Beber vino en copas de cristal es una costumbre con solera, nada menos que tres siglos, según una reciente investigación de la Universidad de Cambridge. “Fue gracias al descubrimiento de un tipo de cristal por George Ravenscroft a finales del siglo XVII, que consiguió realizar vasos más grandes y menos frágiles que hasta el momento”, asegura la autora de la investigación que se publica hoy en British Medical Journal, Zorana Zupan.
Las copas han pasado de 66 ml en el siglo XVIII a 449 en el siglo XXI
Sin embargo, esas copas de vino tenían poco que ver con las que utilizamos ahora. Su tamaño era siete veces menor que el actual. Así lo han descubierto los investigadores de Cambridge a través del análisis de 411 copas desde 1700 a la edad moderna. A principios del siglo XVII los vasos tenían una capacidad de 66 mililitros, mientras que ahora la cabida media es de 449. También se ha producido un incremento desde el año 2000, cuando el tamaño medio de la copa era de 417 mililitros.
“El aumento del tamaño ha sido gradual, pero desde los años noventa del siglo XX el tamaño ha aumentado más rápidamente. Esto coincide con el aumento del consumo en Inglaterra”, ha añadido Zupan.
No se da el mismo caso en España, donde el vino lleva varios años de caídas en el consumo, como se puede ver en el gráfico. Aunque a partir de 2011 no hay datos sobre consumo en hostelería, el consumo de vino ha seguido cayendo también en los últimos años y sólo el consumo en los hogares volvió a crecer, un 0,3%, en 2016. Encadenaba bajadas de consumo desde 1999.
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Aunque en España no se corresponde exactamente este patrón de consumo, pues el vino ha cedido posiciones frente a la cerveza, sí ha crecido la llamada cultura del vino, donde el tamaño (de la copa) importa. “Una copa de vino grande y de cristal fino será mucho más agradable que una pequeña y de cristal ancho”, afirma Carlos Medina, ex concursante de Top Chef y fundador de la consultora de marketing gastronómico Two Many Chefs.
De hecho, la caída en el consumo de vino en España ha obtenido recientemente una reacción pública. Una campaña de 12 millones de euros específicamente destinada a que los jóvenes incluyan el vino en su dieta.
La investigación de la Universidad de Cambridge ha analizado el tamaño de las copas pero también ha realizado un experimento en el que ha concluido que, cuanta más cabida tiene el recipiente, más se bebe.
En 2016, Theresa Marteu, directora de la Unidad de investigación en Comportamiento y Salud de la Universidad de Cambridge llevó a cabo un experimento en The Pint Shop de Cambridge, en el que alteraron el tamaño de las copas mientras servían la misma cantidad de vino. El resultado fue que, cuando servían en copas grandes, las ventas se incrementaron un 10%.
La investigación detalla que dos factores han contribuido a aumentar el tamaño de las copas en el siglo XX. Por un lado, porque se han empezado a fabricar copas de distintos tamaños y formas para diferentes variedades de vino – en un mercado floreciente de aprecio del vino. Además, explican, a partir de 1990 la demanda de copas más grandes de vino en Estados Unidos se ha trasladado a otros países como Gran Bretaña.
La investigación añade que, por otro lado, el aumento del tamaño de las copas puede haberse originado también desde los propios bares y restaurantes, donde si se ha percibido un aumento de las ventas en las copas más grandes, se haya tendido hacia éstas.
Otra razón que hace pensar que el tamaño de la copa influye al alza en el vino que se consume es que el tamaño del plato también aumenta la cantidad servida y el consumo. Así lo demostraba un estudio publicado en Journal of Consumer Research, que asegura que el tamaño de los platos ha aumentado un 23% en el último siglo. El estudio refleja, además, que si la cantidad del plato supone 50 calorías más al día, eso se traduce en 2,3 kilos al año.
Y no sólo es el tamaño. También la música, el olor, el color... el ambiente y cómo se maneja es un campo de estudio que ha sido bautizado como Gastrofísica por Charles Spencer. El autor habla de cómo las circunstancias influyen de forma determinante en la actitud de los comensales y propone estrategias que se orienten hacia que “las personas adopten conductas alimentarias más saludables y sostenibles, estrategias que reconozcan que nuestra percepción de la comida sucede sobre todo en la mente, no en la boca”. consumo
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