De un día para otro, un niño feliz y sonriente se convierte en un preadolescente callado y guerrero, que critica por sistema las decisiones paternas y se pasa las horas encerrado en su habitación. Suele ocurrir en torno a los 11 años, cuando comienza la preadolescencia, y supone uno de mayores retos para madres y padres.
A Alberto Pellai y Barbara Tamborini les sucedió hace algunos años, cuando su hijo mayor Jacopo les entrenó a marchas forzadas para lo que han bautizado La edad del tsunami (Planeta). Este matrimonio de psicoterapeutas con cuatro hijos acaba de publicar un manual sobre cómo afrontar la preadolescencia de los hijos en el siglo XXI. “Nunca como en los últimos cinco años nos hemos encontrado tantos padres pidiéndonos ayuda porque sus hijos han entrado prematuramente en comportamientos de riesgo”, afirma Pellai.
La mayor “emergencia educativa” es, para los autores, la vida online de los adolescentes, “la pornografía online, el sexting o los juegos de azar” entre otros. Sin embargo, a estas edades los jóvenes también suelen estar tentados a probar el tabaco o el alcohol o exponerse a “una sexualidad precoz y promiscua”. “La preadolescencia es el reto más complejo para los padres, que no sabemos si nuestros hijos están equipados para regularse a sí mismos y autoprotegerse de los riesgos”, explican los autores.
Los errores más frecuentes de los padres
Y a este reto se enfrentan también los padres “más ansiosos de la historia de la humanidad”. “Vivimos el crecimiento de nuestros hijos con un exceso de ansiedad, estamos constantemente alarmados y al hacerlo también aumentamos su ansiedad”, reconoce el terapeuta.
La sobreprotección es otro de los principales riesgos. Mientras “la bicicleta ya no se usa porque los padres tememos que se lastimen, nos sentimos cómodos cuando ellos pasan la tarde en la seguridad de su habitación, jugando a videojuegos o navegando en red”, afirma Pellai. “Entonces se lanzan a la vida online, donde no hay reglas ni supervisión adulta pero los riesgos para su vida emocional y desarrollo social son infinitos”, añade.
También es frecuente encontrar “padres quitanieves”, que “intentan eliminar la fatiga y la frustración de la vida de sus hijos”. Son los padres que pelean con los maestros cuando ponen a sus hijos una buena nota o si su entrenador los deja en el banquillo. También los padres que estudian por sus hijos cuando tienen dificultades para aprobar una asignatura.
Buscar el origen en el cerebro adolescente
La neurociencia ha permitido descubrir, como explican en su libro los autores, que el origen de muchos comportamientos adolescentes se puede encontrar en su cerebro. “Su sistema límbico o cerebro emocional, donde se generan las reacciones de alegría, rabia e ira, es hipersensible e hiperactivo en la preadolescencia. Su mente está dominada por la parte emocional del cerebro, cosa que provoca inestabilidad anímica y cambios repentinos”, explica el autor.
Sin embargo, no es sólo que los jóvenes puedan pasar en segundos de la alegría extrema a la pena más infinita, sino que su lóbulo frontal o cerebro cognitivo “es aún profundamente inmaduro ya que no se desarrolla totalmente hasta los 16 o 20 años”, explica Pellai.
“Significa que la parte de su mente que evalúa los pros y contras de las situaciones, que sabe planificar los tiempos para alcanzar una meta o la capacidad de renunciar a un placer en aras de un beneficio más profundo” no está desarrollada.
Cinco técnicas para “sobrevivir” a esta etapa
Los autores dejan los cinco consejos que consideran clave para poder “sobrevivir a esta etapa” y que resumen las estrategias que ofrecen en el libro.
- No ceder a todo lo que os piden los niños. “En la preadolescencia, los padres deben enseñar a sus hijos cómo negociar permisos y reglas y ayudarlos a tolerar la frustración que proviene de la imposición de un límite y una frontera”.
- ¿Padres rígidos, protectores o amigables? Aprended a adaptar el estilo educativo a las distintas situaciones. “Adoptar el arte de la flexibilidad, pero siempre dentro de un marco de sólida coherencia educativa”.
- Aprender a bajar el tono y a no levantar la voz. “Como padres, fijad la regla de que se prohíbe continuar una conversación o una discusión si alguien está gritando y reconocer ese derecho incluso al hijo, que estará autorizado a decir: “Papá, estás gritando, va contra nuestra regla. Debes hablar conmigo sin gritar y yo te responderé de la misma manera’”.
- Si el joven está enojado, mantener la calma. “Un niño enojado no está pensando; lo que necesita es un adulto con autoridad que le muestre lo que significa permanecer en el presente y mantener el control de la situación, incluso si es presa de una emoción muy fuerte”.
- Educarlos para que administren responsablemente sus vidas online. “Hay que ofrecer reglas claras respecto al ciberacoso, a la pornografía y al sexting”.
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