La niña inglesa que llegó a hacerse pipí encima por no dejar de jugar ni un minuto al Fortnite es uno de los casos más llamativos de adicción al nuevo videojuego de moda, pero desde luego no el único. Este caso saltó hace unos días a los medios después de que la pequeña tuviera que recibir tratamiento médico para desengancharse del videojuego en el que pasaba hasta seis horas al día. Con nueve años.
Fortnite reúne una combinación de elementos que lo hacen más adictivo de lo normal”, afirma un experto
Basta con sondear a tres o cuatro padres con hijos menores para ver que el fenómeno Fortnite está arrasando como no lo hacía otro videojuego desde el Pokemon Go, en el verano de 2016. “Su temática no es especialmente novedosa, pero Fortnite reúne una combinación de elementos que lo hacen más adictivo y de más fácil acceso de lo normal”, afirma Manuel Faraco, psiquiatra especialista en niños y adolescentes.
A su capacidad adictiva y fácil acceso se une el impulso que están dando al juego los más famosos youtubers, ídolos de niños y adolescentes, que llevan meses hablando del tema. Justo este fin de semana se juega en Madrid el mayor campeonato presencial jugado hasta ahora en España de Fortnite. Pero no sólo gamers, también futbolistas y otros famosos han hecho referencias al juego de moda, consiguiendo que los pequeños que no juegan se puedan llegar a sentirse los raros del grupo.
Mientras el nuevo fenómeno gamer se extiende, la Organización Mundial de la Salud acaba de confirmar que considera una enfermedad la adicción a los videojuegos. Una inclusión que debería dejar fuera el debate que hasta ahora aún dirimía si era o no un trastorno e implicar a las Administraciones públicas a destinar presupuesto tanto a tratamientos como a prevención, en un momento en el que el 18% de los jóvenes de entre 14 y 18 años reconocen que usan internet de manera compulsiva según los datos del Ministerio de Sanidad. Y las cifras van en aumento.
De momento, el único centro público especializado en adicciones tecnológicas abrió en Madrid hace apenas un par de meses. “Este centro nace de una necesidad en aumento, cada vez hay más demanda de las familias desde servicios sociales y atención primaria que no saben cómo afrontar el problema de su hijo”, explica el responsable del centro, José Moreno, donde en estos dos meses ya han oído "hablar bastante" del Fortnite.
Combinación de ingredientes para enganchar
Si algo favorece que los jugadores de Fortnite se multipliquen de forma exponencial, es por un lado su gratuidad y por otro que está accesible desde distintas plataformas – consolas, PC y dispositivos móviles –. Además, la estética de Fortnite es menos sangrienta que la mayoría de los juegos de lucha, con armas menos reales y efectos más propios de dibujos animados. Eso hace que los padres sean menos cautos a la hora de controlar este juego a sus pequeños.
Cualquiera puede hablar con el menor y los padres, al no relacionar el juego con un chat o red social, no están tan alerta”, afirma un experto
El modo de juego, battle royal, es un todos contra todos en el que se puede jugar tanto con desconocidos como en equipo y que permite hablar con ellos a través de un chat. “Esto lo hace más peligroso y a la vez más adictivo, porque cualquiera puede hablar con el menor y los padres, al no relacionar el juego con un chat o red social, no están tan alerta”, afirma Jorge Flores, director de la plataforma Pantallas Amigas.
“El todos contra todos va directo al elemento del cerebro que más adicción genera, estamos programados para la lucha entre tribus”, explica Faraco, que subraya que este tipo de juego incrementa la competitividad, que aumenta con otros ingredientes del juego como la humillación de los vencidos. “Cuando alguien muere los otros jugadores bailan sobre él, y para tener determinados bailes hay que pagar, lo que fomenta a su vez el gasto”, afirma Faraco.
Otra de las fórmulas de enganche, destaca flores, es que el juego permite construir escenarios, tunear la indumentaria y las armas, para lo cual “tienen que conseguir puntos o hacer pequeñas compras a través de la aplicación, con otro gasto añadido”. La niña británica que tuvo que ser atendida por su adicción al Fortnite gastaba unos 50 euros al mes, pero Faraco asegura que es común entre los menores gastar unos 10 euros mensuales en compras dentro del juego. “¿Cómo les dan ese dinero?”, se pregunta el psiquiatra, “algo estamos haciendo mal”.
Por último, la corta duración de las partidas en comparación con otros videojuegos consigue que los jóvenes puedan aprovechar cualquier momento y mantener la emoción de principio a fin de la partida sin interrupciones, indica Flores.
Cada vez más adictos y más pequeños
Con estas características y el impulso de los youtubers del momento, Fortnite está consiguiendo enganchar a adolescentes, pero también a niños desde los siete años. “Esto está pasando cada vez más en todos los videojuegos y aplicaciones de internet; y por otro lado también están aumentando las patologías mentales infantiles”, explica Faraco, preocupado sobre todo por los niños más pequeños, “cuyo cerebro es aún muy plástico, está en formación y no está preparado para los niveles de tensión y ansiedad que se generan”.
Aunque el juego indica en su descarga que no está indicado para menores de 12 años, es muy habitual que los niños jueguen desde los ocho o nueve años, algo que los expertos no censuran siempre que haya un control por parte de los padres. “Un videojuego en sí no produce la adicción. Es necesaria una combinación de factores, tanto por las características del vídeojuego como por la personalidad del niño, además de una ausencia o carencia a la hora de poner límites por parte de los padres”, afirma Flores.
Los responsables, los padres
Aunque pueda parecer una obviedad, los expertos coinciden en que los padres son los únicos responsables de que un niño se convierta en adicto a un videojuego. Y desmontan la excusa de muchos progenitores que alegan que no entienden bien lo que está haciendo el niño. “Tienen que asumir su responsabilidad. Si dimiten de entender lo que hace, al menos tienen que controlar el tiempo, ahí no se pueden hacer los tontos”, incide Faraco.
Sobre el tiempo que se debe dejar jugar a un niño, Faraco cree que depende de la edad – cuanto más pequeño, menos tiempo y nunca antes de los siete u ocho años - y la actitud: “Hay niños que pueden jugar una hora al día sin que les afecte ni emocionalmente ni al resto de sus actividades, pero otros no”. No obstante, el psiquiatra cree que nunca más de una hora al día y dos en fin de semana, aunque también es partidario de prohibir el juego entre semana y acotarlo sólo a sábado y domingo.
“En esta sociedad cada vez prima más la libertad del pequeño y se ven peor los límites, las prohibiciones y los castigos. Pero a mí esto me irrita bastante, porque muchas veces se alude al sentido común, que es el menos común de los sentidos, y al final los adolescentes sin normas claras no funcionan”, afirma Faraco.
Atención padres: vuestro hijo está enganchado
La falta de normas claras puede desembocar en un niño o adolescente enganchado al Fortnite (o al juego de turno), que se mostrará más irritable de lo normal. “La irritación es común incluso en niños que no son adictos. Su cerebro está menos preparado para esa tensión y está comprobado que el efecto del videojuego se extiende aun cuando no están jugando”, afirma el psiquiatra.
Si un niño está jugando más de lo que debería mostrará, también, alteración del sueño. “Está confirmado que las pantallas reducen la secreción de serotonina y afectan al sueño. Desde luego un niño jamás debería jugar después de la cena y, por supuesto, si el niño juega a escondidas de noche podremos notarlo porque estará más cansado de día”, explica Faraco.
Por último, podrá estar más distraído en el colegio y preferir estar solo en casa a jugando con amigos o haciendo otras actividades, por lo que en consecuencia podrá ver afectada su actividad física y desarrollo”, concluye Faraco.
Estar atentos a estas señales permitirá a los padres darse cuenta antes de que el problema sea grave. “Obviamente los padres que ponen límites tienen que hacer más esfuerzo que aquellas que no lo hacen. Porque, reconozcámoslo, un niño con un videojuego no estora, no hace ruido… es cómodo”, critica el psiquiatra.
Si cuando se tratan de poner los límites el niño no responde y no es posible controlarlo, será necesario acudir a un especialista. “Se puede ir al pediatra o médico de familia para que éste haga un primer examen”, dice Moreno, “y después derive a un centro o una asociación que pueda brindar algún servicio de este tipo en la zona.
Estar atentos a estas señales permitirá a los padres darse cuenta antes de que el problema sea grave
La atención pionera que ofrece el centro madrileño de adicciones tecnológicas es ambulatoria, personalizada y dura tres meses. De momento está disponible para menores de entre 12 y 17 años empadronados en Madrid. “Atendemos al menor y a su familia, con terapia individual y de grupo además de talleres, que se realizan para niños y padres también de forma preventiva”, indica Moreno.
Moreno incide, en cualquier caso, en que su centro no se ha creado para luchar contra la tecnología, sino para prevenir y trabajar por un buen uso. Porque los efectos positivos de los vídeojuegos, que también los tienen, están confirmados y van desde el aprendizaje lúdico a la mejora del cerebro. Pero eso sí, siempre con cabeza.
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