En la primavera-verano de este año 604 millones de kilos de alimentos terminaron en la basura de los hogares en España, un 4% menos que en el mismo período de 2015. Este dato procede del Panel de cuantificación del desperdicio alimentario en los hogares, un método de medición pionero en la UE. Sin embargo, aún queda camino por recorrer en la concienciación sobre el desperdicio en los hogares españoles, que el último otoño invierno tiraron a la basura un 8,2% más que el año previo.
A nivel mundial, los datos sobre desperdicio alimentario son alarmantes. Según la Fundación para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de Naciones Unidas, un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial para consumo humano acaba en la basura, es decir, 1.300 millones de toneladas al año. Eso supone todo lo que se cultiva en el 28% de la superficie agrícola global y 250 millones de metros cúbicos de agua, lo que consume España en unos 75 años.
El desperdicio alimentario genera unas pérdidas de agua anuales equivalentes al consumo de España durante 75 años
Con tales datos, el Parlamento Europeo emitió una primera resolución sobre el asunto en 2012 y en 2016 creó la Plataforma de la UE para las pérdidas y el desperdicio de alimentos. Un marco normativo y de actuación tras el que España, séptimo país de la UE que más alimentos deshecha, también ha puesto en marcha su propia estrategia. La primera se desarrolló de 2013 a 2016 y la segunda ha sido presentada hoy como una continuación de la segunda. Los objetivos son similares, trabajar con todos los miembros de la cadena alimentaria desde las recomendaciones, la autorregulación y los acuerdos voluntarios. "Es importante trabajar en esto porque cualquier retraso agravará el problema, teniendo en cuenta además que la producción mundial elevará su producción un 70% en 2020 para dar respuesta a la demanda", ha afirmado hoy la ministra de Agricultura, Alimentación y Pesca, Isabel García Tejerina.
La implicación de todos los responsables de la cadena alimentaria es necesaria puesto que entre todos se reparten la tarta del desperdicio. No obstante, los consumidores se llevan la palma, ya que entre el hogar y los restaurantes, son los responsables del 56% del desperdicio.
Los supermercados españoles, por su parte, son responsables de alrededor del 5% del desperdicio, algo menos que en la primera vez que se cuantificó, en 2013, cuando eran del 5,6%, en su mayor parte por sobrepasar las fechas de consumo preferente y caducidad. En este sentido, los consumidores coinciden en su mayoría sobre el destino que debería darse a esos alimentos: el 95% cree que los supermercados deberían donar a bancos de alimentos los productos a punto de caducar y que crean que no van a vender, según los datos del Estudio anual de Mikroskopia elaborado por el Ministerio. Según otro estudio sobre las pérdidas en supermercados, el pan y la bollería, las frutas y las verduras suponen el 60% del desperdicio.
Seis de cada 10 alimentos que tiran los supermercados son bollería y pan, frutas y verduras
"De lo que más orgullosos estamos de estos primeros tres años de estrategia es de la creación del Panel de cuantificación del desperdicio alimentario en los hogares, pionero en la UE y que permite conocer de forma fiable y con detalle qué se está desperdiciando", ha afirmado Fernando Burgaz, director general de Industria Alimentaria. El responsable del Ministerio también ha destacado la aprobación en 2014 del Real Decreto de Calidad del Yogur, una normativa "que en la práctica supuso un aumento de la fecha de consumo de siete días más".
Entre las acciones que forman parte de la nueva estrategia, destaca la puesta en marcha de una web, menosdesperdicio.es, desde la que dar a conocer y sensibilizar. También la de seguir avanzando en la cuantificación y seguimiento de los datos, así como en la innovación e investigación para fomentar la reducción y revalorización de los alimentos desperdiciados. Por ejemplo, haciendo énfasis en los envases, ya que están directamente relacionados con la degradación de alimentos y existe un importante potencial de mejora, tanto para alargar la vida útil de la comida, como mejorar el transporte o facilitar su preparación rápida.
La estrategia pasa también por poner en relación el desperdicio alimentario con el cambio climático a través de la evaluación del impacto ambiental en España. A nivel mundial, según destaca la estrategia, la huella de carbono del desperdicio alimentario es de 3.300 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, una cantidad que sólo superan EEUU y China.
García Tejerina ha destacado también la proposición de ley que aprobó el Congreso el pasado junio y se encuentra actualmente en tramitación para facilitar la donación de productos alimentarios y similar a la del 'buen samaritano' aprobada en Italia, donde en los últimos años se ha multiplicado por 12 la donación de alimentos en restaurantes y supermercados.
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