El número de parques y zonas verdes que rodean la zona donde un niño nace y crece cambia su estructura cerebral. Hasta ahora se había asociado la cantidad de espacios verdes con el desempeño cognitivo, pero esta es la primera vez que se demuestra cómo la naturaleza ejerce cambios en la anatomía cerebral.
Los niños crecidos en zonas con más espacios verdes presentaban mayor volumen de materia blanca y gris
Se trata del nuevo estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) dentro del proyecto Breathe y que acaba de demostrar cómo los niños crecidos en zonas con más espacios verdes presentan un mayor volumen de materia blanca y gris en su cerebro. Unos cambios que, a su vez, se asociaron a mejores resultados en memoria de trabajo y capacidad de atención. “La importancia de este estudio es que por primera vez se ha conseguido demostrar una afectación en la estructura anatómica del cerebro, con cambios que resultan más estables que los comprobados hasta ahora”, explica Payam Dadvand, científico director del estudio.
Este estudio monitorizó a 253 alumnos de entre siete y 10 años integrantes del proyecto Breathe a los que se clasificó según los lugares en los que habían vivido en su vida y que fueron medidos en imágenes vía satélite. Su anatomía cerebral se estudió a través de resonancia magnética tridimensional y su desempeño mediante pruebas cognitivas. Los resultados acaban de ser publicados en Environment Health Perspectives.
“Lo que hemos demostrado en el estudio apoya la hipótesis de la biofilia, que desarrolló el profesor de Harvard Edward Wilson, de que la nauraleza juega un papel fundamental en el desarrollo del cerebro”, afirma Dadvand. La biofilia supone, además, que los espacios verdes proporcionan a los niños oportunidades de restauración psicológica y estimulan el descubrimiento, la creatividad y la asunción de riesgos.
Aunque en este estudio no se relacionaron los cambios cerebrales con las notas escolares, Davdand asegura que "sí se ha hecho esta correlación entre desarrollo cognitivo y calificaciones en otros estudios similares".
Dentro del proyecto Breathe, una investigación anterior había demostrado que la contaminación obstaculiza el desarrollo cognitivo de los niños, con cambios que son reversibles. Este estudio, que siguió a más de 2.500 niños, concluyó que los alumnos de colegios con más espacios verdes experimentaban mayor crecimiento de la memoria de trabajo y menos falta de atención que los que acudían a colegios con menos zonas verdes.
Dadvand y los autores del estudio apuestan por ampliar las investigaciones para averiguar más sobre la persistencia de los cambios y su posible aplicación a otros entornos. La investigación ha sido realizada por ISGlobal (instituto impulsado por la Fundación La Caixa) con el apoyo del Hospital del Mar y la UCLA Fielding School de Salud Pública.
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