Dejaron sus pertenencias antiguas, aunque conserven su memoria. Saben, o creen, que esto es provisional, que ahora tienen que humillarse ante un trabajo que es una incógnita, que están expuestos a los vaivenes de la ciudad, de los caprichos de una dirección donde entregar una mercancía que desconocen y tampoco se cuestionan, y lo hacen con sus canciones, con su idioma, con sus nombres extranjeros y su anochecer entre ellos mismos. 

Son Los de ahí, esos que se agrupan bajo una marca, con una bicicleta o un patinete como medio de transporte, que en las horas de espera se cuentan sus historias, pero no del todo, porque no hay que sincerarse de buenas a primeras con cualquiera, aunque sean compañeros de penurias, de humillación en muchos casos, de precariedad laboral y familiar, cuando no emocional y sentimental. 

Pero guardan su sentido del honor. Se respetan. En el orden de llegada, y en la jerarquía de su experiencia. Por eso se venera a Eduardo, que no está, que no aparece, que no sabemos de él, puede ser un Godot o es que, más cruelmente, haya desaparecido bajo extrañas circunstancias. 

Lumpen monitorizado

Los de ahí, que van consumiendo su juventud, esto no puede ser para toda la vida, seguro que no, en este barrio marginado, casi un estercolero, donde una máquina, ¿podría ser una especie de Gran Hermano?, les marca dónde tienen que ir, qué es lo que tienen que hacer, hasta dónde van a llegar, si antes no se les desvencija la bicicleta, los ánimos, las relaciones, antes de que empiecen a formar parte del propio basurero, quizás de estas trincheras donde se combaten entre ellos mismos, pero donde también se ayudan a modo de campamento solidario. 

Claudio Tolcachir firma el texto y la dirección de esta parcela fronteriza entre el mundo económico y el submundo de la necesidad. Lo interpretan con solvencia y garantías Nourdin Batán, Fer Fraga, Malena Gutiérrez, Nuria Herrero y Gerardo Otero. Trascienden en una guerra interna de dolor personal. Todo el vínculo que ahora tienen desaparecerá cuando cada uno inicie un camino nuevo, en la búsqueda renovada. A pesar del escepticismo imperante, su amistad languidece cuando ya no hay trabajo y entienden que Eduardo no aparecerá nunca más y que la máquina empresaria no les proporcionará más sustento porque ya no existe.

Servidumbre involuntaria

Mas no nos centremos solamente en este tipo de empleo. Hay muchos otros oficios que nadie desea ni nadie quiere, pero son el medio para subsistir. Recaderos (sin eufemismos), limpiadoras de aseos, cargadores, basureros, chapuzas, poceros, comerciales… y podríamos ampliar la lista a escritores, profesores, explotados camareros, cuidadores de enfermos terminales… solícitos siempre, entregados, corteses, pero condicionados por la supervivencia profesional.

Los de ahí, hay muchos submundos dentro de la sociedad. Solamente tenemos que apercibirnos de dónde están, con quién se relacionan, adónde quieren llegar, qué pretenden del futuro, porque no pueden confiar solamente en la suerte, y tendrán que pelearlo, llamar a muchas puertas y encontrarse muchos rechazos, pero ellos son los auténticos forjadores de imperio

Y si nos damos cuenta, si observamos solo un poco, también cada uno de nosotros, somos Los de ahí, para otros, para los que no están en nuestras mismas actividades ni en nuestro plano profesional. 


'Los de ahí', de Claudio Tolcachir, en el Teatro María Guerrero (CDN) hasta el 9 de marzo