De Carmen Díez de Rivera y de Icaza se han dicho muchas cosas, que fue amante de Adolfo Suárez y de Juan Carlos I, o que sus méritos políticos responden más a sus apellidos y a su belleza que a sus capacidades. En el extremo opuesto de la especulación, también se dice que fue la principal ideóloga en la sombra, persona clave para la implantación de la democracia en nuestro país. Dejando a un lado los rumores y lo que se dice o se deja de decir, lo que está claro es que la sociedad española tiene en este "famosamente desconocido" personaje un filón incomprensiblemente inexplorado para repensar uno de los episodios más cuestionados de nuestra historia reciente: la Transición española.
Esto es lo que explora la obra de teatro Carmen, nada de nadie, escrita por Francisco M. Justo Tallón y Miguel Pérez García, y dirigida por Fernando Soto, que se estrenará el próximo 17 de enero en la sala Margarita Xirgú del Teatro Español. En un momento en el que el legado de la Transición y sus protagonistas pasan por sus horas más bajas, la recuperación de Carmen Díez de Rivera como icono feminista de la época trata de reanimar, de alguna forma, la ilusión de un tiempo en el que se creyó que una España mejor era posible.
"Carmen Díez de Rivera representa un ideal, una utopía que muchos perseguimos, que es la igualdad social, esto es lo que representa la lucha de Carmen. Su historia es una excusa para hablar del significado de este ideal", explica en su presentación el director de la obra, Fernando Soto.
Hace tan solo unos meses se estaba representando en el Centro Dramático Nacional, Iribarne, una sátira revisionista con un tono diametralmente opuesto sobre otra de las figuras clave en el cambio de régimen, Manuel Fraga. El estreno de Carmen, nada de nadie continúa este diálogo sobre la Transición en un espacio de debate más abierto que nunca, también sobre las tablas.
"No es un biopic, lo que se explican aquí son las causas de esta mujer. Un personaje complicadísimo, poliédrico y contradictorio.", aclara Mónica López, actriz que encarnará a Díez de Rivera en la obra. Los escritores de esta ficción de inspiración histórica se han servido de una vasta documentación basada en los escritos de Paco Umbral, responsable del sobrenombre de "musa de la Transición"; de Manuel Vicent (El azar de la mujer rubia, Alfaguara) y de Ana Romero (El triángulo de la Transición, Planeta). La periodista y biógrafa de Díez de Rivera fue, de hecho, la única que tuvo acceso a sus diarios, quemados por expresa petición de la autora después de su muerte.
A partir de ahí, se inventan una ficción, al estilo de tragedia griega en la que la heroína se sobrepone a su propio destino tras un desolador descubrimiento familiar. Concretamente, la trama de la obra parte de los recuerdos de su protagonista en el lecho de muerte y se centra en los días previos a la legalización del partido comunista, como el simbólico acontecimiento que consumó el gran cambio político en España, y en el que mucho tuvo que ver la influencia de Díez de Rivera. Entre medias, se producen varios saltos al pasado en los que participan el resto de personajes: Adolfo Suárez (Oriol Tarrasón), Juan Carlos I (Víctor Massán) y su madre Mª Sonsoles de Icaza y de León (Ana Fernández).
"La obra pretende mostrar a una mujer luchadora que está a punto de morirse y viene a un teatro a contarte una historia", incide Soto. Para el director se trata de "un personaje muy quijotesco en el sentido de lo utópico, que lucha por algo que no sabe si se va a hacer efectivo". Y partiendo de esa romántica idea, la obra busca en el ejemplo de Díez de Rivera, una nueva razón por la que recordar las cosas que sí se hicieron bien durante aquellos años.
Carmen Díez de Rivera, una vida marcada por la tragedia
Para algunos fue una razón de mérito y para otros todo lo contrario, pero los orígenes aristócratas jugaron un papel fundamental en la vida de Carmen Díez de Rivera. Hija de Francisco de Paula Díez de Rivera y Casares, VI marqués de Llanzol, y Mª Sonsoles de Icaza y de León, a los 17 se enteró de que su padre no era su padre y de que su primer amor era en realidad su hermano. Su familia le había ocultado que su nacimiento fue producto de la aventura de su madre con el ministro de Franco, Ramón Serrano Suñer. Tuvieron que contárselo cuando descubrieron sus planes de boda con el hijo de su padre biológico, Ramón Serrano Suñer Polo.
La mentira y el dolor de ver cómo su amor era visto como una aberración provocaron en Carmen una herida casi imposible de cerrar que la acompañó durante el resto de su vida. Huyó de la pena internándose en un convento carmelita y, cuando se dio cuenta de que no era lo suyo, se fue a Costa de Marfil, donde estuvo tres años realizando labores humanitarias.
A su vuelta encontró trabajo en la Revista de Occidente y estudió simultáneamente la carrera de Filosofía y Letras y la de Ciencias Políticas, especializándose en Relaciones Internacionales, como una de las alumnas más brillantes de su curso, pasando también por Oxford y La Sorbona. Trabajando en Radio Televisión Española entabló amistad con Adolfo Suárez, gracias a quien terminaría siendo la primera mujer en dirigir el Gabinete de la presidencia del Gobierno, desde donde presionó para que se produjeran importantes avances como la legalización del PCE.
Su carrera política estuvo marcada por idas y venidas, pasando entre formaciones como Unión Social Demócrata Española (USDE), Partido Socialista Popular (PSP), el Centro Democrático y Social (CDS), para terminar recalando en el PSOE como eurodiputada. Pero siempre mantuvo su independencia y libertad a la hora de elegir qué causas defender, definiéndose a sí misma como "ecosocialista".
En el Parlamento Europeo continuó defendiendo con su habitual terquedad los ideales en los que creía, hasta que un cáncer de mama se la llevó de este mundo en 1999, a los 57 años.
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