Llega el verano y los niños - como los adultos - son felices fuera de casa. En la piscina, en la playa, dando paseos por el pueblo o corriendo en las plazas. Para ellos, los veranos son sinónimo de relax y diversión y la independencia, estar solos o con los amigos, de esas primeras veces que no se olvidan.
Para muchos padres, de hecho, este es uno de los quebraderos de cabeza que sustituyen en verano a los deberes y el estudio. Cuanta libertad dar a los niños, hasta qué hora dejarles salir o cuánto dinero darles para ser justos; ni demasiado permisivos, ni padres policía. La psicóloga Ana Asensio, especializada en niños y adolescentes, ofrece luz sobre estas cuestiones aprovechando la época estival.
"Lo primero es ver si confiamos en los niños. Ver si, independientemente de los peligros que haya fuera, consideramos que el niño podría defenderse ante distintas situaciones, como reconocer un peligro, saber volver a casa, conocer su teléfono o ser capaz de pedir ayuda", indica Asensio, que sitúa en los 10 años la frontera en cuanto a estas competencias. "Antes de los 10 años no tienen, en general, el discernimiento necesario para responder ante determinadas situaciones. Les falta madurez y no debe confundirnos que utilicen un lenguaje adulto, porque son aún muy inocentes", apunta la psicóloga.
Esta frontera sería la indicada para que el niño pueda estar sin la supervisión de un adulto. Obviamente, no es lo mismo en una urbanización cerrada que en la calle, o en un pueblo que en la ciudad de Madrid. Y también habrá que evaluar, indica Asensio, la madurez del niño.
Pero, ¿cómo saber si mi hijo es maduro? La psicóloga establece varios indicadores que pueden ayudar a conocer cómo de preparado está el niño para desenvolverse solo. "Si es capaz de hacer la maleta, si entiende bien el concepto de la hora, si conoce su teléfono y la dirección donde vive o sabe manejar el dinero, podemos pensar que puede empezar a estar solo", explica Asensio, quien no obstante apuesta por un modelo de "aproximaciones sucesivas": "Esto significa ir poco a poco, el primer día llevarle y recogerle a un sitio, el segundo día más tiempo, y así sucesivamente ir evaluando si responde a las normas y muestra la responsabilidad necesaria".
Tras las primeras experiencias en solitario, es hacia los 12 años, según la autora, cuando llega un nuevo hito. "A esa edad se supone que entran en la adolescencia, al menos en la adolescencia biológica", explica, porque esa es la edad a la que muchos pueden empezar a pedir salir algo más tarde. "A los 12 años no deberían salir más allá de las nueve y media o diez de la noche, aunque eso va a depender muchísimo del lugar donde residan". La psicóloga no es partidaria de extender la libertad horaria más allá de la medianoche antes de la mayoría de edad, aunque dependiendo del lugar que esté podrá variar.
El inicio de la adolescencia coincide también con el encerrarse en uno mismo de muchos adolescentes. Por ello, hablar con los padres de los amigos es fundamental para Asensio. "Todo es mucho más fácil de controlar si los padres se relacionan entre ellos. Y no hay que tener miedo de preguntarles. Saber lo que hacen no es fiscalizar, es un gesto de amor por los hijos interesarse por lo que hacen", indica.
De nuevo, la psicóloga nos ofrece algunas pistas para conocer el grado de madurez de un adolescente a través de su comportamiento. "Son importantes no solo las notas sino la capacidad de trabajo del adolescente, si entrega las tareas y estudia solo. También se podrá ver su responsabilidad si hace la cama y otras tareas de la casa que tenga encomendadas - debemos asignarle algunas tareas - y si maneja bien el dinero o lo gasta todo en cuanto cae en sus manos". La psicóloga destaca también como garantía de madurez la práctica de deportes o si se ocupa de alguna mascota.
A todo ello habrá que sumarle si cuenta habitualmente sus cosas, si existe comunicación con él, y si creemos que es capaz de detectar los peligros. "Los adolescentes tienden a encerrarse, porque no escuchan y tienden a verlo todo como una crítica. Por tanto es fundamental interesarse por su mundo y conseguir que, poco a poco, nos dejen entrar. Si nos dejan, nos escucharán. Y aunque parezca que no nos hacen caso, esa lluvia va calando".
¿Paga sí o no?
Entender el manejo del dinero es, a juicio de Asensio, ideal a partir de los siete u ocho años. "Por ello es conveniente empezar a dar dinero a los pequeños, aunque no sea bajo el concepto de una paga, para que aprendan a ahorrar, que sepan que cuando se compran cosas el dinero se gasta y desaparece. También que el dinero tiene su recompensa y es gratificante", explica la psicóloga. Darle dinero servirá para conocer también al niño, según la especialista, y poder actuar en consecuencia.
Sin embargo, tanto en cuestión de dinero como de libertad, la psicóloga tiene un consejo común: "Lo mejor, no obstante, es darles un buen ejemplo. La base es la mejor prueba, porque si tiene esa base le servirá de regulación interna y aunque en un momento dado quiera probar algo, la cosa no irá a más", concluye.
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