Tres cámaras sobre la pizarra vigilan a los estudiantes en el instituto Hangzhou 11. Recogen sus movimientos – incluso los de sus ojos – y los procesan a través de un algoritmo para determinar quién se duerme, quién está distraído y en definitiva controlar su comportamiento a través de una vigilancia permanente. Es China, el mismo país donde las cámaras de videovigilancia se cuentan por cientos de millones y proyectos piloto plantean incluso dar puntuación a los ciudadanos según sus comportamientos.
La propuesta de la Fiscalía es una barbaridad, es poner a los alumnos bajo sospecha", dice un experto
China es el lugar que viene a la cabeza de José Ramón Ubieto, psicólogo experto en acoso escolar y autor del libro Bullying, para comentar la propuesta de la Fiscalía quien, en su memoria anual publicada hace una semana, proponía la instalación de cámaras en los centros educativos para combatir el acoso escolar. “Es una auténtica barbaridad, es justo el peor uso que podemos hacer de la tecnología, poner a los estudiantes bajo sospecha”, apunta Ubieto.
“La gravedad de ciertas denuncias y lo delicado de los entornos en que se producen los hechos (espacios de encomienda o custodia de menores para su cuidado, educación, entrenamiento, etc.) podría llevar a normalizar la adopción de medidas de grabación en video de espacios cerrados (despachos, aulas…)”, afirma la medida, que se refiere especialmente al aumento de casos de agresiones sexuales entre menores, que crecieron un 43% en 2018.
Para los padres, esta medida sólo contribuiría a “entorpecer el clima de los centros”. La presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (CEAPA), Leticia Cardenal, afirma además que instalar vídeovigilancia “va contra la intimidad de alumnos y profesores y no es la solución”.
Igualmente ha rechazado la medida el sindicato Comisiones Obreras (CCOO), que cree que la medida “no resuelve el problema de fondo: la falta de recursos humanos y materiales producto de las políticas de recorte de los últimos años”. El sindicato incide en que no es necesaria una medida “más coactiva que preventiva y pedagógica”.
Ni siquiera el Ejecutivo ha recibido con buenos ojos la medida y la ministra portavoz y responsable de Educación, Isabel Celaá, ha rechazado la propuesta porque sería convertir las aulas, ha dicho, en un "Gran Hermano permanente”.
¿Quién y cómo se interpretarían las grabaciones?
Para la psicóloga educativa Amaya Prado, del Colegio de Psicólogos de Madrid, recibe la propuesta con múltiples interrogantes. “Lo primero es dónde se colocarían las cámaras. Porque quedarán resquicios, si la agresión se produce en un baño, no se podrá grabar”, arranca. “Y quién controlaría esas grabaciones, quién las interpretaría. ¿Llevarían sonido? Porque si las interpreta alguien de una estancia superior, que no esté directamente implicado, no conocerá el contexto ni sabrá el estímulo que ha provocado la agresión. No entiendo muy bien cuál puede ser el objetivo de una medida como ésta”, cuestiona.
“Hecha la ley, hecha la trampa”, apunta en este sentido Ubeito. “En el sistema siempre hay fugas”, afirma el experto, “en Francia intentó prohibirse el uso del móvil en las aulas y ya llevan dos leyes porque la primera no funcionó. Cuando pones al sujeto como sospechoso eso le genera odio y el odio no trae nada bueno”.
Sentirse vigilados, contraproducente
Ubeito apoya su argumento en los datos de un reciente estudio, publicado por la Fundación Bofill, que concluyó que en el 90% de los casos las expulsiones de los centros educativos no funcionan para atajar los problemas de conducta. “Lo que funciona es la conversación. El alumno no quiere que lo coarten, quiere que le hablen y le escuchen”, explica el psicólogo.
“El que dejen de acosar en el colegio no significa que no lo vayan a hacer en cuanto salgan por la puerta”, dice Prado, quien cree que las medidas coercitivas no valdrán sin medidas educativas: “Con los alumnos hay que trabajar todo lo educativo-sexual. Tienen que aprender a decir no y a aceptar un no”, explica, “y las cámaras solo verían al agresor y agredido, no quizás a los espectadores o cómplices, con los que también hay que actuar”, añade.
Y para los alumnos tímidos, las cámaras no serían sino “otro elemento que les inhibirá de participar o ser ellos mismos en los centros”, dice Prado, que apuesta por la educación como centro del debate.
"Mientras que los castigos como la expulsión han demostrado que no funcionan, sí lo hacen los programas basados en la conversación y desarrollados en grupos pequeños", afirma Ubieto. Educación y diálogo. Esas son las palabras que más repite Ubieto y que corroboran Prado y Cardenal. "Lo que es necesario es que todos los centros tengan un plan de convivencia y que este implique la participación del profesorado, el alumnado y las familias", incide la presidenta de CEAPA, que también apunta a una bajada de los ratios como una herramienta eficaz para controlar estos abusos.
Porno y agresiones sexuales
La Fiscalía también indicaba en su informe que una posible causa del aumento de las agresiones es el aumento del consumo de pornografía. Los niños españoles comienzan a ver porno con con ocho años. Unos datos que preocupan y que son posibles gracias a la generalización de la tecnología, que lo vuelve más disponible. Sin embargo, los expertos son algo escépticos al hablar de la relación entre el consumo de vídeos sexuales y el aumento de agresiones sexuales, especialmente en grupo. "Nunca puede explicarse un fenómeno por una sola causa, pero es cierto que este consumo temprano genera unas fantasías sexuales que a veces no se corresponden con la realidad", afirma Ubieto.
"El consumo de pornografía en niños puede generarles situaciones difíciles de gestionar. Porque ven una sexualidad irreal y fantástica que pueden pretender poner en práctica sin conocer los límites", afirma Prado, que cree que "son necesarios programas, pues se está viendo que hay falta de prevención educativa, de formación sexual. Y también los padres tienen que hablar abiertamente de estos temas, preguntarles qué quieren saber, porque las inquietudes son normales pero tienen que encontrar diálogo".
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