El Sol es la estrella más cercana a la Tierra. Su luz calienta nuestro planeta y hace posible la vida en él. Gracias al Sol hay, por ejemplo, agua en estado líquido, imprescindible para que plantas, animales, bacterias, insectos y seres humanos podamos sobrevivir. Además, cuando tomamos el sol, éste ayuda a nuestro cuerpo a producir vitamina D, fundamental para absorber el calcio que es imprescindible para la formación de los huesos. Por eso son tan importantes las actividades al aire libre, en la playa, el campo o en el parque, sobre todo para los mas pequeños.
Pero no todo son ventajas. Los rayos ultravioleta que emite el Sol (rayos UV) pueden provocar quemaduras en la piel y envejecimiento prematuro. Y en la piel de los niños, que es mucho más fina y delicada que la de los adultos, «tiene un efecto cancerígeno severo, por eso es importante proteger las zonas del cuerpo más sensibles: la cara, el cuello, el cuero cabelludo, los hombros, las orejas, las manos y los empeines», aconsejan desde la consulta de enfermería pediátrica del Hospital Quirónsalud San José las enfermeras Laura Sánchez y Natalia Gallardo.
La piel, un órgano con memoria
Hay que evitar exponerse al sol durante ciertas horas del día y ciertas épocas del año. En las horas del mediodía y en primavera y verano, los rayos UV son más intensos y potentes, por tanto, más peligrosos para la piel de los peques de la casa. También hay que tener en cuenta que los rayos UV pasan a través de las nubes y rebotan en superficies como el agua, la arena, la nieve, la hierba y el asfalto. Por eso, en verano, a la hora del paseo, por la playa, por la montaña o el campo, o simplemente en el parque, aunque sea un día nublado, hay que tomar precauciones con el sol.
Las quemaduras solares durante la infancia, por pequeñas que sean, pueden tener efectos nocivos en la edad adulta
Antes, debemos saber que la piel tiene memoria y almacena las horas que nos hemos expuesto al sol. Si nos hemos pasado o lo hemos hecho de forma irresponsable, pasará factura tarde o temprano. Las quemaduras solares durante la infancia, por pequeñas que sean, pueden tener efectos nocivos en la edad adulta. La cantidad de sol que admite el cuerpo humano es limitada. Cada individuo posee un mecanismo de defensa natural frente a las agresiones solares. La piel se quema, se descama y se regenera, pero tiene un límite. Los daños que se producen en la piel se van acumulando a lo largo del tiempo hasta que las consecuencias son irreversibles. El 80 por ciento de la radiación solar se recibe en los primeros 18 años de vida de una persona, de ahí la importancia de la protección solar desde la infancia para prevenir el cáncer de piel.
La importancia de la prevención
Desde pequeños tienen que saber que el sol es bueno, pero que conlleva riesgos si no se toma con precaución. Para evitar futuros problemas en la salud de los niños, es conveniente adoptar una serie de medidas de prevención. «Los niños menores de seis meses deben permanecer siempre en la sombra, no deben exponerse directamente a los rayos de sol», aconsejan desde la consulta de enfermería de Quirónsalud San José. Además, añaden, «los mayores de seis meses deben permanecer el mayor tiempo posible en la sombra. Recomendamos el uso de gafas de sol oscuras con filtro para rayos UV, camiseta de manga larga y sombrero de ala ancha». Sombra, sombrero y protección, son las claves para un verano sin quemaduras.
Los niños no deben exponerse al sol demasiado tiempo, sobre todo entre las 10 de la mañana y las cuatro de la tarde. Antes de salir de casa, hay que poner protector solar, media hora antes de la exposición al sol y sobre la piel seca, en las zonas del cuerpo que van a estar expuestas a los rayos solares. El factor de protección recomendado para los niños debe estar por encima de 30. Además, el agua y el sudor disminuyen los efectos de las cremas protectoras, y todos sabemos que los niños no paran quietos y están más tiempo en el agua y jugando que sentados debajo de la sombrilla. Por ello es necesario repetir la operación de proteger la piel cada dos horas. Y no olvidar cuidar también que no se quemen los labios, usando un protector labial específico para los más pequeños.
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