Javier Díaz Garrido tuvo claro desde muy pequeño que quería hacer dibujos que contaran algo. Las ilustraciones clásicas, dice, le parecían un medio muy bonito, pero requerían una técnica que cree que no tiene. Así que decidió estudiar Arquitectura, con la idea de dedicarse después al diseño de portadas de libros, logos, identidades corporativas y, sobre todo, carteles. Decisión acertada. "La carrera me pasaba por encima, pero me enseñó a sufrir y a buscarme la vida. Parece una tontería, pero fue importantísimo. Mi mujer es arquitecta, así que lo sigo viendo todo de cerca, pero sin sudar y sin mancharme las manos", bromea.
Pero cuando se graduó España estaba en plena crisis. Así que lo de encontrar trabajo se complicaba. Visto lo visto, reunió sus ahorros y montó una empresa de camisetas. Empezaron fabricándolas con temática taurina, un mundo con el que está muy vinculado por "temas familiares", aunque admite que personalmente no es el "mayor seguidor". Pero el objetivo era otro. "Queríamos hacer iconos de la cultura española pero quitándole la caspa, con un poco de rock and roll. Cosas bonitas y tradicionales para acabar con el concepto de que lo de aquí es peor. Aquello no funcionó, pero es que en aquellos tiempos casi nada lo hacía", relata.
Díaz siguió dibujando hasta que conoció a José María Garzón y empezó a trabajar en el diseño de su proyecto, Lances de Futuro, dedicado a la organización, explotación y promoción de espectáculos, sobre todo taurinos. Ese fue el inicio de un largo camino que le ha llevado a colaborar con clientes de todo tipo: desde particulares y empresas hasta instituciones de la talla del Instituto Cervantes o el Teatro la Zarzuela, donde considera que ha pasado "los mejores años de su vida": "No me puedo sentir más orgulloso de haber formado parte de ese grupo. Ahora estoy terminando de dibujar esta temporada, que presentamos en mayo y seguramente sea la última para mí. Daniel Bianco, el director, se va y lo normal es que cuando viene un director nuevo traiga otro equipo. Pero ojalá contara conmigo, yo estaría encantado de quedarme el tiempo que hiciera falta", asegura.
Proceso creativo
A la hora de crear, el diseñador y el cliente actúan como contrapeso. Cada uno prioriza algo, pero no se puede olvidar que el objetivo último es vender algo. Por eso Díaz considera que el diseño no es un arte, sino algo técnico: "Desde que sales de casa hasta que vuelves has visto 10.000 publicidades. Así que la idea es ser capaces de retener la atención de la gente lo máximo posible para que te recuerden al llegar a casa".
El diseñador explica que el tiempo ideal para trabajar en un cartel varía entre las cuatro y las seis semanas. Las identidades corporativas, mucho más complejas, puede llevar en ocasiones años desarrollarlas. Pero el proceso es similar: después de las primeras reuniones con el cliente, Díaz pasa el borrador del diseño por el "filtro" de su mujer y algún amigo, antes de presentarlo. El último paso es adaptarlo a distintos tamaños. Con los carteles para el teatro, por ejemplo, se realizan más de 60 adaptaciones diferentes.
"Siempre hay una frase que me mata: 'La gente no lo va a entender'. Si lo entiendo yo, que no soy muy listo, seguro que la gente también. Es una idea elitista, la mayoría lo entiende y valora mejor que yo», asegura Díaz. Él mismo considera que ahora se arriesga menos a la hora de hacer carteles, aunque no lo considera necesariamente malo y desde luego no lo relaciona con falta de talento: "Ahora hay más y mejores diseñadores y cartelistas que en toda la historia. Hacen cosas complejísimas. Pero al final es, como en el fútbol, más importante no perder que ganar".
Carteles y política
"La política tiene juego. Los partidos tienen mucha producción, y cada uno tira para un lado, pero en general el diseño que utilizan es bastante bueno comparado con otros países», asegura Díaz, que tiene muy claro qué estilo cuadra más con cada partido y con cada líder político... salvo una excepción. "El cartel de Pedro Sánchez sería parecido a los carteles franceses de 1870. Muy estilizado, con tipografías manuales, al estilo bella vita. A Feijóo lo veo con algo más funcional, de estilo internacional y con letra helvética. Y el de Abascal lo vería algo revolucionario, punteado y con más rock and roll. Algo potente, que creo que le vendría bien también a Podemos. Y con Ciudadanos no tengo ni idea de lo que haría. Al final es verdad que cuanta más historia tengan y más posicionados estén es más fácil", comenta Díaz.
Aunque su padre es el director de cine Agustín Díaz Yanes, el diseñador cuenta que solo ha podido hacer un cartel para una de sus películas. Lo ha intentado también en el resto, pero las productoras, a quienes corresponde la decisión, suelen rechazárselos. La excepción fue Solo quiero caminar (2008). "En ese caso querían presentar algo especial, una película de autor y distinta, así que hubo más acercamiento. Fue una maravilla, me encantó hacerlo. Siempre pensé de pequeño que le haría los carteles a mi padre, pero cuando crecí me di cuenta de lo difícil que sería meter uno", relata.
Cuando falta inspiración, algo inevitable en un trabajo como el suyo, tiene muy claro el mejor consejo que puede dar: "Hay que tener un buen disco duro. Ver y conocer todo lo que puedas, sobre todo ahora que es tan fácil, para tener una gran biblioteca de recursos. Luego hay veces que te desbloquea tu propio cliente, o tu mujer o tus padres. El problema es cuando te vienes arriba y crees que lo que has hecho es fantástico y no se puede tocar", concluye entre risas el diseñador, que admite que incluso él mismo ha cometido alguna vez ese error.
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