Ana (el nombre es ficticio) no ha ido a la huelga de trabajadoras de centros de educación infantil que se celebró este martes. Ni se lo ha planteado, asegura, porque sospecha que la dirección del centro de educación infantil privado donde trabaja tomaría represalias. “Ayer nos mandó un mensaje diciendo que necesitaba saber quién haría huelga y sé que si la hago me puedo olvidar de que me renueve en septiembre”, añade. Ana está acostumbrada (lleva ocho años enlazando trabajos en tres guarderías) a que sus contratos empiecen en septiembre y terminen en junio. Comisiones Obreras ha denunciado esta semana que esa es una práctica habitual en los centros para evitar hacer contratos indefinidos.
Comisiones Obreras es el único sindicato que ha convocado la huelga de trabajadoras (sí, en femenino, porque son el 95% del sector) de centros de primer ciclo de educación infantil, es decir, de cero a tres años. Lo han hecho tras el preacuerdo alcanzado por la patronal y resto de sindicatos que pretende actualizar el convenio colectivo del sector a 930 euros brutos mensuales. “Hasta ahora eran 880, pero con la subida del salario mínimo se quedó por debajo y con el acuerdo sólo lo supera en 30 euros. El 80% de estas trabajadoras tiene un ciclo formativo de grado superior y otro 10% ha estudiado magisterio. Entendemos que no es un salario aceptable para alguien con esa formación y responsabilidad”, denuncia Pedro Ocaño, secretario de Privada y Servicios Socioeducativos de FECCOO.
Según la Carta Social Europea, nueve de cada 10 trabajadoras del sector se pueden considerar pobre
El sindicato calcula que en el sector trabajan unas 80.000 empleadas y que los centro son la mitad públicos y la mitad privados o concertados. "Según la Carta Social Europea, nueve de cada 10 trabajadoras del sector se pueden considerar pobres, porque su salario apenas supera el salario mínimo interprofesional y no llega al 60% del salario medio nacional", denuncia el sindicato. Un salario que, además, está congelado desde 2012.
Ocaño habla, además, de “irregularidades” frecuentes en el sector como la contratación de trabajadoras con una categoría a las que se aplica una inferior, de la falta de contratos indefinidos y del no respeto de las ratios de alumnos por clase. “En el sector hay mucho miedo, la mayoría son escuelas pequeñas, con menos de una decena de trabajadoras”, explica el responsable sindical.
Patricia (otro nombre ficticio) explica que ni siquiera se había enterado de que hoy había huelga, “aunque si lo hubiera sabido tampoco la habría hecho”. Ella es diplomada en magisterio y de lo que más se queja es de las ratios. “Antes de llegar a esta guardería trabajé varios años en centros de Reino Unido. Allí las ratios son mucho menores y los salarios mejores, me vine porque me gusta mucho España, pero no por el trabajo”; afirma.
Por cada tres clases debe haber, según la ley, un mínimo de cuatro profesionales.
En España, el ratio en el aula de menores de un año es de ocho alumnos por aula, entre uno y dos años de 13 alumnos y de dos a tres años, de entre 18 y 20 alumnos por clase. Por cada tres clases debe haber, según la ley, un mínimo de cuatro profesionales. Una maestra, dos educadoras y un auxiliar de soporte. “Cuando alguna de las cuidadoras no está, te has quedado sin apoyo. Y aunque lo tengas, es para tres clases. No damos abasto”, lamenta Ana.
A pesar de que están continuamente expuestas a las enfermedades de los pequeños, Ana ha llegado a ir a trabajar con una conjuntivitis contagiosa. “Tenía el justificante médico pero la directora me dijo que daba igual. Y si faltamos un día, aunque sea enfermas, nos lo descuentan del salario, así que fui a trabajar”, explica, y asegura que ha ido a trabajar con fiebre o gastrointeritis por la misma razón. “Cómo voy a permitirme cobrar aún menos, si para cubrir gastos tengo que hacer horas de canguro por las tardes”, lamenta.
Miedo a afiliarse a un sindicato
En la guardería de Patricia son más de 10 empleadas, pero no tienen representación sindical. “Vinieron a la escuela y la dirección les dijo que se fueran. Y cuando llegamos a hablar con ellos nos dijeron que necesitaban que una de nosotras fuera la representante. Y ninguna queremos porque nos da miedo”, reconoce.
Tampoco está en ningún sindicato Lucía, que lleva ocho años trabajando en la misma guardería, y cobrando lo mismo que el día que empezó. Ella es afortunada y rebasa los 1.000 euros. “Yo hubiera hecho la huelga muy a gusto, pero creo que habría consecuencias. Y no podría volver a pedirle un favor”, asegura esta diplomada en magisterio de Audición y Lenguaje. Ella asegura que también va al trabajo aún estando mala, “porque sabes lo que supone para las compañeras que no estés”.
Trabajo vocacional
Todas coinciden en que nadie sin vocación puede trabajar en una guardería. “Los padres pueden estar seguros de eso. Entre el cansancio y el estrés, si no te gusta sales corriendo”, denuncia Lucía, que no hace horas extra porque su pareja “gana algo más y aporta más, pero no podría ir a vivir sola”.
estas trabajadoras carecen de un tiempo para organizar o preparar actividades,
Tamara García es la única que accede a dar su nombre. Ella sí ha ido a la huelga. Asegura que no han sido muchas en la calle Ferraz de Madrid, aunque sabe que “son muchas más a las que le gustaría estar”. “Desde el primer día que empezamos a trabajar, sabemos que no nos vamos a hacer ricas. Pero lo que tampoco queremos es ser cada día más pobres”, lamenta, “tenemos mucho trabajo, una responsabilidad inmensa y no nos sentimos valoradas ni pagadas”.
Tamara recuerda que como educadoras, su trabajo “no es sólo vigilar a los niños y cubrir sus necesidades básicas, sino que hay que educarles, estimularles, ofrecerles una enseñanza integral”, explica. Esa es otra de las reinvindicaciones de CCOO, ya que estas trabajadoras - a diferencia del resto de etapas educativas - carecen de un tiempo para organizar o preparar actividades, planificar o atender a los padres. "Todo lo hacen fuera de su jornada y a expensas de su propia conciliación familiar", concluye Ocaño.
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