Las colas en Doña Manolita o La Bruixa d’Or empiezan a dar cuenta estos días de la fiebre que desata el sorteo del año. De aquí al 22 de diciembre, millones de españoles gastarán millones de euros para tratar de hacerse millonarios con la Lotería de Navidad. En total, el año pasado fueron más de 2.100 millones de euros, cuatro veces más que en el Sorteo del Niño.
Lo que no sabe la mayoría es que más le valdría apostar por el Niño. Un sorteo en el que las posibilidades de tener un premio son bastante mayores. Mientras un décimo de este sorteo cuenta con un 38% de posibilidades de ser premiado o al menos reintegrado, esa cifra baja al 14% en el Sorteo de Navidad. “Desde luego y teniendo en cuenta que la dificultad es mucha, si hay que quedarse con una es la del niño. Hay más reintegros, más premios y la posibilidad de que te toque es mayor”, explica José Manuel López Nicolás, el bioquímico que acaba de publicar Un científico en el supermercado, un viaje por la ciencia de las pequeñas cosas con la que el investigador quiere que “se entienda que la ciencia no es algo que se desarrolla en el laboratorio ni del futuro, que se rompa el miedo".
En su libro se explica que aunque la posibilidad de que te toque tu número en ambos sorteos es la misma –una entre 100.000-, en el Sorteo del niño hay 7.813 premios mientras que en el de Navidad hay solo 5.305, por lo que las posibilidades de ganar algo son del 7,8% en el del 5 de enero y 5,3% en la de Navidad. Además, mientras que en el del Niño hay tres reintegros, en el de Navidad sólo uno.
Ni productos ‘sin’ ni ‘con’
Pero no sólo a gestionar nuestro dinero puede ayudarnos la ciencia, sino también a que no nos engañen. Porque en estos tiempos en los que vivimos descreídos de la política, a veces pasamos por alto los engaños a los que nos someten las empresas a través de sus departamentos de marketing. “Muchas campañas son agresivas y torticeras. La mentira está a la orden del día y sobre todo cuando se acompaña de incultura científica hace más difícil distinguir verdad de fraude”, advierte López Nicolás.
En este sentido, el autor no deja títere con cabeza. Carga contra los suplementos nutricionales, que considera “innecesarios para la población sana que no siga una dieta especial”. “El calcio añadido a los alimentos no es un calcio que sirva para ayudar a problemas serios de huesos. Tampoco el lactobacilus al sistema inmunitario, ni los péptidos bioactivos para bajar la tensión… lo dice la EFSA [la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria], no yo”.
Entonces, ¿cómo es posible que los supermercados estén llenos de alimentos funcionales que prometan mejorar nuestra salud? “Al principio había un caos tremendo porque no había regulación sobre alimentación y se promocionaban auténticos disparates. Luego llegó la EFSA como elefante en cacharrería y dijo que no se podían decir eslóganes sin demostrarlo científicamente. Pero el reglamento se dejó un hueco. Añadiendo al menos el 15% de la cantidad diaria recomendada de una vitamina o mineral que se encuentra en la dieta en mucha más cantidad y a menor precio, podrían seguir diciendo sus alegaciones saludables". En definitiva, que "en lo único que hay que fijarse en estos productos es en el ingrediente que lleva el asterisco, pero aún así para alguien sano no es necesario con una alimentación variada, pues tanto vitaminas como minerales están en otros alimentos naturales y a mayor cantidad".
La remolacha, del Frigopié a la luna
Si hay un alimento con ciencia en el libro de López Nicolás, ese es la remolacha. El autor explica como la polivante hortaliza es la responsable de que podamos disfrutar de frigopiés rosas pero también está en el centro de las investigaciones -de las que él mismo forma parte en la Universidad de Murcia- para conseguir fármacos que luchen contra el envejecimiento prematuro de los astronautas. "No es que la remolacha sea un superalimento, pero haciendo buena ciencia de un alimento se puede usar para muchísimas cosas", explica su autor.
En el científico en el supermercado se explica también cómo la ciencia está detrás de los castellets o que los humanos somos los responsables del 11% de las emisiones totales de CO2. Y que por eso le gustamos tanto al mosquito tigre.
López Nicolás advierte también contra los alimentos detox, "que no sólo son una chorrada sino que abusar de ellos puede ser peligroso para la salud, porque por muchas campañas que haya para tratar de meternos miedo no estamos intoxicados, y además tenemos el riñón y el hígado para depurarnos y no un zumo verde", añade.
A los que sí les da un voto de confianza el bioquímico es a los llamados "alimentos del futuro". Sobre los insectos, las algas o incluso las medusas considera que "no hay que sustituir nuestra dieta pero sin duda tienen nutrientes que quizás no se encuentran fácilmente en otros productos y que son más interesantes que lo que nos están intentando vender", concluye.
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