Los piropos se han puesto esta semana en el centro del debate sobre el machismo en al sociedad. Machismo o micromachismo el piropono es más que la manifestación más evidente de un problema que tiene en las escuelas su principal caldo de cultivo.
“Cuando las chicas beben se sueltan, se desinhiben y están dispuestas a hacer cosas a las que, normalmente, se negarían”. Esta frase la dijo un adolescente, estudiante de un instituto público de Madrid. Es un fragmento de una conversación real. En clase se hablaba del proceso a la “manada” durante un taller de sensibilización sobre violencia de género. “A menudo los chicos se sienten señalados y culpables cuando se habla de agresiones a las mujeres”, cuenta Vicky Barambones, educadora y responsable de actividades dirigidas a niños y adolescentes de la consultora Pandora Mirabilia.
“La relación entre sexo y alcohol es un tema de máximo interés entre los jóvenes, pero a los chicos les cuesta aceptar que el alcohol les desinhibe a ellos también y pueden pasarse de la raya sin darse cuenta”. Detrás de estas resistencias está un mito que perdura: el primer paso tienen que darlo ellos - el famoso beso robado - porque la chica nunca lo va a hacer.
“No piensan que están haciendo algo malo. Piensan que es normal provocar la situación para conseguirlo. A menudo ni siquiera se dan cuenta que están anulando la posibilidad de decisión de la otra persona”, explica Barambones.
No piensan que están haciendo algo malo. A menudo ni siquiera se dan cuenta que están anulando la posibilidad de decisión de la otra persona
Pero no son solo los hombres los que viven de la idea del “amor romántico”. Algunas chicas quieren demostrar a sus novios que no ocultan nada y no se oponen a entregar sus contraseñas de Instagram o enseñar sus mensajes del móvil sin pretender lo mismo a cambio. “El objetivo de nuestros talleres es que ambos lleguen a identificar comportamientos que, sin llegar a ser violencia explícita, suponen una violación de la intimidad. No queremos que los chicos se sientan culpables, sino responsables de sus acciones”, dice Barambones.
Esta educadora ha detectado que las mujeres se alejan cada vez más de las relaciones donde su independencia está mermada. “Hoy incluso los niños de seis años manejan términos y conceptos como género e igualdad que hace una década no se escuchaban en las aulas”, dice Barambones. Sin embargo a la hora de salir al patio los chicos siguen jugando al fútbol en el centro, se pelean y gritan más. Las chicas tienden a ocupar menos espacio y van cogidas del brazo por los extremos. “Pensamos que somos iguales pero en realidad no es así”.
Fuera del colegio
Para Rosa María Capel, catedrática de Universidad Complutense y experta en cuestiones de género, se confía demasiado en la escuela como el lugar exclusivo de la educación.“Otros entornos, como la familia, influyen aún más sobre la construcción de la identidad. Si un niño se encuentra en casa con roles tradicionales muy marcados, tendrá delante dos modelos opuestos e irreconciliables. En la escuela le dirán que hombres y mujeres son iguales en todo, también para las tareas domésticas, pero en casa vivirá una realidad distinta. Muy probablemente incorporará esta escisión en su identidad”.
Como ejemplo pone un episodio que ocurrió en el colegio de su hija hace tiempo. Hablando sobre violencia de género, un niño dijo que se podía pegar a las mujeres si no cumplían su obligación. “No son palabras que un niño tenga de por sí. Estaba repitiendo un patrón aprendido en casa”, comenta.
Si un niño se encuentra en casa con roles tradicionales muy marcados, tendrá delante dos modelos opuestos e irreconciliables.
La presión social también cuenta para que un determinado comportamiento sea considerado o no violencia. Marisa Soleto, presidente de la Fundación Mujeres, indica el caso de los tres futbolistas de la Arandina.“En el contexto donde viven siguen siendo buenos chicos a pesar de la acusación de haber tenido relaciones sexuales con una menor de 16 años. No importa si hubo o no consentimiento, se trata de un caso de abuso según la ley”.
Para Soleto, la Ley de violencia de género se queda corta: considera como víctimas sólo a las mujeres que denuncian a su agresor en el marco de una relación sentimental. “Hay que incluir en el concepto de violencia de género también casos como el de Diana Quer. Mujeres asesinadas en casos de agresiones sexuales que han muerto solo por el hecho de ser mujeres. En una palabra, feminicidio”.
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