Bruno, que estudia 1º de la ESO en un colegio público de Madrid, no está en el grupo de whatsapp de la clase. Él y dos compañeros más son los únicos que con 12 años no tienen móvil todavía. "Mis compañeros están todo el rato escribiendo cosas en ese grupo, a veces solo para contar lo que han desayunado porque no tienen nada mas de qué hablar", explica. Dice no envidiar nada a sus compañeros porque le parece una pérdida de tiempo: "Cuando suben del recreo, antes de que llegue la profesora, si no han podido bajarse el móvil hacen corriendo una foto del estuche para subirla a Instagram".
La mitad de los niños de 11 años tiene móvil, el 75% de los de 12 y, a partir de los 15 años, el 94%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Pero en sus colegios no tienen claro qué hacer con ellos. En ninguna comunidad autónoma tienen una norma precisa del uso del móvil en el aula: queda a merced de cada centro. Tan sólo se han realizado algunas recomendaciones, como la del Consejo Escolar de Cataluña que aprobó un documento a nivel autonómico en el que instaba a integrar los móviles en las aulas. "Se basaban en que el móvil tiene muchas posibilidades didácticas y que estos dispositivos son un elemento fundamental de socialización para los niños, igual que los adultos, por lo que la escuela no puede apartarse de esta realidad", explica Guillermo Bautista, profesor e investigador de Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Una recomendación que contrasta con la reciente aprobación en Francia de una ley que prohíbe el uso de los teléfonos en el colegio a los menores de 15 años. A partir del próximo curso, los alumnos no podrán utilizar el teléfono dentro del recinto escolar, ni en clase ni en el recreo. La prohibición era noticia en España esta semana y el diputado de Podemos, Íñigo Errejón, la trasladaba a nuestro país al plantear también que la medida pudiera aprobarse en la Comunidad de Madrid. “Tenemos que recuperar la conversación y el valor de la palabra, y eso se enseña desde pequeños, por eso hay que proteger a la infancia y la juventud, que no sólo son clientes de apps sino el futuro de nuestro país”, destacaba Iñigo Errejón a este periódico.
En España la posibilidad de legislar sobre este asunto aún no se ha puesto sobre la mesa. "El uso del móvil en España depende de cada centro e incluso los profesores tenemos opiniones contrapuestas", afirma Mario Gutiérrez, portavoz de Educación en el sindicato CSIF. "Por eso consideramos que se tiene que debatir, aunque a priori creemos que es difícil la prohibición, ya que sería como poner puertas al campo. ¿Cómo lo controlamos, ponemos un escáner?".
Entre los padres la posición tampoco es uniforme y apuestan igualmente por poner la cuestión sobre la mesa. Leticia Cardenal, presidenta de la Confederación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), reconoce que "aún no se ha debatido, no hemos tenido quejas sobre este asunto pero es un problema y no podemos darnos la vuelta". A nivel personal, la presidenta de CEAPA está a favor de la medida gala y que es necesario "un cambio de mentalidad y mayor formación".
Cada colegio, a su aire
De momento, mientras todo el mundo coincide en que hay que debatir, cada colegio se las tiene que apañar a su aire. En clase de Bruno, cuando el profesor pilla in fraganti a algún alumno con el móvil, le llama la atención. "Les dicen que los guarden y al segundo o tercer aviso los mandan al pasillo", explica el alumno. Durante Geografía sonó el móvil de un niño en medio de clase. "El profe le advirtió que a la segunda vez se lo quitaba".
Sin embargo, los profesores reconocen en privado que ellos mismos tratan de no confiscar los móviles porque no quieren problemas con los padres. "Habría que tomar medidas, pero los profesores no tienen autoridad y los padres estamos divididos entre los que estamos en contra del uso de móviles en el colegio y los que lo ven normal", explica María, la madre de Bruno, que para evitar las distracciones propone como solución que los niños tuvieran que dejarlos en una caja a la entrada de clase. "Algún padre lo ha planteado pero luego los profesores no quieren tener problemas si alguno se rompe o se pierde. Otros padres protestan si les confiscan el móvil a su hijo. Tendría que haber una norma general".
En el instituto García Morato, del barrio madrileño de Aluche, a principios del pasado curso mandaron una circular que los padres tenían que devolver firmada en la que se prohibía que los alumnos llevaran el móvil a clase. "Pero algunos padres quieren tener localizados a los niños cuando salen, así que se levantó un poco la mano y lo que les exigimos es que lo tengan apagado en horario escolar", cuenta Marta, una de las profesoras. "Pero la realidad es que no lo hacen. Y cuando pillamos a un niño con el móvil se lo requisamos y tiene que ir a recogerlo un adulto", explica. Lamenta, sin embargo, que "si el alumno rápidamente lo esconde y dice que no lo estaba usando, no lo podemos cachear, así que lo tenemos difícil".
Bruno está de acuerdo con los mayores en que el control es complicado. "A estas alturas sería imposible prohibir el móvil en el cole; como no pusieran un detector sería imposible encontrarlos y todo el mundo lo llevaría escondido", dice Bruno. Su amiga Alicia lo deja en silencio en el bolsillo del abrigo toda la mañana porque en el recreo no quiere perder tiempo encendiéndolo. "Tiene móvil desde tercero de primaria", cuenta este alumno. "Ella es de la que mira redes sociales todo el rato, whatsapp e Instagram sobre todo, pero que yo sepa nunca lo usa para hablar con sus padres".
Los riesgos para la empatía
Instagram es la aplicaciones estrella donde los adolescentes pasan la mayor parte del tiempo. Los niños lo aprenden de sus mayores: España es de hecho el cuarto país que más uso hace de ella, con más de 600 millones de usuarios en todo el mundo. De 14 a 24 años es ya la red más usada por encima de otras como Facebook, Youtube o Twitter.
La difusión de contenidos inapropiados que atentan contra la intimidad de alumnos y profesores suponen un nuevo problema tristemente cotidiano. "En mi instituto hay chicos que se dedican a chinchar al profesor, por ejemplo tirándole bolitas de papel, hasta que le hacen enfadar y entonces le graban en vídeo o audio para difundirlo fuera de contexto", cuenta la profesora, "o se ridiculizan entre ellos, se sacan fotos desprevenidos y empiezan a mandarlas a todos sus contactos, con insultos o burlas".
Los peligros del teléfono móvil es uno de los campos que estudia Sherry Turkle, una reputada psicóloga del MIT. En concreto, cómo está afectando la relación de los niños con la tecnología. Varios estudios alertan que estar en contacto con los amigos sobre todo por el móvil en vez de en persona conlleva una pérdida de empatía. Y, en el caso de los más pequeños, el problema es que ni siquiera pueden perder algo si no lo llegan a desarrollar.
Estudiando los datos de más de 14.000 jóvenes a lo largo de tres décadas, su conclusión es que con la llegada de los móviles a los colegios la capacidad de entender e interpretar los sentimientos de los demás va disminuyendo. Y si las primeras amistades (y odios) se forjan ya a partir de mensajes, las relaciones se vuelven más superficiales y uno es menos capaz de ponerse en el lugar del otro. De ahí el aumento de casos de bullying, porque al hacerlo digitalmente no tiene uno que ver la cara de tristeza que se le pone a la víctima.
Además, expertos como Manfred Spitzer, un neurocientífico de la Clínica Psiquiátrica de Stuttgart, también han alertado de los riesgos de desarrollar déficit de atención y depresiones entre los jóvenes que usan demasiado las redes sociales. El principal riesgo es lo adictivo que estas resultan. Sus apps están, de hecho, desarrolladas para atraer precisamente la atención. Y cada like en Instagram o whatsapp que uno recibe segrega dopamina, lo que hace a los adolescentes cada vez más vulnerables a la necesidad de aprobación y la adicción a las actualizaciones de sus redes.
Incluso uno de los diseñadores del iPhone, Tony Fadell, ha denunciado estos días que iPhone está causando efectos adversos tanto en adultos como, sobre todo, en niños y adolescentes. Y pide a Google, Apple y las demás tecnológicas que faciliten un mejor uso de las pantallas. Se suma Fadell a la demanda en The Wall Street Journal de dos de los principales inversores de la firma de Palo Alto, que este año han reclamado a Apple más responsabilidad para reducir los efectos adversos en niños y adolescentes que los smartphones están causando.
De peligro a oportunidad
El reto que plantean expertos como Bautista es enfocar el problema en positivo y convertirlo en una herramienta educativa. "El móvil tiene peligro, pero la escuela no puede evitar el problema. Yo como profesor, puedo prohibir al alumno que grabe a su compañero en clase, eso sería muy cómodo y me quitaría el problema de encima. Pero no podré prohibirle que lo haga en la calle y ahí es donde debemos ir. La escuela tiene que implicarse, no dimitir", indica el experto.
Para los problemas de déficit de atención, el profesor también apunta a la escuela para enfocar la solución: "La pantalla es muy seductora, lo es tanto para los niños como para los adultos. Por eso hay que controlar, poner normas de uso, supervisar... pero también ponernos el reto de ofrecerles contenido interesante para engancharles con la clase".
Bautista apunta, por ejemplo, a la gamificación como una de las posibilidades que ofrecen el uso de los móviles dentro del aula. "No se trata de que tenga el móvil en la mano todo el tiempo, pero sí de integrarlo y hay muchas soluciones innovadoras, en juegos con los que podemos realizar concursos o pruebas en clase que modernicen la enseñanza y nos ayuden a alcanzar una nueva dimensión educativa", explica.
Para el investigador de la UOC los tiempos han cambiado y eso es un hecho inamovible: "Es cierto que los móviles forman parte de nuestra vida. También para los niños. Y que la socialización se hace muchas veces alrededor de una pantalla pero, ¿es eso preocupante? No lo sé, creo que más que el medio, lo que tenemos que fijarnos es en el contenido. Y para eso tenemos que formar a los niños en lo que probablemente no puedan hacerlo en sus casas, en identificar la publicidad, valorarla, en aprender a respetar el derecho a la intimidad y salvaguardar su intimidad".
Turkle, sin embargo, mucho más pesimista, alerta de que los móviles son una herramienta mucho más adictiva de la que los padres manejaron cuando eran niños y requiere repensar las normas de uso para evitar estar enganchado a un aparato que tenemos encendido las 24 horas y consultamos, de media, cerca de 80 veces al día.
Los padres, al rincón de pensar
La prohibición sin educación solo sería un parche temporal. Coinciden los expertos en que son necesarias unas normas que permitan que los niños tengan claro cuál es el uso que pueden hacer de los móviles y que permita a los profesores tener mayor autoridad frente a los alumnos y los padres. "Esta semana tuvimos una reunión con los padres porque se habían quejado al colegio de que si los alumnos no pueden tener el móvil en el instituto, por qué los profesores sí. Tuvimos que explicarles que nosotros los usamos como agenda electrónica o herramienta de consulta, en muchos casos", afirma la profesora del García Morato.
El portavoz de CSIF también urge la necesidad del debate que derive en unos protocolos claros de actuación: "Algunos padres se quejan si se le quita el móvil al niño, otros cuando se utiliza el móvil en el colegio para acosar o insultar. Por eso necesitamos un debate serio con normas que rijan para todos pero que se adapten a los nuevos tiempos donde la tecnología forma parte de la vida de todos". Bautista también coincide con la necesidad de plantear normas: "Más que una legislación restrictiva lo que necesitamos es una intervención educativa".
Bruno tampoco tiene clara la solución, pero sabe cuál es la que no va a servir para que sus compañeros de 1º de la ESO hagan mal uso del teléfono: "Prohibir los móviles no creo que funcionara; si en casa no les conciencian, no van a dejar de hacerlo en el cole", concluye.
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