Sin ropa, recogido y sintiendo el calor del cuerpo de su madre. El método canguro, que según Pablo Iglesias ha salvado la vida de sus bebés prematuros – que nacieron el pasado julio a las 26 semanas de gestación – consiste en el contacto directo y prolongado del bebé y su madre o padre el mayor tiempo posible y en detrimento de las incubadoras.
Como explicó ayer Iglesias en su primera aparición tras la llegada de sus hijos, este método surgió en los años ochenta en Bogotá. Y lo hizo por necesidad, como una alternativa ante la escasez de incubadoras. Sin embargo, tres décadas después, múltiples estudios han demostrado sus ventajas.
Lo dice la Oganización Mundial de la Salud, que el contacto piel a piel “temprano y prolongado y tiene demostrada su eficacia, más incluso que la incubadora, en el control de la temperatura del bebé. Además, resalta la institución, repercute eficazmente en la lactancia materna y el desarrollo de vínculos afectivos, fundamentales en el desarrollo primario de los bebés prematuros.
En España, generalización a partir de los noventa
En España, las primeras experiencias del método canguro las dieron algunos hospitales pioneros como el 12 de Octubre en Madrid, aunque la práctica se extendió ya en los años ochenta, como recuerda el pediatra Manuel Cidrán, jefe de Neonatología del Hospital Virgen de la Arrixaca en Murcia, la mayor maternidad de España en número de nacimientos. “Las incubadoras eran cajas de espectáculo, los niños estaban aislados y los padres no podían ni cogerlos. Esto empezó a cambiar hace unos 40 años y desde los noventa se fue imponiendo el método piel con piel”, explica.
Hasta los setenta, "las incubadoras eran cajas de espectáculo, los niños estaban aislados y los padres no podían ni cogerlos"
“Desde los años sesenta hablamos de impronta o apego. De la importancia, más allá de la supervivencia, de proporcionar al neonato cuidados centrados en el desarrollo. Y eso se consigue estimulando al niño desde que nace”, continúa Cidrán.
En qué consiste el método canguro
El método canguro consiste, fundamentalmente, “en imitar las condiciones que el prematuro tendría dentro del vientre materno, donde está recogido, calentito y siente el abrazo y el calor de vientre de la madre”, explica el neonatólogo.
Esto supone que el cuerpo del bebé esté en contacto directo con la madre – o en su defecto el padre o alguien cercano -, sin telas ni plásticos de por medio. Se puede utilizar una tela o faja para envolver al bebé, que se situará entre los pechos de la madre, con la cabeza hacia un lado. Como dice la OMS en su guía del método canguro, "las caderas [del bebé] deberán estar flexionadas y las piernas extendidas en una postura que recuerde a la de una rana y los brazos también deberán estar flexionado".
Aunque no hay una pauta estricta, lo ideal es mantener el contacto el mayor tiempo posible, una razón por la que, destaca Cidrán, “las unidades de cuidados intensivos neonatales no tienen horarios, los padres pueden entrar y estar todo el tiempo que quieran”.
Beneficios para el bebé prematuro
Los bebés prematuros, más allá de la supervivencia (para lo que son muy necesarios los avances médicos, que combaten las dificultades que afrontan especialmente en los primeros momentos), consiguen un mejor pronóstico para su desarrollo futuro gracias al método canguro. “Gracias al piel con piel estos niños se desarrollan como lo hacen los niños nacidos en su tiempo, algo que antes no ocurría con tanta frecuencia. Consiguen empezar a expresarse con sonrisas, a relacionarse, a iniciar su actividad motora y su lenguaje como si hubieran nacido a las 40 semanas”, explica Cidrán.
Gracias al piel con piel estos niños se desarrollan como lo hacen los niños nacidos en su tiempo"
Además, este método consigue facilitar y fomentar el éxito de la lactancia materna y que los niños estén más tranquilos. “Antes, al cambiar del bullicio del hospital al silencio de casa, los padres nos decían que los niños mostraban ansiedad y que estaban intranquilos. Ahora el cambio no es tan brusco”.
El método suele mantenerse al menos, explica Cidrán, “hasta que el niño cumpla las 40 semanas a las que debía haber nacido”, aunque “es beneficioso incluso después y también en niños no prematuros”.
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