno de los grupos más odiados de la escena punk o por qué perdieron su condición de auténticos indies fichando por una multinacional como Warner.

The Jesus & Mary Chain: orígenes

El germen de The Jesus & Mary Chain, como el de tantos otros grupos británicos, llegó con el regalo de un tocadiscos y el descubrimiento de la música que hicieron unos años antes cuatro genios de Liverpool. "Daba igual que los Beatles ya no existieran como grupo; a mí me encantaban. Y fue la primera vez que la música supuso algo muy importante para mí y para William, y poco a poco empezó a unirnos más", recuerda Jim.

Aunque nacieron en Glasgow, pronto la familia Reid se mudó a East Killbride antes de que les pudieran echar de una vivienda social con baño comunitario. Allí los hermanos crecieron de forma paralelamente asimétrica. Mientras William se metía en una banda juvenil para sentirse aceptado y no ser invisible para las chicas, su hermano Jim, tres años menor, trataba de pasar desapercibido en una adolescencia sin muchos amigos. Ambos, tímidos crónicos, encontraron en la música la única salida interesante a la vida pobre e infeliz que muy probablemente les esperaba, trabajando en una fábrica de lunes a viernes y emborrachándose en el pub los fines de semana.

Con ello soñaban desde la distancia, los días que su padre les dejaba ver el programa Top of the pops, mientras el rock glam entraba en sus vidas. A William le gustaba Bowie, Jim prefería a Slade, después llegó el punk con The Clash y Sex Pistols y más tarde la epifanía que significó descubrir a The Velvet Underground.

"Lo que nos unía a Jim y a mí no era tanto que nos gustara el mismo tipo de música — en concreto el punk—, sino que hablábamos de ella... durante horas y horas", cuenta William. Y mientras charlaban sobre cómo serían sus hipotéticos grupos, cada uno el suyo, fue creciendo la idea del que terminarían formando entre los dos.

Gracias a las trescientas libras que les dio su padre al ser despedido de la fábrica de Caterpillar pudieron comprarse un cuatro pistas que se estropeaba cada dos por tres, una guitarra Gretsch Tennessean a un colega por 20 libras y un inestable pedal fuzz Shin-ei por otras 10 que terminaría por definir su sonido. Solo faltaba establecer los roles y un cara o cruz que perdió Jim determinó que él sería el cantante y William se quedaría con la guitarra, aparte de componer la mayoría de las canciones.

"No había nada de ese rollo de si tengo tanto talento por qué nadie se da cuenta. Todo era en plan agacha la cabeza e intenta pasar desapercebido" (Jim)

Como ocurre con casi todas los bandas icónicas, la elección del nombre tiene menos mística de lo que nos gustaría creer. Se le ocurrió a William en una lluvia de ideas y a Jim no le sonaba para nada a nombre de grupo, era perfecto para ellos.

Pero triunfar en una escena escocesa donde el post-punk brillaba por su ausencia no iba a ser tan fácil. Lo intentaron colocando en las calles pósters con montajes en los que oscurecían las ventanas de su habitación para fingir que estaban tocando en directo. La realidad es que para dar su primer bolo tuvieron que irse a Londres, donde Bobby Gillespie, batería de la banda y frontman de Primal Scream les había citado con el incipiente fundador de Creation Records, Allan McGee, que los fichó nada más escucharlos.

La maldición de vender su alma al mainstream

Otro de los temas que más controversia ha generado a lo largo de su carrera y sobre el que hablan largo y tendido los hermanos Reid es sobre la venta de su alma al diablo Warner. "Puede que en el 84 no quisiéramos seguir siendo un grupo indie, pero no porque tuviéramos aires de grandeza, sino porque preferíamos las botas de tacón de Marc Bolan a lo que fuera el equivalente de unas Birkenstock macrobióticas a comienzos de los ochenta", justifica Jim.

Cuando aquellos hermanos extravagantes de pelo rizado despeinado, introvertidos y algo colgados tenían la maqueta de su primer álbum, el duelo por sacarles enfrentó al sello por excelencia de la escena alternativa londinense, Rough Trade, y a la subdivisión que Warner acababa de sacar para seguir siendo relevantes en el underground, Blanco y Negro. Por muy raritos que fueran, ya sabían lo que era comerse los mocos y tocar para cuatro gatos, por muy contradictorio que pueda parecer viniendo de unos inadaptados, si habían apostado por dedicarse a la música era para convertirse en estrellas.

Póster casero de The Jesus & Mary Chain.

Jim habla sobre la "falta de ambición" que había por aquella época en la música indie, pero también con perspectiva reconoce el grave error que significó para ellos firmar con una multinacional. Para sacar Psychocandy (1985), tal y como lo habían concebido, tuvieron que prometer a Warner que en el siguiente álbum se dejarían meter mano.


"Es difícil decir esto sin que suene a thatcherismo, pero el problema de la música indie en el 84 era su falta de ambición" (Jim)

La realidad es que la multinacional se desencantó al ver el poco tirón comercial de la banda, relegando su posición en la discográfica a un segundo plano en el que les dejaban libertad para sacar su música, pero sin promoción ni relevancia real dentro de la firma. En ese momento, viendo lo que Rough Trade estaba haciendo con grupos como The Smiths, se arrepintieron de su decisión.

Padres no reconocidos del indie

Eran indies pero no lo suficiente, su actitud era punk pero también querían hacer pop y salir en televisión, pertenecían a una multinacional que no les hacía caso y al mismo tiempo su música estaba influenciando directa e indirectamente a los nuevos grupos que salían del underground, pero ellos no terminaban de ganarse la popularidad que creían que merecían.

"Había un tipo de mentalidad indie que casi rechazaba el éxito porque lo veía como algo demasiado ostentoso o vergonzoso. Creo que era una actitud muy de clase media, perpetrada por chavales que pensaban que era muy cool ir con ropa de mercadillo, cuando en realidad podían permitirse ropa nueva de Benetton. Ya sé que esto suena a pataleta, pero creo que es una diferencia fundamental. Los músicos de clase obrera que sabíamos lo que era no tener nada -como William, Douglas, Bobby o yo— no comulgábamos con esas chorradas. Queríamos ser superestrellas y nos daba igual que se notara, y eso atrajo hacia nosotros una hostilidad muy real", reflexiona Jim.

Jim Reid en el rodaje del videoclip de 'April Skies', 1987.

Ambos se preguntan en el libro por qué nadie se acordaba de ellos al reconocerlos como influencia. Reniegan del indie de entonces, pero igualmente se ven como padres no reconocidos del género.

Especialmente Jim recuerda con algo de despecho lo que pasó después de la Gira Rollerecoaster del 92 en la que intentaron emular las primeras giras punk en las que podías ver a la vez a grupos como The Clash, junto a otros que seguían sus pasos como los Buzzcocks o The Jam. En su caso, la gira juntó, bajo el apadrinamiento de The Jesus & The Mary Chain a Dinosaur Jr., My Bloody Valentine y Blur. Al pequeño de los Reid le molesta que no se le reconozca su función de lanzadera a los grandes escenarios para grupos como Blur, que en ese momento no eran tan populares como llegaron a serlo después.

Fueron los años del álbum Stoned & Dethroned (1994), que literalmente significa "colocados y destronados". La primera parte era porque se les ocurrió que podía ser buena idea grabar el álbum en un estado de embriaguez y colocón casi permanente. La segunda parte la explica Jim en Incomprendidos de manera bastante franca: "Era un reflejo de cómo nos sentíamos en esa época, y además fue bastante premonitorio, porque el proceso de grabación de ese álbum coincidió con los comienzos del britpop. Siempre nos habíamos sentido outsiders, pero cuando salió ese disco fue como si nos encerraran al otro lado de un muro y tiraran la llave. Lo peor fue que muchos de los grupos que estaban saliendo me gustaban bastante".

El grupo más odiado del punk

Estar en una banda de rock y tener que subirse a un escenario no era la posición más cómoda para dos personas con dificultades para relacionarse socialmente. La mejor solución pasaba por drogarse y emborracharse para soportar ese mal trago. El resultado fueron unos primeros directos caóticos y violentos con un ambiente hooligan en el que muchas veces el público solo iba a buscar pelea, incluso a veces eran los propios "fans" quienes querían pegar a los integrantes de la banda. Ellos no eran menos, destrozaban sus equipos y acababan contribuyendo a la espiral de violencia. Fue así como ganaron una merecida fama de problemáticos de la que nunca lograron deshacerse del todo.

"Una de las cosas de las que más ganas tenía de hablar en este libro son las horribles experiencias que hemos tenido al conocer a nuestros héroes" (Jim)

Luego estaba su actitud frente a los que habían sido sus referentes. A Ian Curtis, Jim lo puso verde en la televisión belga solo por llevarle la contraria al presentador, mientras Bobby Gillespie se liaba con su novia en el sofá del programa. Y al mismo tiempo, en el libro reconoce que amaba Joy Division y que su concierto como teloneros de los Buzzcocks en el Apollo de Gasgow del 79 lo recordará toda su vida.

En el estudio con Alan Moulder grabando 'Some Candy Talking' (1986)

Como cualquier grupo de la escena alternativa, los Jesus & Mary Chain idolatraban a Andy Warhol y lo que había hecho con la Velvet Underground. Pero cuando llegaron a Nueva York y este les invitó a su Factory, respondieron a la invitación con un soso: "Lo siento, Andy, no vamos a salir porque estamos agotados".

Peor fue su encontronazo con Iggy Pop, hicieron una gira conjunta y tuvieron algunos problemas con las pruebas de sonido, en la que la banda del cantante de Lust for Live apenas les dejaba tiempo para prepararse los conciertos.

"Estábamos sentados en el camerino intentando asimilar lo que acababa de suceder, cuando de pronto entró Iggy. Ese tío era mi ídolo, y claramente estaba allí para limar asperezas, porque su tour manager le había dicho: 'Ha habido un problema, pero si entras ahí y hablas con ellos seguro que se arregla', así que Iggy entró y dijo —y para que suene creíble hay que poner voz de Iggy—: 'Hola tíos, ¿puedo hacer algo por vosotros?'. Yo no sabía qué decir, porque me parecía que este tío al que tanto adorábamos nos había tratado de asco, pero tras una larga pausa me vinieron las palabras, y esas palabras fueron: '¿Qué tal si nos dejas probar sonido?'. Nos miró muy flipado y dijo: 'Joder, tíos, con las ganas que tenía de conoceros', y se fue. Me quedé hecho polvo", recuerda Jim.

El cantante también rememora el día que conoció a los Ramones: "Vinieron a un bolo nuestro en algún sitio de la costa oeste (seguramente San Francisco). Luego hubo una gran fiesta y dos de ellos se acercaron a saludarnos, pero yo me quede en un rincón pensando: 'No puedo, no puedo hablar con estos tíos'". "Así de pringaos éramos. Normal que no hayamos entrado en el Rock and Roll Hall of Fame", ironiza William.

Exceso de timidez y falta de autocontrol, drogas y mucho alcohol, todo ello contribuyó a que los escoceses desarrollasen la fama de antipáticos que les ha perseguido hasta ahora y que probablemente también tenga mucho que ver con lo mermada que acabó su reputación en aquella época.

La "versión Sundance" de los Gallagher

Aun así, la peor parte de tratar con dos personalidades tan difíciles se la llevaron ellos mismos. Ambos cuentan su versión de la pelea en aquella gira por Estados Unidos que provocó la separación del grupo en directo al pegarse sobre el escenario de un concierto en Los Ángeles en 1998.

Lo de tratarse a gritos, pelearse e insultarse no era nada nuevo entre dos hermanos que habían crecido acostumbrados a competir entre ellos. Pero la tensión se volvió inaguantable en un duelo de egos que dividía cada vez más al grupo al tiempo que se embarraba en otros problemas externos como la difícil relación con su discográfica o la sensación de irrelevancia.

William Reid sentado sobre su amplificador Marshall.

Jim se enganchó a la cocaína y a la falsa sensación de seguridad que esta le proporcionaba, William hizo lo propio con la marihuana y la paranoia. "Lo que realmente nos separó en los dos o tres últimos años de la primera etapa del grupo fue que el mecanismo de autocorrección de los primeros años dejó de funcionar. Y si al principio una bronca quedaba olvidada en cuestión de minutos, ahora se prolongaba durante semanas. Jim se ofendía por cosas que yo no creía haber dicho con ánimo de ofender, aunque quizá en el fondo sí. Se le quedaban grabadas, y como los dos estábamos siempre borrachos, y él se metía coca y yo fumaba porros, no había forma de comunicarnos. Aquello se había roto", explica William.

Una relación que recuerda inevitablemente a la otra pareja de hermanos que ha decidido volver a juntarse 15 años después, comparación que no pasa desapercibida para el hermano mayor Reid: "Cuando Oasis pegaron el pelotazo, era como si Liam y Noel fueran el remake hollywoodiense de nuestra pequeña peli indie sobre una rivalidad entre hermanos que, como mucho, tuvo buenas críticas en Sundance. Recuerdo que leí hace años una entrevista con Noel en la que venía a decir: 'Cuando estamos de gira, después de actuar todo el mundo se va a un club y yo subo a mi habitación a componer el nuevo álbum'. Pensé: 'Joder, así fue mi vida en los noventa'. componiendo canciones en su cuarto mientras el hermano pequeño está en el bar diciendo: 'Sí, nena, soy el cantante, venga, vamos'. Y a la mañana siguiente todo el mundo te pregunta: '¿Dónde te metiste anoche?'. 'Estuve en mi habitación tocando la guitarra y analizando la diferencia entre un acorde con séptima y uno con séptima disminuido'".

Pero como bien indica uno de los capítulos finales de Incomprendidos, "lo mejor de una separación es la reconciliación". Aunque puedan seguir insultándose el uno al otro, ambos se profesan cariño y admiración, Jim reconoce al final del libro que aprendió que no hacía falta emborracharse para salir al escenario y William también se confiesa sobre cómo la depresión lo dejó seco. Ambos volvieron a juntarse en 2007 gracias por la heterodoxa intercesión de su madre que les convenció de que por mucho que el mayor odie al pequeño, nunca será más de lo que el menor pueda odiar al mayor.

Desde entonces, los hermanos Reid han vuelto y no solamente para traficar con nostalgia. El lanzamiento de dos nuevos álbumes, el notable Damage & Joy (2022) y un más que aceptable Glasgow Eyes (2024), con giras incluidas, confirma que no han vuelto para estar de paso. Su sitio dentro de la historia del rock aún no está claro y seguramente nunca lo esté, pero si algo han sabido demostrar es que, por mucho que nunca se sintieran realmente especiales, la irrelevancia no va con ellos.