El dolor de pecho o torácico es un síntoma muy frecuente que en la mayoría de ocasiones no tiene causa relevante. Pero en un pequeño porcentaje de los casos puede representar el primer indicio de una serie de enfermedades de gravedad, especialmente coronarias, que es necesario tratar y abordar lo antes posible. ¿Cuándo debemos preocuparnos y consultar a un especialista?
Preguntamos a Irene Narváez, miembro de la Unidad Integral de Cardiología del Hospital La Luz de Madrid, donde el dolor de pecho es el síntoma de valoración más habitual. «En general, las causas del dolor torácico se pueden orientar en función de las características del mismo», apunta. Cuando se trata de un dolor de origen cardiológico, como el que se siente en un caso de angina de pecho, suele notarse en el centro del tórax, de manera opresiva, «como un peso o una losa», y se puede irradiar a ambos brazos, la espalda o la garganta. Habitualmente se desencadena con el esfuerzo y cede o disminuye su intensidad con el reposo.
En estos casos, «la razón previsiblemente más grave puede responder a un origen cardiológico: infarto, pericarditis o inflamación de la capa que envuelve al corazón, mala función de las válvulas cardiacas, miocardiopatías, patología de la aorta…», explica la especialista.
No solo el corazón
Pero el dolor torácico no es exclusivo de una dolencia cardiaca. De hecho, no lo es en la mayoría de ocasiones. Puede tener, por ejemplo, un origen pulmonar, como en los casos de neumonía, tromboembolismo pulmonar, neumotórax, enfermedades del parénquima pulmonar o broncoespasmos. Entonces, las molestias «suelen presentar características pleuríticas, es decir, aumentan con los movimientos respiratorios (inspiración o espiración profunda), y algunas veces también se asocian a una autoescucha de sibilancias», aprecia la profesional del centro perteneciente al grupo Quirónsalud.
«El espasmo esofágico puede ser en ocasiones indistinguible del infarto de miocardio»
dra. irene narváez, unidad integral de cardiología, hospital la luz
Tampoco es infrecuente que las enfermedades digestivas como la úlcera, el reflujo gastroesofágico o ardor o los espasmos esofágicos, entre otros, puedan provocar dolor torácico: «Los dolores de perfil digestivo suelen ser más abajo, pero se pueden mover en origen ascendente hacia la garganta. Y el espasmo esofágico puede ser en ocasiones indistinguible del infarto de miocardio», advierte la doctora Narváez.
Menos importantes, pero frecuentes en la práctica clínica, son las dolencias de origen musculoesquelético –«los dolores osteomusculares suelen circunscribirse a una parte pequeña del tórax y suelen modificarse o empeorar con los movimientos torácicos»– y, por supuesto, los estados de ansiedad. En estos casos, la persona puede presentar una mezcla de las características anteriormente descritas, además de referir un estado de nerviosismo agudo precedente.
Pruebas complementarias
Dado que el origen del dolor torácico puede ser muy diverso, y que algunas causas del mismo pueden ser de gravedad, cuando el paciente acude con esta clase de síntomas a la consulta de cardiología se suelen solicitar pruebas complementarias. En muchas ocasiones no permiten saber cuál es la causa del dolor, pero sí facilitan el descarte de aquellas que, por lo general, pueden tener importancia desde el punto de vista cardiológico.
En primer lugar se realiza un electrocardiograma y un ecocardiograma, dos exámenes que dan una idea inicial de si el corazón del paciente es estructuralmente normal o sano. Después, la doctora Narváez apunta a las pruebas de esfuerzo, consistentes en caminar o correr en una cinta con la tensión monitorizada y un electrocardiograma, de manera que se aprecia en tiempo real el comportamiento del corazón con el esfuerzo. «Nos es muy útil para descartar la cardiopatía isquémica o angina de esfuerzo», subraya.
Del TAC al Holter
Cuando los resultados muestran alteraciones y se sospecha de un origen cardiológico del dolor torácico, el estudio se complementa con un TAC coronario, para observar las arterias de manera no invasiva mediante tomografía. Posteriormente, en caso de que sea necesario, una coronariografía permitirá visualizar su estado a través de un catéter canalizado desde la arteria radial del paciente.
Otras veces puede ser necesario el empleo de un Holter, un dispositivo que permite la monitorización continua durante 24 horas con electrocardiograma o aparato medidor de tensión, en función de la sospecha clínica o de los síntomas asociados. «Si nuestro estudio es normal, en muchas ocasiones el paciente es derivado a otros especialistas (neumólogos, digestivos, atención primaria, psicología) que realizan las pruebas pertinentes», concluye la doctora Narváez.
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