Formamos a chicos y chicas entre 16 y 23 años en riesgo de exclusión social, la mayoría de ellos viven solos, sin referentes adultos o vienen de familias con graves problemas”. Esta es la esencia del proyecto Hoy por ti, mañana por mí (HPTMPM) ideado por Javier Iturralde que ha puesto en marcha el Bar Escuela Coca-Cola.
La vida del director de la Fundación Solventia cambió radicalmente en 1999 cuando viajó a Sierra Leona para desvelar la tragedia de los niños soldado en el documental Ángeles tatuados producido por la Fundación El Compromiso. Afectado por la vivencia decidió volcarse en el universo de las fundaciones con la intención de ayudar a los demás.
Javier Iturralde está convencido que “un cambio es motor de otro cambio”. En 2011 el paro juvenil se estaba convirtiendo en una lacra social. Siendo director de la Fundación Solventia decidió replicar la idea de Jaimer Oliver en Fifteen. Así nació el proyecto HPTMPM para la reinserción laboral de jóvenes en riesgo de exclusión social. Y con él, el Bar Escuela Coca-Cola Fundación Solventia, una franquicia de la marca Lizarrán en el centro de Madrid valores.
Cada año pasan por este bar real, abierto al público, pero en un entorno “controlado”, unos 100 jóvenes, entre ellos, los participantes en el proyecto GIRA Jóvenes Coca-Cola especialmente interesados en el mundo de la hostelería.
Durante los tres meses en los que se entrenan en el Bar Escuela Coca-Cola para la vida laboral, ya sea como cocineros o camareros, el principal enemigo con el que los jóvenes deben luchar es el miedo. Por eso trabajan tanto el lado profesional como el personal y realizan labores de coaching con los alumnos.
Más del 80% de los alumnos que han pasado por la escuela han encontrado trabajo
“En los últimos 50 años se ha destruido algo muy valioso, que ya existía incluso en la Edad Media: la figura del aprendiz”, explica Javier. “Hoy, en hostelería, desde el día 1 te ponen en una partida en la cocina o en un rango de sala con la responsabilidad de desempeñar ese rol con soltura”, continúa. “Lógicamente, a estos chicos les falta experiencia, lo que, sumado a que su autoestima suele ser baja y a que el ritmo es estresante, hace que acaben bloqueándose y entren en pánico. Les echan o se marchan y, así, van dando tumbos de un trabajo a otro, y encadenando fracaso tras fracaso”.
Ellos, día a día, y gracias a su formación tanto teórica como práctica, sacan adelante el Bar Escuela Coca-Cola. Es un escenario real. Los más veteranos, ya graduados, ayudan a sus maestros dirigiendo el aprendizaje de los nóveles. Así, el aprendiz se convierte en maestro en muy poco tiempo. “De ahí el Hoy por ti, mañana por mí”, explica Javier. “Se sorprenden de que no les chillen ni regañen cuando, por ejemplo, se les cae una bebida y manchan al cliente. Al desaparecer el miedo, asimilan todo a una velocidad increíble”.
Hasta la fecha (2 mayo 2017) más del 80% de los alumnos que han pasado por la escuela han encontrado un puesto de trabajo gracias a su aprendizaje del modelo de formación.
Trabajando valores
La psicóloga Ana Fernández-Cuervo, directora del proyecto, acude todos los días al Bar Escuela para hablar con los chicos y chicas y verlos en acción. Cada 15 días realiza una evaluación de la evolución de los aprendices. Es entonces cuando se reúne cara a cara con cada uno de ellos. “Les cuento qué han hecho bien, felicitándoles por ello, y les explico qué facetas creemos que necesitan mejorar”.
No es una evaluación al uso: se basa en 11 parámetros, cinco profesionales y seis personales. “Es importante la pericia, la organización, aguantar la presión, pero también la generosidad, saber trabajar en equipo, sonreír, tener iniciativa... Trabajamos en una serie de valores que también influyen en el desarrollo de cualquier profesión y para manejarse por la vida”.
Bolsa de trabajo
En el último mes de la formación, los jóvenes tienen que asumir la responsabilidad completa de un turno, en sala o en cocina. Superada la prueba, se diploman y son incluidos en una bolsa de trabajo, más del 96% de los que se gradúan consiguen colocarse directamente gracias a la iniciativa.
Una vez que acaban no se les deja a su libre albedrío, solos en el mercado laboral, se les hace un seguimiento durante dos años. “A veces pierden el empleo y nos llaman. Otras nos enteramos cuando les contactamos para saber cómo están y les volvemos a incorporar a la bolsa de trabajo”, explica la psicóloga.
Han sustituido a la pandilla del parque por otra mucho más positiva
La mayoría de los jóvenes salen del Bar Escuela Coca-Cola satisfechos del aprendizaje y agradecidos. “Se demuestran a sí mismos que son capaces de terminar lo que habían empezado, tantas veces como hubo sin finalizar tantas cosas… Ganan seguridad, confianza, autoestima”, matiza Ana.
“Han sustituido a la pandilla del parque en el que pasaban demasiado tiempo por una muy positiva, la que han creado en una escuela que encima es un bar. Tras irse, esa pandilla permanece y siguen ayudándose unos a otros”, concluye Iturralde.
Este contenido ha sido elaborado con la colaboración de Coca-Cola
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