Nunca el nombre de un grupo ha sido tan certero y desafortunado al mismo tiempo como el de Big Star. De ser prácticamente unos desconocidos a una referencia de culto, sobre su música se asienta la base del power-pop de los 80 y los 90, pero en su día apenas vendieron unas cuantas copias de sus discos. Una historia maldita que, medio siglo después, ha encontrado su particular forma de justicia poética gracias al proyecto de un súper grupo formado por cinco amigos que, antes que músicos, fueron fans.

Ellos son Jody Stephens, único superviviente de la formación original, Mike Mills (R.E.M.), Chris Stamey (The dB’s), Jon Auer (The Posies) y Pat Sansone (Wilco). Todos ellos proceden de grupos que son, de alguna forma, hijos ilegítimos de Big Star, y un legado que empezó a reconocerse en los 80 y culminó en 2012 con el documental Big Star: Nothing Can Hurt Me (Magnolia Films).

"Es simplemente pura diversión, no hay otra palabra para describirlo", explica Jon Auer en conversación con El Independiente. Con el nombre de The Music of Big Star estuvieron girando el año pasado por nuestro país como broche de oro a la celebración del 25 aniversario de Houston Party. Dos conciertos, en Madrid y Barcelona que les dejaron con las ganas de volver, un año después, por el 50 aniversario de Radio City, el segundo álbum de estudio de la banda y en cuyo repertorio se incluye September Gurls, una de las canciones emblema del grupo.

Vigo, Barcelona y Madrid han sido las ciudades agraciadas con este homenaje tan especial a un grupo único que valora al público español como a ningún otro. "La gente conecta con la música en cualquier parte del mundo. Pero en España, la gente te demuestra que puede conectar, es como si realmente formaran parte del espectáculo. No es sólo la banda la que toca, es la energía que sale del público español y vuelve al escenario", destaca el músico.

"Entre los cinco hay mucha química, y todos tenemos la oportunidad de brillar, todos tenemos nuestras fortalezas y son complementarias, todos podemos tocar diferentes instrumentos, también podemos turnarnos para tocar. Somos como una pequeña pandilla de amigos, que además somos grandes fans de Big Star y nos encanta el rock and roll", asegura Auer. No se consideran una banda tributo, tampoco el grupo original, aunque cuenten con Stephens. "Creo que es la mejor versión posible de Big Star post Alex. Simplemente salimos ahí y nos lo pasamos muy bien. No lo hacemos por dinero, lo hacemos porque nos encanta".

El quinteto de The Music of Big Star en uno de sus conciertos en España. | Luis Troner

Big Star, una historia maldita

En los primeros Big Star de los 70 estaban Alex Chilton, Chris Bell, Jody Stephens y Andy Hummel. Cuatro chicos de Memphis amantes de la British Invasion y del folk americano. La tensión creativa se repartía entre Chilton y Bell, este último fue el primero en abandonar el proyecto, deprimido por la escasa atención que logró el grupo en sus primeros años y la rivalidad perdida que tenía con Chilton. Fueron una banda fugaz que, en solo dos años, les dio tiempo a sacar un exquisito álbum debut, #1 Record (1972), separarse y rejuntarse dos años después para publicar su segundo disco Radio City (1974), y volver a romperse antes de girar con él.

Después de Bell, Hummel fue el siguiente en dejarlo, pero Chilton y Stephens rearmaron la banda y grabaron otro álbum, Third. Y, como ocurrió con los anteriores, después de hacerlo volvieron a disolverse y sus canciones no fueron publicadas hasta cuatro años después, en 1978. Ese mismo año, Chris Bell murió a los 27 años, en pleno proceso de consolidación en solitario, al estrellar su coche contra un poste de luz.

En 1993, la enésima reunificación sustituyó al fallecido Bell y al retirado Hummel por Jon Auer y Ken Stringfellow, que venían de otro grupo llamado The Posies. Los nuevos Big Star giraron y siguieron sacando música, con su cuarto álbum de estudio In Space (2005), hasta que en 2010 Alex Chilton murió unos días antes de tocar en el South by Southwest festival.

Jody Stephens (izquierda) y Jon Auer (centro), junto al resto de la banda de Big Star en un concierto. | Luis Troner

¿Por qué no triunfaron? Una carta que se perdió

Si para la historia ha quedado escrita la frase de que todos los que compraron el disco de The Velvet Underground en su momento acabaron formando un grupo, lo mismo se podría decir de un grupo como Big Star. The Replacements, Teenage Fanclub, REM, The Posies, Weezer o Wilco, son solo algunos de los grupos cuya admiración por la banda de Memphis germinó en grandes canciones.

A pesar de haber gozado de buena crítica durante toda su carrera y de haber sido reconocidos como el eslabón perdido entre la música beat de los 60 y el power-pop de los 80 y 90, el éxito comercial se les resistió. El estar dentro de un sello histórico como Stax, que estaba pasando por una grave crisis estructural tampoco ayudó.

"La única razón por la que ese gran comienzo no tuvo éxito comercial fue por la falta de promoción. Sino cómo es posible que aquellas canciones fueran casi completamente ignoradas en los 70's y 30 años después la Rolling Stone coloque tres álbumes de Big Star en su top de los mejores 500 discos de todos los tiempos", reflexiona Auer.

A Jodi Stephens le gusta llamarlo "el plan de marketing de los 40 años". Y entre sus razones recuerda que, después del primer álbum, la banda no ofreció más de siete conciertos antes de que Chris Bell abandonara. Después, cuando se volvieron a juntar e hicieron Radio City, difícilmente llegaron a los 15 shows, antes de que el bajista Andy Hummel dejara Big Star. En total, queda un grupo que en sus primeros años, apenas tocó unos 20 conciertos en total.

"Puedes escribir una hermosa carta a alguien, poner todo tu corazón y tu alma en ella, guardarla en un sobre, ponerle un sello y mandarla por correo. Pero si nunca se entrega, nunca nadie la verá. Para mí, Big Star es esa carta que nunca se entregó correctamente, o que se perdió en el buzón", sentencia Jon Auer.

Ahora, gracias al sueño nostálgico de cinco viejos rockeros, esa carta parece haber encontrado por fin su remite, como una justicia poética tardía, en la que esa gran estrella ha vuelto a brillar.