Fue el pasado 8 de junio. No eran las cinco de la tarde, ni hacía calor, ni había sangre ni arena, pero cuando saltó la noticia sobre la regulación de las concentraciones de retinol en productos cosméticos los entusiastas de este ingrediente cosmético entraron en pánico, y en lugar de “oles” entonaron abucheos a una norma aún en borrador.
La Unión Europea y su organismo regulador en materia de cosmética, el SCCS, han puesto sobre la mesa (huelga decir que no es la primera vez que ocurre) la duda sobre las concentraciones de los retinoides (retinol y sus ésteres) en la cosmética. Actualmente no existe una dosis máxima de retinol –ni de sus derivados– en la formulación cosmética, pudiéndonos encontrar en el mercado europeo concentraciones de hasta el 1,5%.
¿Y cuál es la causa? En principio existen dos clavos ardiendo: las consecuencias de un posible exceso de vitamina A en nuestro organismo y el riesgo de irritaciones. La primera, personalmente, me produce un poco de controversia interna: queremos como científicos restringir un ingrediente activo que se aplica en la piel (que sabemos hasta dónde llega) para evitar un aumento de la dosis recomendada de vitamina A, cuando en el mercado podemos encontrar suplementaciones de venta libre con los que podríamos superar esa dosis con solo dos tomas, por no hablar de la toma conjunta de multivitamínicos y otros suplementos sin saber, en muchas ocasiones, por donde nos da el aire. Pese a ello, queremos prohibir concentraciones superiores al 0,3% de retinol en productos de uso facial y de un 0,05% en productos de uso corporal (aquí casi mejor que lo prohíban del todo).
El segundo clavo ardiendo sería el de la irritación. ¿Cuántas cosas nos pasan por un uso indebido de productos? ¿Es ahora el retinol –y sus derivados, que aquí lejos de controversia me entra la risa floja– una molécula tan descarada y advenediza que consigue, a través de la piel, ponernos el mundo del revés?
Dosis pautadas por profesionales
Siempre he considerado que la concentración, ya sea del 0,3 o del 1,5%, debería estar pautada por profesionales, bien sea para su uso cosmético o como tratamiento de ciertas patologías, en cuyo caso debería venir acompañada del criterio de un dermatólogo. En el 98% de las ocasiones, las dosis altas de retinol bien pautadas y escalonadas no producen irritaciones severas. Pero entramos en un terreno sensible y en la capacidad personal de cada uno para entender qué nos viene bien y cuándo. Lo que no me explico es por qué el retinaldehído (retinal) y otros retinoides escapan a esta regulación. ¿Acaso es el propio SCCS quien pone en causa estas moléculas sacándolas fuera de juego? Un galimatías. Pobres moléculas, que experiencia más frustrante.
Y entonces, ¿dónde está la solución? En mi opinión no pasa por convertir el retinol en medicamento, sometido a receta médica, de venta exclusiva en farmacia y sin márgenes atractivos para nadie. La otra opción sería catalogarlo como producto sanitario, lo cual abriría el mercado nuevamente a los sectores que defiendo para esas concentraciones: la farmacia y el centro médico. O sea, los profesionales sanitarios. Pero no es tan fácil como lo pintan en las redes sociales. Conseguir que el retinol sea un medicamento o un producto sanitario requeriría una regulación especial y una cantidad de estudios que harían eterno el salto, ingrata la espera y asfixiante la inversión.
¿Qué pasará?
¿Qué pasará? No tengo ni idea. Lo que sí tengo claro es que no existen persecuciones ni conspiraciones judeo-masónicas alrededor de su retirada. Si se seca el río se seca para las dos orillas. El borrador, en caso de aprobarse, y por sensatez creo que no debería, llegará en agosto. En ese momento se elevaría a público en la UE. A partir de ahí la fabricación quedaría restringida en enero de 2025 y la venta de lo que esté en el mercado se prolongaría hasta agosto de 2026. Y esto, de momento, sólo afectaría a los países de la UE, porque la FDA norteamericana y los demás países europeos no se han visto afectados, y a buen entendedor…
¿Qué opino? Que es posible que pase, habida cuenta de que son varias las agencias estatales que lo apoyan. Mientras tanto, solo nos queda esperar y tener paciencia, sentarnos en nuestro salón con nuestra piel resplandeciente mientras nos tomamos unas cervezas y nos fumamos algún que otro cigarro, que esto último parece ser que escapa a prohibiciones y regulaciones, aún sabiendo sus riesgos. ¿Por qué? Calor, sangre y arena.
Arturo Álvarez-Bautista es doctor en Nanomedicina y formulador cosmetológico (IG: @arthourosalba)
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