María afirma que jamás pensó en suicidarse, aunque cada noche al acostarse deseaba en silencio no despertar al día siguiente. Quería morir porque para ella la vida era un infierno. En el maltrato al que la sometía su marido había palizas y violaciones pero, sobre todo, continuas humillaciones. “Yo no podía salir ni a comprar, no era dueña de nada, tenía tanta ansiedad que me pasaba el día comiendo y durmiendo, odiaba mi vida y creía que siempre iba a ser así”, recuerda. Hace un año que María decidió romper con el encierro que la mantuvo seis años a merced de su maltratador entre cuatro paredes.
El maltrato de María se basaba en palizas, violaciones y, sobre todo, continuas humillaciones
María tampoco imaginaba que en 365 días se habría ido a vivir con otro hombre del que estaría enamorada de verdad, ni que estaría viviendo una relación basada en certezas y tranquilidad en lugar de en inseguridades y miedos. Su camino ha discurrido rápido, no siempre es así. La recuperación emocional es una carrera llena de obstáculos.
El primero es el más alto. Decir basta. En el caso de María, cuyo nombre en realidad es otro, no hubo una paliza que desencadenara la denuncia. “Una noche le pedí por favor que me dejase ir con unas amigas a un concierto al lado de mi casa. Hacía tanto que no salía y me lo estaba pasando tan bien… Y de repente él llegó y me dijo que nos íbamos. Le dije que no y se puso violento. Conmigo, con mis amigas y con todo el mundo, incluso le rompió un dedo a uno de los camareros”. Sus amigas la convencieron y del concierto fue directa a la comisaría. “Esa noche volví a casa porque él durmió en el calabozo, pero al día siguiente él salió y yo ya no pude volver. Tuve que dejar allí mis cosas, mis gatos… y esconderme en casa de una amiga”.
Denunciar sin las marcas de una paliza
Sin moratones, marcas o huesos rotos, las denuncias por violencia de género pierden fuerza. Es muy raro que el juez dicte una orden de alejamiento y normalmente es la mujer la que tiene que buscar dónde ir. En muchos casos, además, ellas se sienten fuertemente cuestionadas: “Van a contar algo que les llena de vergüenza y culpa y encima tienen que demostrarlo porque encuentran desconfianza”, afirma Esther Rodríguez, psicóloga especializada en violencia de género.
María no tenía un parte de lesiones y las fotos que mostró de una paliza anterior (en la que no denunció) no fueron consideradas: “Me dijeron que me lo podía haber hecho yo misma, me trataron muy mal, como si fuera una mentirosa”. Su caso está archivado aunque, un año después, él sigue llamándola.
A la difícil perspectiva que tiene una mujer que quiera denunciar sin las marcas recientes de una agresión, se une la mezcla de sentimientos donde, para la mayoría de ellas, reina la confusión. “Sienten miedo, culpa, vergüenza, pena, por otro lado le quieren… los sentimientos al principio nunca están en estado puro y eso las llena de confusión”, afirma Natividad Hernández-Cleveríe, psicóloga de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos.
Un maltratador rociaba el suelo con aceite y le decía a su mujer 'límpialo para ganarte lo que vas a comer"
"En las campañas contra la violencia siempre aparece una mujer llena de marcas y por eso muchas mujeres no se sienten identificadas y, por tanto, con fuerza para denunciar", apunta Rodríguez. Hernández-Cleveríe recuerda el caso de "una mujer cuyo marido, cuando llegaba a casa, rociaba el suelo con aceite, lo pisoteaba y le decía, vamos, límpialo para ganarte lo que vas a comer. La humillación es muy difícil de demostrar".
Pero María, que tiene un hijo de otra relación anterior en la que también había sufrido maltrato, estaba decidida a no volver y se refugió, sin saber muy bien qué sería de ella, en casa de una amiga. Allí estuvo algo más de un mes hasta que recaló en el CARRMM (Centro de atención, recuperación y reinserción de mujeres maltratadas que gestiona la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas), uno de los centros de acogida que existen en España para mujeres maltratadas, donde pudo empezar a dar los pasos para el inicio de su nueva vida.
La recuperación emocional
Mientras las agresiones físicas se recuperan siguiendo las indicaciones del médico, para las psíquicas cada mujer tiene que encontrar su propio camino hacia la salida. La ayuda es casi imprescindible pero las psicólogas insisten en que cada caso es diferente y solo es común el objetivo: volver a ser ellas mismas, recuperar a la mujer que su agresor anuló.
El objetivo es siempre que vuelvan a ser las que eran antes de que su agresor las anulara
“Al inicio lo que más les pesa es el miedo, pero yo les hago pensar que si ahora sienten temor, mucho peor estaban cuando vivían con su maltratador”, indica Hernández Cleveríe, que explica que, cuando se sienta por primera vez frente a una víctima, el primer objetivo es poner nombre a lo vivido.
En el CARRMM a donde llegó María, cuya ubicación no puede ser desvelada por motivos de seguridad, el objetivo cuando una mujer llega es claro: hacer que recupere su autonomía y tenga su propio plan de vida. Pero como explica Esther Rodríguez, psicóloga de este centro, el proceso es largo y la estancia media es de 18 meses. “Tienen que entender qué ha pasado y por qué, ponerle nombre a las estrategias de coacción a las que han sido sometidas, por ejemplo los regalos con que les compensan tras un episodio de violencia o también otras, más sutiles, como acompañarlas a un sitio pero luego estar raros o montarles un numerito, o ir poco a poco desestimando su opinión…”, relata la psicóloga.
La recuperación continúa por exculparse a sí mismas. “El ‘mira lo que me haces hacer’ cala mucho en ellas y llegan con mucha culpa. Sin darse cuenta excusan algunos de los comportamientos del maltratador con ‘yo no valía’ o ‘yo no sabía’, y eso solo se cura con formación. Tienen que aprender a descifrar esos comportamientos donde se va colando sutilmente el acoso”, explica Rodríguez.
Comprender dónde empezó el maltrato y cómo él conseguía mantenerlo sirvió a María para asumir lo que había sucedido y pasar página, pero con el convencimiento de haber entendido la situación por la que ya había pasado en dos ocasiones. Una de las claves apareció tras las terapias de grupo. “Conocer los casos de otras mujeres les ayuda a identificar mejor el maltrato, entre ellas es como mejor se pueden entender y además forjan lazos fortísimos entre ellas y se vuelven más fuertes”, afirma Hernández-Cleveríe.
María entendió que cuando él la obligaba a mantener relaciones sexuales la estaba violando
Así, María entendió cómo la falta de independencia económica motivaba su situación y también que los regalos con los que él trataba de comprarla tras una agresión eran también parte del maltrato. Entendió cómo cuando al llegar a casa borracho la obligaba a mantener relaciones sexuales la estaba violando y que en ninguno de esos comportamientos había un ápice de amor.
No volver a confiar en los hombres
“Lo normal tras el maltrato es que caigan en el ‘todos son iguales’ y crean que amar es sufrir, por eso lo importante es enseñarles a identificar el abuso desde sus estadíos más incipientes, a diferenciar un comportamiento normal del que no lo es”, incide Hernández Cleveríe.
Si alguien se pregunta si es posible volver a confiar en los hombres tras sufrir maltrato, se equivoca de pregunta. “No se trata de volver a confiar en los hombres”, dice Rodríguez, “es volver a confiar en sí mismas y en sus posibilidades de identificar el abuso antes de que sea dañino”.
Si alguien se pregunta si es posible volver a confiar en los hombres tras sufrir maltrato, se equivoca de pregunta
Por eso María pensó y meditó mucho cuando se encontró en una red social con un viejo amigo de la infancia y empezaron a chatear cada vez más a menudo. “Le conté lo que me había pasado y sentí su apoyo y ayuda”, explica María, “yo no pensaba en hombres, no pensaba volver a tener ya una pareja, él era mi amigo pero poco a poco se fue despertando el amor”.
El nuevo amor se le coló a María por sorpresa, sin embargo ella había cambiado y al darse cuenta, ancló los pies en la tierra: “Tenía mis miedos, es normal, por eso me lo pensé mucho antes de dar el paso”. En las prioridades de María estaba primero su independencia económica y así fue, desde el CARRMM la ayudaron con su currículum y en apenas un mes, el pasado octubre comenzó a trabajar. “Yo sabía que necesitaba trabajar, sentirme independiente y a partir de ahí, tomar decisiones”.
María tomó la decisión de irse de nuevo a vivir en pareja. Lo pensó y hace apenas una semana que vive con su antiguo amigo. Su relación es normal, equilibrada, algo que ella resalta como extraordinario porque nunca lo había experimentado. "Le parece bien lo que digo, no se mete en la ropa que me compro y le parece estupendo que tenga una cena de trabajo", cuenta entusiasmada, "sé que es lo normal, pero es que yo nunca lo había vivido así, por primera vez me siento apoyada, respetada y amada".
La nueva pareja tiene que llevar "cómo, cuándo y porque ella quiera", dice una psicóloga.
Si María está viviendo de nuevo en pareja apenas un año después es una buena noticia, pero no es la más habitual, advierten las psicólogas. "Hay mujeres que sin darse cuenta buscan una relación paternalista, en la que sentirse protegidas, pero es un error porque en ese tipo de relaciones se parte de un desequilibrio, de un terreno abonado para un posible abuso", afirma Rodríguez.
Las psicólogas insisten en que, más allá de cuánto tarde en surgir o si están más o menos predispuestas, la preocupación no debe ser si es conveniente lanzarse ya a una nueva relación. "La mujer tiene que hacer lo que le pida el cuerpo, pero cómo, cuándo y porque ella quiera. Siempre desde la libertad y nunca desde el miedo", concluye Rodríguez.
*Si quieres más información o pedir ayuda, el teléfono gratuito de la Comisión para la Investigación de malos tratos a mujeres es el 900 100 009.
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