El pie es una de las partes más complejas del cuerpo. Está formado por 26 huesos unidos por articulaciones, tendones, ligamentos y músculos. Sirve para caminar, correr, saltar, y está sometido a mucha tensión ya que soporta el peso del cuerpo cuando nos movemos. Cualquier problema en el pie puede provocar una lesión y dolor que limitaría el movimiento, por eso es importante elegir un buen calzado.
El calzado perfecto tiene que adaptarse como un guante a la forma del pie y a sus movimientos para no provocar rozaduras ni deformidades. Debe amortiguar correctamente los impactos del pie contra el suelo para suavizar la pisada, además de proporcionar un agarre al suelo para evitar los resbalones y las caídas. El interior tiene que ser cómodo y proporcionar confort térmico para tener los pies calientes en invierno y evitar el sudor en verano. Sin embargo, a pesar de la importancia que tiene el pie, normalmente no le damos la atención que se merece, excepto en verano, por una cuestión estética básicamente. En esta época del año, sacamos del armario el calzado de verano, sandalias de todo tipo y, claro, el pie que ha estado encerrado todo el invierno, cuando sale al sol, se resiente. “El calor fundamentalmente produce dilatación de las partes blandas lo que nos hace sentir incómodos continuamente si el calzado no es el adecuado, por eso, debemos considerar el uso de calzado que se adapte bien sin apretar pero que sujete el pie adecuadamente. Es importante que no sean completamente planos, al menos el talón debe tener una altura de dos o tres centímetros”, explica el doctor Juan Carlos Carrera Merino, jefe de la Unidad de Podología del Hospital Quirónsalud Málaga.
El uso de calzado de verano puede causar algunos problemas en los pies como consecuencia del calor, el exceso de humedad o la poca sujeción del pie. Por ejemplo, las chanclas, las sandalias o las zapatillas de esparto, son un tipo de calzado cómodo, fresco y fácil de poner, pero no ofrece soporte al pie. Esto provoca dolor en los pies y aumenta el riesgo de lesiones, especialmente si se utilizan durante un periodo de tiempo prolongado. Otra opción de calzado de verano son los zapatos planos porque son ligeros, sin embargo, si se llevan durante mucho tiempo, pueden producir un dolor constante en la parte inferior del pie, lo que se conoce como fascitis plantar, porque al no ofrecer soporte en el arco del pie, los músculos y ligamentos de la zona, deben trabajar más de lo necesario.
Por otro lado, el exceso de calor en los pies hace que aumente la sudoración y por lo tanto, el riesgo de infecciones por hongos, como el pie de atleta además de ampollas y rozaduras como consecuencia del roce constante y de la humedad que se acumula en esa zona, así como mal olor, por eso, “es importante que el material del calzado sea transpirable, si no es así, se produce condensación interna y aumenta el nivel de humedad y calor, factores suficientes para el desarrollo de infecciones fúngicas; víricas como papilomatosis o bacterianas” apunta el especialista. Los materiales naturales como el cuero, el algodón o la lona, son las mejores opciones pues se adaptan perfectamente a los pies, son flexibles y permiten la transpiración. Se deben evitar materiales como el plástico o los acrílicos que pueden provocar lesiones en la piel. El calzado abierto permite que “respiren” los pies, pero no ofrece la sujeción adecuada, por lo que no es aconsejable para paseos largos. Las chanclas, por ejemplo, se recomiendan solo en la arena de la playa o en las instalaciones de piscinas pero no para caminar sobre el asfalto. Si en esta época del año se prefiere utilizar un calzado cerrado, hay que elegir zapatos transpirables, usar calcetines para evitar las rozaduras y en caso de sudoración excesiva, cambiarlos a menudo, el pie debe estar limpio y seco el mayor tiempo posible.
El aumento excesivo de sudoración, hiperhidrosis, puede tener su origen en un problema hormonal, neurológico o idiopático (por causa desconocida) por mencionar algunos, pero en cualquiera de los casos, el fin es el mismo, “evitar la condensación dentro del calzado que pueda derivar en bromhidrosis bacteriana, es decir, mal olor, y en otras alteraciones dérmicas” señala el doctor Carrera Merino. Por eso es muy importante acudir al podólogo si se tiene alguna alteración en los pies, sobre todo las personas que sufren diabetes, que tienen deformidades osteoarticulares como juanetes, callos o dedos de garra, para poner el tratamiento adecuado y evitar problemas más graves como úlceras, heridas de difícil cicatrización que pueden hacerse crónicas y que con el calor empeoran considerablemente. Las técnicas que se utilizan actualmente son indoloras, ambulatorias y completamente resolutivas que mejoran la salud y el aspecto de los pies para poder, no solo lucirlos en verano, sino caminar correctamente sin molestia alguna.
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