Primero robaba estrellas. Ahora, el sueño. Malos tiempos para el color azul. Malos tiempos para las últimas luces led. En los últimos meses se han popularizado productos, como gafas y filtros, destinados a reducir la cantidad de luz azul que reciben nuestros ojos.
En determinadas publicidades se ha llegado a apelar a la "toxicidad" de determinadas longitudes de onda para nuestra visión. Otras personas achacan sus problemas para dormir a las farolas blanco-azuladas y las pantallas de los móviles.
Se conoce desde hace tiempo que "la luz, especialmente cuando se trata de luz azul (longitudes de onda entre 460 nm y 480 nm), produce una mayor supresión de la secreción de melatonina, hormona que causa somnolencia", sentencia el doctor Diego García Borreguero, director del Instituto del Sueño. Digamos que es la luz del amanecer, asociada a "nuestro nivel de vigilia y de rendimiento".
Lo que están cambiando son nuestros hábitos antes de ir a la cama, el acompañarnos siempre de pantallas led y la iluminación de los barrios residenciales. Todo al azul. Como ha señalado ya El Independiente, las nuevas luminarias de led blancas "son en realidad azules, a las que se les añade una capa de fósforo para que reemitan en el blanco", en palabras del físico Alejandro Sánchez, del IAA/CSIC.
Responsable del proyecto Cities at Night, asegura que ha podido comprobar cómo "en Roma, en NY, Boston o Quebec ha habido muchas quejas por tener una luz tan blanca", ciudades que han sustituido sus farolas naranjas por las blanco-azuladas.
Antes dormíamos a intervalos
Pero, ¿es para tanto? Es cierto que no estamos acostumbrados a frecuencias de luz azulada por la noche. En realidad, ninguna más allá del fuego, que hace miles de años que nos acompaña. "Nuestros antepasados no conocían la luz eléctrica", apunta García Borreguero. "En nuestras latitudes, en invierno, la noche duraba 16 horas y el día escasamente 8 horas. En verano este ciclo se invertía. En ausencia de toda luz artificial, el ciclo de sueño se acompasaba a la duración de la oscuridad".
Algo ha cambiado, sin embargo, en nuestra evolución. Antes, dormíamos a trozos: "dos episodios largos, con una duración combinada de 8,5 horas. El primer episodio de sueño se iniciaba en invierno aproximadamente a las 20h. y duraba de 4 a 5 horas. Tras un periodo de vigilia de hasta 2 horas a mitad de la noche, se producía otro periodo de sueño de aproximadamente 3 horas".
En verano, el ciclo de sueño era levemente más corto, y la pausa de vigilia intermedia era muy breve.
¿Qué ocurre hoy? Nos hemos acostumbrado a luces artificiales. Las de tungsteno (bombillas incandescentes, ya fuera de fabricación), "tenían una temperatura de color de unos 2.500 K", apunta Sánchez. Cuanta más baja es esa temperatura, más rojizo es el color. Las velas están en los 1.000º K. Una lámpara led actual blanca emite en los 5.000 K, como el Sol de mediodía.
Una pantalla de tableta o móvil generalmente se compone de una matriz de ledes orgánicos. Los materiales son capaces de emitir en rojo, verde o azul. La suma de los tres da la luz blanca. Dependiendo de cómo estén calibrados, tenderán a devolvernos una pantalla más rojiza o azulada.
En 2014 empezaron a publicarse estudios que relacionaban la calidad del sueño, con acompañarse de pantallas led. Científicos de la Universidad de Bergen (Noruega) correlacionaron el uso del móvil, el portátil o la tableta antes de irse a la cama con problemas para dormir placenteramente. Algo, en la línea con lo estudiado antes por el doctor Charles Czeisler, quien observó que nuestros ritmos circadianos, el reloj biológico del sueño, se altera con la luz artificial.
Sin el móvil en la cama
"El efecto de este tipo de luz depende de la distancia a la que se encuentre el dispositivo de emisión de nuestros ojos", matiza García Borreguero. "Es mayor en dispositivos electrónicos (teléfonos, ordenadores portátiles, tablets, etc). Sin embargo, la luz blanca nos es igualmente útil para ver, leer e identificar objetos, por lo que, en las horas previas a dormir, es preferible su utilización a la de la luz azul".
Existen aplicaciones y versiones de los sistemas operativos de móviles que permiten cambiar la temperatura de color o autoajustarla según la hora del día. Más azulado por el día, más rojizo por la noche.
También ha aparecido en el mercado un tipo de filtro protector para las pantallas. Un invento patentado por la UCM y su profesora de Óptica Celia Sánchez-Ramos, apoyado en una tesis dirigida por ella. En él se llega a hablar de fototoxicidad de la luz azul y muerte celular. Eso ha hecho que el producto haya ha sido objeto de críticas entre distintos profesionales o la OCU.
"Su impacto en la salud está aún en fase de estudio", reconoce Alejandro Sánchez, aunque él está entre quienes prefieren tener cautelas, ya que la tecnología led en iluminación es muy amplia y "se ha adoptado muy rápido", sin estudios de impacto (ambiental, fundamentalmente). Hay trabajos que van en esa línea, aunque, sueño aparte, están por contrastarse daños celulares agudos en humanos fuera de laboratorio.
Legalmente, desde 2009 hay normas fotobiológicas que regulan la emisión en el azul. Pero las mediciones se realizan en rangos de luminancia de casi 500 lux. Una pantalla sobre nuestra cara no debería superar los 100 lux.
Así pues, más allá de los colores, la recomendación médica es clara: hay personas que claramente pueden ver afectado su sueño por acompañarse de una fuente de luz al meterse en la cama. Los móviles hacen inciden directamente en células que informan al "reloj biológico que nos dice de cuándo es de día y cuándo de noche", señala García Borriquero.
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