El placer de leer, la posibilidad de escuchar. Hubo un tiempo en que se valoraba tener un buen libro entre las manos, y no digamos ir haciéndose uno su propia biblioteca. Pero llegaron los tiempos de la inmediatez y lo digital, de la intrascendencia y la búsqueda sistemática de resúmenes de todo en Google.
En este mundo donde los niños crecen con móviles y pantallas táctiles, seguirá existiendo la posibilidad de pasar unas horas leyendo un buen libro. La belleza escondida entre las palabras. Pareciera que José Sanchis Sinisterra, como autor, nos remitiera con El lector por horas a tiempos pretéritos en los que dar con una buena historia, con un buen poema, fuera como entrar en la Capilla Sixtina de la cultura.
En El lector por horas, hay, a su vez, muchas lecturas. Y cada uno debe interpretar la propuesta a su manera. No solo una persona, ciega en este caso, necesita que le lean las mejores páginas de la literatura universal, también el lector busca la fuente de sus desasosiegos, de redimir su pasado, y el padre seguir sintiendo su halo protector, que es capaz de controlar la vida de los demás, aunque no sean personajes de novela.
Los tres, la hija, Mar Ulldemolins, el lector, Pere Ponce y el padre, Pep Cruz, ocultan sus miedos y, al mismo tiempo, quieren desnudarse, dejar de estar ornamentados por un vacío existencial que les impide relacionarse en libertad y sin tapujos.
Carles Alfaro dirige esta sesión de desencuentros que solo es capaz de unir un libro, la música de un piano y, quizás, una comunicación con el exterior de la que carecen los tres personajes. Vuelven a un pretérito que no deja entrar al presente. Saben que cada libro, cada lectura en voz alta, cada argumento y cada situación son un soplo de vida. E intentan suplantar sus carencias con la culminación de aquellos que escribieron sus ficciones.
Tendrán que mirarse en el espejo roto, tendrán que mojarse bajo la lluvia y tendrán que comprender qué es plagio, copia, o vida propia.
Sanchis Sinisterra no da nada por sabido. Nos invita, como si leyéramos una novela, a que nos imaginemos los recuerdos de cada uno, las rupturas, los sobresaltos, las lágrimas ocultas y las distancias que los separan.
“Un libro se ha de abrir en algún aire”, escribió Ida Vitale. Porque un libro es un fruto, un imán, una luz, el contenido de un hueco, la rama de un árbol, alimento de un cuerpo etéreo y solo los libros hablan mientras callan. Voces en la lejanía que te rescatan y te impiden perder la memoria.
EL LECTOR POR HORAS
Texto: José Sanchis Sinisterra
Dirección: Carles Alfaro
Reparto: Pep Cruz, Pere Ponce y Mar Ulldemolins
Una producción de la Sala Beckett, el Teatro de La Abadía y el Institut Valencià de Cultura con la colaboración del Festival de Otoño de Madrid
En el Teatro de La Abadía hasta el 17 de diciembre
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