Hace semanas que los polvorones han llegado a los pasillos de supermercados. También a los escaparates y la publicidad, con los anuncios de lotería y juguetes copando los intermedios. Ya es imposible escapar al espíritu de la Navidad, un espíritu que, sin embargo, cada vez es menos religioso y más consumista y laico. En esa vorágine, algunos padres se preguntan si es posible ser coherentes con los niños y darle un sentido a las fiestas navideñas más allá de los regalos y de la religión.
Porque lo cierto es que cada vez son menos las familias que le dan un sentido religioso a la Navidad. En el barómetro de enero de 2019, se declaraba católico el 66,9% de los españoles, tres puntos menos que en 2016. Y el dato lleva años cayendo, pues en 2006 se sentía católico el 77% y 10 años antes, el 83%. Esto se ve también en los niños a través de la asignatura de religión, que ahora estudia en primaria el 62%, mucho menos que el 91% que lo hacía en el curso de 1996/97.
Por tanto, la misa del gallo, el portal de belén o los reyes magos tienen hoy un sentido muy distinto al que le daba la generación de los setenta u ochenta. Los niños de entonces son los padres que hoy encuentran problemas para gestionar con sus hijos el significado de la Navidad y dudan si poner en casa un belén o cómo responder a los niños quién era el niño Jesús y por qué los Reyes Magos le llevaron regalos. "Para los niños, la coherencia y lo que es normalidad es lo que le dan sus padres, ellos tienen que establecer cómo se vive la Navidad con sus propias tradiciones", indica Abel Domínguez, director de Domínguez Psicólogos.
Para Natalia Sánchez, profesora de Educación Infantil en la Universidad de Educación a Distancia de Madrid (UDIMA), hoy día se dan tres maneras de vivir la Navidad en función de los principales tipos de familias, "como una fiesta religiosa que se vive con fe, como el recuerdo de un momento histórico en el que se puede creer o no, o como un encuentro familiar sin mayor trascendencia".
Un momento para los valores
Independientemente de que haya fe, se recuerde el hecho histórico o ninguna de las dos, para Sánchez, al igual que para la psicóloga de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Amalia Gordóvil, cada familia "ha de buscar la coherencia en sus propios valores y ver qué sentido tiene la Navidad para ellos como familia". Gordóvil, psicóloga familiar también en el centro Grat, cree que cuando no hay un sentido de fe "se puede aprovechar para transmitir valores, los que la familia quiera y defina entre todos, pero que pueden ir desde la solidaridad, la tolerancia a la diversión, lo que para cada familia sea importante".
Para Gordóvil, los ritos son importantes "porque aportan seguridad y coherencia a los niños", por lo que propone una actividad como punto de partida en estas fechas para darle sentido a las fiestas. "Es un buen momento para sentarse juntos toda la familia y elaborar un escudo familiar. Un mural en el que, a través del diálogo de todos, queden reflejados los valores de la familia, quiénes somos y qué nos gusta de nosotros mismos".
La Navidad es, por tanto, un gran momento para transmitir valores a los niños. "La gente rescata sus valores en Navidad, solidaridad, compañerismo, reencuentros y mucha tolerancia, para entender que nadie es mejor o peor que el que cree otra cosa. Esto lo pueden ver además en su misma familia, donde unos abuelos pueden ser muy religiosos y los otros no. Ahí aprenderán a normalizar todas las creencias y verlas todas como válidas", explica Domínguez.
Responder a todas las preguntas
Independientemente de cómo nosotros la enfoquemos, los niños van a ver y oir en el colegio, en los medios de comunicación o en la calle, referencias a todas las opciones. Preguntarán y, coinciden los psicólogos, siempre hay que dar respuestas. "Si lo sabemos, les contestaremos explicándoles, y si no conocemos la respuesta, tendremos que buscarle. Responder a los niños incita a que hagan más preguntas y eso siempre es positivo", indica Gordóvil.
"Es muy constructivo que introduzcan en su pensamiento que las creencias propias no so las únicas y que hay personas que creen en otros dioses o religiones y que celebran o dan un sentido distinto a estas fechas", apunta Domínguez, que reconoce que "las preguntas de los niños a veces van a pillar, pero si nos dejan fuera de juego solo hay que decirles que se lo explicaremos después. Y siempre buscar la respuesta".
Las respuestas han de estar, también, "exentas de connotaciones positivas o negativas. A los niños no se les debe ocultar nada, menos aún engañar u obligar a creer. Toda esa información les servirá para ir estructurando su mundo", añade Sánchez.
Hasta los cinco años, "lo que no se ve es magia"
Todos estos dilemas, no obstante, no tienen demasiada importancia hasta que los niños cumplen cinco o seis años, según Sánchez. "Antes no hay que preocuparse por explicarles acerca de la fe o el sentido que unos y otros le dan a la Navidad. Porque hasta esa edad solo entenderán lo que les expliquen como un cuento. Hasta los seis años, solo creen en lo que ven y lo demás, es magia", añade la especialista en educación infantil.
Es a partir de esa edad cuando los padres pueden ir planteando dar ese tipo de respuestas a los niños, dice Sánchez, e ir ayudándoles a construir su mundo. "Porque también es según se les vayan explicando las cuestiones, relativas a Dios, los Reyes Magos, cuando los niños pueden llegar a sentirse engañados o mantener cierta ilusión. Hay que acompañarles según su madurez", concluye la experta.
Tantas maneras de vivir la Navidad como familias, que sólo serán incoherentes si caen en "no responder a sus propias creencias, intentando que crean sólo para celebrar la Navidad o contándoles la historia cristiana como si fuera verdad si ellos no creen", concluye la experta.
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