Consiguen reducir la factura farmacéutica hasta un 30% y se estima que han ahorrado 478 millones de euros al Sistema Nacional de Salud desde 2009 al 2016. Los mismos cálculos aseguran que ese ahorro es exponencial. En tan sólo cuatro años, de 2017 a 2020, la Sanidad dispondrá de 1.965 millones de euros más gracias a una de las mayores innovaciones sanitarias de los últimos años: los biosimilares.
Aunque tienen ciertas similitudes, algunos expertos guardan las distancias al compararlos con los genéricos, que hace 20 años marcaron un antes y un después al ser copias exactas de medicinas (químicas) ya existentes, con una reducción del precio que llegaba al 80%. Aquí empiezan las diferencias, ya que el abaratamiento que suponen los medicamentos biosimilares suele oscilar entre el 20 y el 30% (algo más tras las subastas hospitalarias).
Al igual que los genéricos, los biosimilares son equivalencias de los medicamentos biológicos que los laboratorios pueden comercializar una vez ha expirado la patente del fármaco original. Sin embargo, al proceder de organismos vivos, la copia que se obtiene nunca es idéntica (tampoco entre distintos lotes de la misma marca) y se habla de equivalencia. Una "equivalencia" que no afecta a la efectividad ni a la seguridad respecto al original y que queda acreditada en las exigencias que el regulador exige a las compañías que lo desarrollan.
En cuanto a su composición, las moléculas que componen los medicamentos biológicos son mucho más grandes (entre 200 y 1.000 veces más) y más complejas estructuralmente que las de los medicamentos químicos. Eso implica que su desarrollo requiere mucho más tiempo que el de un genérico. Según el abogado Alberto Dorrego escribe en el Libro Blanco de los Biosimilares, actualizado en 2017 y editado por la Fundación Gaspar Casal, desarrollar un biosimilar requiere entre seis y ocho años y entre 100 y 300 millones de euros, mientras que un genérico puede llevar de dos a tres años y costar entre uno y tres millones de euros.
Desarrollar un genérico cuesta entre uno y tres millones de euros; un biosimilar, entre 100 y 300 millones
Este aumento de costes y la complejidad en el desarrollo frenan, de entrada, que los biosimilares puedan entrar al mercado "de forma tan explosiva como lo hicieron los genéricos", afirma Cristina Avendaño, presidenta de la Sociedad Española de Farmacología Clínica y portavoz de Facme (Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas). La especialista apunta, además, que "cada año no llegan a 10 principios nuevos y no todos los biológicos tienen biosimilar al expirar la patente, por ejemplo los interferones para la esclerosis múltiple. La importancia hay que verla, por tanto, al medio plazo, y lo importante es que tanto los desarrollos científicos como la regulación se hagan con solidez".
No obstante, salvando las distancias, ningún agente del sector duda del valor que los biosimilares añaden a la sociedad, en un momento en que la preocupación por la sostenibilidad del sistema pone el foco especialmente en el precio de los nuevos tratamientos. "Fomentan una dinámica de bajada de precios, redundan en una mayor accesibilidad, pues podrán tener acceso más pacientes, y promueven la innovación, no sólo de los laboratorios que fabrican los originales, sino los propios biosimilares, que a veces mejoran la estabilidad o la dosificación del biológico", explica Fernando de Mora, profesor del Departamento de Farmacología, Terapéutica y Toxicología de la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en biosimilares.
Un foco, los biosimilares oncológicos
Aunque desde sus inicios los fármacos biológicos se han utilizado principalmente para enfermedades endocrinas, reumatológicas y autoinmunes (como diabetes, artritis o la esclerosis múltiple), cuando han tenido un mayor impacto ha sido con la aparición de los llamados anticuerpos monoclonales, un tipo de fármacos biológicos cuya aplicación principal es en tratamientos contra el cáncer.
Los medicamentos biológicos representaban en 2002 el 11% del gasto farmacéutico total, en 2020 serán el 28%
De hecho, según la Asociación Española de Bioempresas (Asebio), el 70% del crecimiento del gasto sanitario se asocia al impacto de la incorporación de nuevas terapias y, muy especialmente, a la innovación farmacológica, que se concentra especialmente en la oncología y en los fármacos biológicos. En general, los antitumorales son la porción principal de la tarta de los medicamentos biológicos que, a nivel mundial, representaron en 2002 el 11% del gasto farmacéutico mundial, con 46.000 millones de dólares. Ese gasto ascendió al 20% el pasado año (221.000 millones de dólares) y será en 2020 el 28% del gasto sanitario total, con 390.000 millones de dólares, según libro blanco de los biosimilares.
Por ello, los biosimilares se presentan como una de las grandes oportunidades para el tratamiento del cáncer, donde ya se han visto problemas de accesibilidad. “El mercado de los antitumorales biológicos es enorme y también lo es el gasto, por lo que un 20 o 30% menos puede suponer cientos de millones de euros”, afirma De Mora. Ese mercado no ha hecho más que arrancar, ya que fue en marzo pasado cuando se aprobó el primer biosimilar oncológico, Rituximab (de Celltrion, que comercializa en España Kern Pharma), y meses después los más importantes, indicados para varios tipos de cáncer, trastuzumab y bevacizumab.
Europa, pionera en biosimilares
Los biosimilares oncológicos han supuesto la "explosión" pero el primer biosimilar aprobado por la Agencia Europea del Medicamento (EMA), la entidad autorizada para aprobar cada nuevo fármaco, fue el Omnitrope. Este tratamiento para el déficit de la hormona del crecimiento fue aprobado en 2006 y desde entonces 37 biosimilares han sido aprobados por la EMA, 15 de ellos en 2017, lo que refleja sus expectativas de futuro.
Europa aprobó su primer biosimilar en 2006, EEUU no lo hizo hasta 2015
Europa fue pionera tanto en el tiempo – EEUU no aprobó su primer biosimilar hasta hace dos años – como en materia regulatoria. “La doctrina técnica sobre los biosimilares es made in Europe, es sólida y se está haciendo bien”, afirma Cristina Avendaño, presidenta de la Sociedad Española de Farmacología Clínica y portavoz de Facme (Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas).
Esta doctrina ha sido la verdadera revolución, a juicio de De Mora, que ha logrado sentar unas bases sólidas y garantistas para los biosimilares. “Los biosimilares tienen una eficacia igual o equivalente. En los biológicos no siempre se da la misma respuesta, un mismo paciente puede dar una respuesta diferente si toma el medicamento en dos momentos distintos, pero el regulador es muy estricto. Los estudios que exige la EMA para acreditar la equivalencia son muy exigentes y las – pocas – diferencias que permiten no tienen impacto”, afirma el experto de la UAB.
Fármacos en el punto de mira
A pesar de un panorama tan prometedor en términos de sostenibilidad y accesibilidad, hablar de biosimilares en los últimos años ha estado rodeado de un halo de polémica o, al menos, incertidumbre, que ha llegado tanto a pacientes como a algunos médicos. “La inquietud respecto a los biosimilares no tiene amparo científico, en 12 años desde la aprobación no ha habido ningún problema en Europa”, subraya de Mora.
También sitúa de Mora a los laboratorios en la ecuación que ha generado esas dudas, “es lógico que los laboratorios se vean amenazados con la llegada de estos nuevos fármacos y hayan podido contribuir a generar esa preocupación”. En Estados Unidos, esa amenaza ya se ha materializado en la denuncia que Pfizer presentó contra Janssen (Johnson & Johnson) el pasado septiembre por poner, presuntamente, barreras a la implantación de un biosimilar.
Más contundente se muestra Abel Novoa, presidente de la asociación No Gracias y miembro de la campaña No es sano, que busca racionalizar el acceso a los medicamentos que asegura que "La industria hace todo lo posible para evitar o retrasar que las copias lleguen al mercado. Lo hicieron con los genéricos y lo están replicando con los biosimilares". En general, "los laboratorios tienen muchas técnicas de evergreening para extender la vida de sus patentes y las demandas son solo una de ellas. También firman acuerdos con los fabricantes del biosimilar para que lo retrasen o realizan pequeños cambios en el fármaco que consiguen extender la exclusividad uno o dos años más", añade Novoa.
Algunos de los laboratorios están especializados en biosimilares pero otros son tradicionales creadores de biológicos originales. De una u otra forma, muchos se han lanzado ya a la carrera por los biosimilares, como Eli Lilly, Sandoz (Novartis), Kern Pharma, Sanofi o Teva. Biosim, la Asociación Española de Biosimilares (Biosim), reúne a los laboratorios que desarrollan o comercializan biosimilares a nivel nacional.
Clave: Intercambio o sustitución
La incertidumbre generada por estos fármacos se debe a las dudas sobre cómo introducirlos en el sistema, a nuevos pacientes pero sobre todo a quienes ya están siendo tratados con el biológico original. La legislación europea deja a los estados miembros la potestad para regular sobre la sustitución y el intercambio de originales por biosimilares y en España la regulación, de 2012, deja en manos del criterio del médico la posibilidad de intercambiarlo y prohíbe expresamente su sustitución masiva o bajo criterio farmacéutico.
En España, la sustitución e intercambio de un original por un biosimilar queda a criterio médico
Esta es una reivindicación, introducida en 2012 tras una anterior equiparación de biosimilares con genéricos (para los que sí opera libre sustitución), que el Ministerio introdujo pero que aún resulta insuficiente. Así lo mostraban recientemente en un manifiesto representantes de 19 sociedades científicas y asociaciones de pacientes en una declaración conjunta sobre biológicos y biosimilares. La declaración solicita al Defensor del Pueblo que inste a las autoridades sanitarias a "establecer un marco de garantías para médicos y pacientes en la prescripción, uso y acceso a medicamentos biológicos originales y biosimilares en condiciones de igualdad territorial". Así, los firmantes piden "respeto a la prescripción médica y que ésta no se vea afectada por guías o resoluciones administrativas centradas en reducción de costes y también que se garantice la formación necesaria en este tipo de medicamentos".
Biosim pretende frenar esas reticencias y para ello ha presentado una propuesta al Ministerio de Sanidad para elaborar un plan que llegue al Consejo Interterritorial que fomente el uso de los biosimilares: "A través de la formación a médicos, que en muchos casos es escasa y sesgada, así como la modificación de la normativa, para que la elección de fármacos se realice con mayor transparencia y preferentemente a nivel de comunidad autónoma en lugar de por cada hospital", afirma Regima Múzquiz, directora general de Biosim.
Biosim quiere incentivar el uso de los biosimilares a través de la formación de los médicos
En cualquier caso, parece que España no adoptará próximamente la política de otros países europeos como Bélgica, Dinamarca o Finlandia, que han permitido la sustitución automática de los biológicos por los biosimilares. "La entrada de un biosimilar no debe hacerse nunca en contra del criterio del médico, aunque científicamente no hay justificación para que no se haga. De hecho, hace unos días nos reunimos con los responsables de farmacovigilancia de la EMA y nos confirmaron que no ha habido, desde la entrada de los biosimilares, ningún problema de seguridad achacable a un biosimilar ni en España ni en ningún otro país de Europa", afirma Múzquiz.
Coincide De Mora, que cree que debe primar "por cautela, no conviene hacer cambios masivos, ya que se dificulta la trazabilidad". Esa trazabilidad supone disponer de la información precisa sobre el tipo de fármaco y su administración al paciente, una importancia que Avendaño también sitúa como la razón principal por la que no se deben introducir los biosimilares de forma masiva. "Todos los nuevos medicamentos exigen una farmacovigilancia durante los primeros años y ésta no se puede realizar si se realizan intercambios masivos sin control. En los químicos, cuando sale su versión en genérico ya no se necesitan, pero en los biológicos las diferencias se deben seguir marca por marca. Los biosimilares son una contribución importante a la sostenibilidad, pero hay que introducirlos de forma escrupulosa", concluye la portavoz de Facme.
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