Las bebidas energéticas nacieron en Asia en la década de los sesenta, aunque a Europa no llegaron hasta finales de los ochenta. Sin embargo, su consumo se ha extendido velozmente y no así los estudios sobre sus posibles efectos adversos, ya que la composición de estas bebidas combina cafeína, taurina y otras sustancias como inositol, potenciador de los efectos de las dos anteriores.
30 años después de su llegada, su consumo representa aproximadamente el 2% del total de las bebidas refrescantes, pero existen en España más de 200 marcas y su consumo va en constante aumento.
Los adolescentes son, además, los más fieles a este tipo de bebidas. Según un estudio de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria ya en 2013, el 68% de los adolescentes toman bebidas energéticas frente al 30% de los adultos.
Toman bebidas energéticas más del doble de adolescentes que de adultos
Por todo lo anterior, su consumo ha estado envuelto en la polémica y en España, el PSOE ha pedido en dos ocasiones en el Parlamento la elaboración de estudios que confirmen los posibles efectos de bebidas como Red bull o Monster.
Pese a la ausencia de estudios pormenorizados, la Asociación Americana de Teratología acaba de publicar una relación de estudios que ponen en cuestión los efectos negativos que tanto las bebidas energéticas como la comida basura pueden tener entre los adolescentes. Y el riesgo es claro, destacan los autores, “especialmente para adolescentes que los consumes durante su última etapa de desarrollo cerebral”.
Una de las investigaciones tenidas en cuenta, “Taurina, cafeína y bebidas energéticas, revisión de riesgos para el cerebro adolescente”, de la Universidad de Kentucky, pone sobre la mesa la ausencia de estudios frente al “alarmante aumento del consumo entre adolescentes”. “Nuestra revisión dice que aún no se conocen los efectos de un alto consumo de bebidas energéticas en jóvenes, pero nuestros descubrimientos sobre los altos niveles de taurina en ratones adolescentes y adultos jóvenes afirma que puede afectar de forma negativa al aprendizaje y la memoria”, afirma Christine Curran, autora principal de la investigación.
Otro de los artículos analizados en esta revisión afecta también a los efectos de la comida basura, “muy sabrosa pero pobre nutricionalmente”. La autora de esta investigación, Amy Reichelt, de la Universidad de Melbourne (Australia), asegura que “debido a que los sistemas neurotransmisores clave en el cerebro, responsables de la inhibición y la señalización de recompensa aún se están desarrollando durante la adolescencia, los hallazgos apuntan a que la comida basura podría afectar negativamente la toma de decisiones, aumentar el comportamiento de búsqueda de recompensa e influir en los malos hábitos alimenticios durante la edad adulta”.
Aunque la buena noticia de lo hallado en otro de los estudios revisados es que “el ejercicio podría ser la respuesta para alejar a los adolescentes de ciertos riesgos”, asegura Michiko Watanabe, coeditor de la resvista que recoge los estudios. El estudio “Ejercicio, conocimiento y el cerebro adolescente asegura que “el ejercicio puede prevenir los efectos a largo plazo de la expoición de los adolescentes a sustancias. Lo que ocurre es que los adolescentes no hacen suficiente ejercicio”.
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