Estamos en 1492. Hay un macho que reivindica su condición de Macho; es mentira, dice, que los hombres tengan una parte femenina o viceversa. Bueno, esto no lo dice, lo imagino yo mientras Alberto San Juan me cuenta las vicisitudes y los vientos de decisiones que se tomaron históricamente, desde 1492 y antes, y luego, y siempre. 

Parte de un don Juan Tenorio y un don Luis Mejía en liza, presumiendo cada uno de sus conquistas, de sus violaciones, de sus asesinatos, de su hombría, desde los cuales contemplan a los demás por encima del hombro. 

De sus conquistas. Desde 1492, desde que los Reyes Católicos, más católicos que nadie, expulsan a judíos y árabes. Desde que se crecen en la pureza de la raza, (¿no les suena eso de algo?), desde que al pasado se le despoja de la memoria, y llevamos siglos intentando recomponernos. 

Alberto San Juan comienza siendo Alberto Don Juan, sin inocencia ni arrepentirse de sus hechos, para relatarnos verdades blancas, que muchos sabemos, pero que no todos quieren reconocer. Los Machos, los españoles por encima de los demás, los que escribieron la historia sin dar opción a que otros opinaran, porque esa es su verdad, y es la auténtica. Desde el tiempo de hoy, arrastrando aquellas acciones, nuestras consecuencias, legitimados sin que nadie ose toser lo establecido, lo puro, podríamos decir que hasta lo divino, por gracia de Dios. 

¡Qué gran interpretación del “Vivo sin vivir en mí” de Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada! Y de todo el texto, acompañado por La Banda, formada por Claudio Casas, Miguel Malla, Gabriel Marijuan y Pablo Navarro, que hacen del espectáculo, entre la voz de Alberto San Juan y la música, poesía desgarrada, social, mística, histórica y hasta de acción.  

Un monólogo liberador

Es un montaje de tragaluz y liberación, Macho grita. Ese macho grita cuando se ve acorralado, cuando entiende que no tiene razón y piensa que la voz altisonante se la dará, cuando quiere evadirse y sale por peteneras porque no tiene argumentos sólidos, cuando quiere provocar también, sabiéndose (o creyéndose) el macho alfa, el dominador de la masa, de los cobardes, de los perdedores, de los inmaduros. 

Un momento de la representación de 'Macho grita'. | Teatro Pavón

Macho grita, el monólogo, singular y sincero, no el personaje que representa el magnífico actor, no es una lección de historia, ni una opinión sesgada. No sigue unos cánones académicos, que tampoco los queremos ni nos hacen falta. Es el reconocimiento de que en varios siglos hemos cambiado muy poco, dando pasos adelante, pero volviendo constantemente a desandarlos, caminos en donde seguimos tropezando y se nos hace cuesta arriba entender que lo llevamos tan arraigado que da miedo. Y deseando que nadie nos delate ni nos expulsen, que no nos lo merecemos. 

MACHO GRITA

Texto escrito en diálogo con Esther Pascua, Fernando Guerrero y Ángel Luis Lara

Reparto: Alberto San Juan

Músicos: Claudio Casas (guitarra), Miguel Malla (saxo y teclado), Gabriel Marijuan (percusión) y Pablo Navarro (contrabajo)

Dramaturgia y dirección: Alberto San Juan

Una producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y EQM

En el Teatro Pavón hasta el 25 de marzo