España tiene un mapa de sangre, de muertes, de enfrentamientos, que es difícil de borrar, porque todo empezó en 1936, quizás antes, y duró 40 años y aún se siguen viendo esas manchas vertidas en esta piel de toro donde hubo demasiadas víctimas, excesivas venganzas, tremendas represalias.
La historia nos la contaron como querían los vencedores, pero, al final, salen a la luz otras señales que quisieron ocultar, o directamente, se falsearon.
Pero hay que afrontar esos hechos con toda la garantía objetiva de la que seamos capaces. Aunque duela. Aunque algunos consideren que no es bueno recordar. Yo creo que sí. Hay que saber, hay que conocer, hay que escuchar, hay que confrontar, porque no se deben cometer los mismos errores, porque no se debiera repetir nunca más en ningún lugar ni país del mundo.
Hay que perder la guerra. Pero perderla para siempre, donde nunca nadie pueda volverla a encontrar. Porque incluso los vencedores acaban perdiendo. Una guerra es una pérdida constante. Se pierden las ideas, se pierden los familiares, los amigos, se pierden las formas, se pierden el sentido común, se pierden ciudades, credibilidad, naturaleza, se pierde sensibilidad.
Palabra y silencio
Y, ante todo, 1936, el montaje que está llevando a cabo el Centro Dramático Nacional en el Teatro Valle Inclán, a partir de textos de Albert Boronat, de Juan Cavestany, de Juan Mayorga y de Andrés Lima, que también dirige esta soberbia puesta en escena donde no solo se informa, sino que se representan hechos sucedidos, se muestran discursos y personajes protagonistas de aquella guerra cruenta y sin sentido, en donde también hay emoción, hay desgarro, hay alianzas y muertes, hay palabra y silencio, miedo, constatación de hechos, donde está la terrible realidad de una guerra que no se nos puede olvidar.
No es suficiente suspirar y mirar entre los dedos como cuando algo nos produce rechazo o espanto, horror, aprensión. Aquí podremos ver causas políticas, ideas encontradas, fanatismo, conspiraciones, pero también el hambre, el miedo, el terror más bien, la desesperación, la soledad, el compañerismo, las intrigas interesadas, la devastación desolada.
Y para ello, unos pocos intérpretes encarnan un buen y nutrido número de personajes protagonistas de aquellos truculentos años: Franco (Juan Vinuesa), Queipo de Llano (Antonio Durán “Morris”), La Pasionaria (Alba Flores), Largo Caballero (María Morales), Calvo Sotelo (Paco Ochoa), Primo de Rivera (Blanca Portillo), la propia señora Guerra (Natalia Hernández) el general Yagüe (Guillermo Toledo) y Azaña, Clara Campoamor, Rosario La Dinamitera, Alfonso XIII… y un sinfín de personas conocidas y anónimas y en su representación, el Coro de Jóvenes de Madrid, que adquieren un rol muy relevante en esta magnífica representación.
Aunque solo sea
Son inevitables las sombras en un periodo tan escabroso como la Guerra Civil española. Pero aún hay familias que no descansan en paz. Esto no es una letanía. Pero hay que saber, hay que sentirse atónito de lo que una guerra puede llegar a desencadenar.
Los días se hacen eternos y la muerte acecha, las noches son frías y hay que secarse las lágrimas que brotan lentas. A pesar de guerras despiadadas tenemos que seguir aprendiendo qué es la libertad. No podemos dejarnos invadir por la tristeza, nuestra lucha es el diálogo, los versos, las canciones, los libros, el teatro, este teatro, los abrazos, los sueños sin cortapisas, por encima del caos y de los odios.
Quizás esto no sirva para detener la guerra, pero sí para tomar conciencia, para querernos un poco más, pese a todo, aunque solo sea, que la luna nos escuche y con su luz ilumine lo que ayer solo fue muerte y catástrofe. Hay que perder la guerra.
1936
Textos: Albert Boronat, Juan Cavestany, Andrés Lima y Juan Mayorga
Reparto: Antonio Durán "Morris", Alba Flores, Natalia Hernández, María Morales, Paco Ochoa, Blanca Portillo, Guillermo Toledo, Juan Vinuesa y Coro de Jóvenes de Madrid
Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan
Iluminación: Pedro Yagüe
Composición musical: Jaume Manresa
Caracterización: Cécile Kretschmar
Documentalista: Llorenç Ramis Garcia
Dramaturgia: Albert Boronat y Andrés Lima
Dirección: Andrés Lima
Una producción del Centro Dramático Nacional, Check In Producciones y El Terrat
En el Teatro Valle Inclán hasta 26 de enero
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