A veces cuesta articular palabras. No sabemos qué decir. No nos viene la réplica. Es difícil elegir las frases adecuadas. Más complicado aún mantener una conversación coherente, con sentido, respetable. Hay que tener en cuenta, además, los estados de ánimo. Las penas y las alegrías, la euforia y, por supuesto, el conocimiento del tema. No es lo mismo hablar de las vacaciones que de política o de física cuántica.
Y aún así, muchas veces los silencios imperan. Se crean huecos en el discurso. Entre lo que digo y lo que pienso, lo que expreso y lo que siento.
Es verdad que hay auténticos expertos en oratoria. Son Los que hablan. Pero no es el caso de los personajes de Pablo Rosal, magníficamente interpretados por Malena Alterio y Luis Bermejo. Cambian de registro, son capaces de encontrarle las cosquillas a los matices de lo que dicen, pero también de lo que callan. Puede que no den con la palabra adecuada, que debieran usar otras, quién sabe. El caso es que queda al descubierto la dificultad de comunicación entre las personas.
Y hablamos (hablamos aunque lo escribamos) de dos personas. Imaginen si en la conversación hubiera (o hubiese) cuatro, cinco, siete, quizás una multitud, la humanidad entera. No habría quién se enterase entre tanto galimatías, como tampoco dos personas, dos únicas personas se entienden.
Te hablo y me contestas, sí, pero sé que tu mente está en otro sitio. Estás lejos, dicen más tus ojos que tu voz. Estás lejos y aunque estés conmigo estás ausente. “Me gusta cuando callas, porque estás como ausente”, ya saben; el poeta siempre lo ve de otro modo.
Como lo ve y lo percibe de forma diferente Pablo Rosal. Podríamos hablar de teatro del absurdo, pero no lo es tanto. ¿Cómo decirte lo que siento, lo que me pasa, si cuando me miras pierdo la noción de la expresión?
¿Cómo estás? No seré capaz de responderte. Eso conlleva toda una disertación física, anímica, emocional, que solo puedo resumir en un “bien”. ¿Cómo estás? Si respondo que bien y estoy mal, no está bien y si respondo que mal y estoy bien, está mal.
Por otro lado, hablamos y hablamos y luego, más adelante, nos desdecimos, nos arrepentimos, no quise decir eso, y aunque lo deje por escrito tampoco tiene gran credibilidad o no tiene el valor que yo le doy porque tú le das otro.
Conclusión: las palabras, el diálogo, ¿sirven para aclarar, para acercar o para crear nuevos abismos de incomunicación?
Se escribe y se habla de la historia. Pero el futuro no tiene palabra.
Quiero que algún día podamos entendernos, aunque el silencio incómodo impere. Hemos venido a escuchar a Los que hablan, y resulta que nosotros estamos reflejados en ellos sin haber abierto la boca para nada. Solo para admirarlos y acabar diciendo para nuestros adentros, ¡hay que ver lo que hablan!
LOS QUE HABLAN
Texto y dirección: Pablo Rosal
Intérpretes: Malena Alterio y Luis Bermejo
Una producción de Teatro del Barrio. Hasta el 28 de mayo en Madrid
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