Tras más de 20 años viendo a familias, la psicóloga María Luisa Ferrerós cree que los padres de hoy sienten más presión que nunca. "Te dicen que hay que leer un cuento cada día, comprar no se qué, hacer esto otro... Los padres se creen que la maternidad es un protocolo a seguir, que va de completar un checklist. Pero no es así, no hay una receta mágica", explica a El Independiente a propósito de su nuevo libro Dame la mano.
La autora apuesta por que los padres "dejen de preocuparse por lo que hacen y empiecen a preocuparse por lo que sienten, por conectar con sus hijos. Para contar un cuento sin ganas, con prisas, solo porque hay que hacerlo para ser una buena madre o por cumplir unas expectativas... Mejor no hacerlo", afirma. En su lugar, apuesta por buscar algo que nos conecte: "Si te gusta hacer magdalenas, cantar, jugar con plastilina... cualquier cosa que te emocione, que disfrutes, eso generará el vínculo emocional que hay que buscar porque es el que perdurará toda la vida".
La psicóloga explica que durante los primeros años de los niños cuando se crea "un vínculo emocional o hilo conductor que será el que se mantenga a lo largo de la vida" y que por eso hay que intentar "ser de ver, deshacerse del ruido fuera y conectar con uno mismo y con los hijos, eso sí, dejando el móvil o las distracciones de lado cuando estamos con ellos".
Esa conexión, a juicio de Ferrerós, debe estar siempre acompañada por el contacto físico. "El piel con piel hay que mantenerlo. Los besos, abrazos, cosquillas, peleas de almohada... Aunque te digan mamá, qué plasta eres o tengan 20 años... El contacto es un hilo conductor imprescindible en ese vínculo emocional", afirma la autora.
Ni padres helicóptero ni niños caracol
Uno de los problemas actuales de la maternidad es, para la autora, el de los padres helicóptero. "Esos padres que están continuamente pendientes de sus hijos, hiperprotegiéndoles, crean niños inseguros. Porque si el padre se convierte en secretario particular, el niño entiende que es inútil, porque no puede hacer nada solo. Hay que confiar y dar responsabilidades", explica Ferrerós.
Por otro lado, la psicóloga llama la atención sobre los niños caracol. Un fenómeno procedente de Japón pero que en España está empezando a ocurrir y se ha visto incrementado por la pandemia: "Son los niños que tienen dispositivos en su habitación, tablets, consolas... y que les hace estar protegidos en su cuarto por una especie de caparazón digital. Lo que ven desde fuera es catastrofista [la pandemia, las noticias...] y acaban desarrollando agorafobia y miedo a las relaciones sociales reales".
No obstante, la psicóloga no es partidaria de prohibir las pantallas, pero sí gestionarlas y, en caso de que se haya intensificado su uso con la pandemia, irlas retirando. "Los niños se han adaptado bien a la pandemia e incluso ha habido efectos positivos al pasar más tiempo en familia. Pero es verdad que también se ha producido un aumento en el uso de pantallas y ahora hay que ir compensándolo con otras actividades", explica.
Porque la psicóloga cree que prohibir no es la solución: "Las pantallas no son malas ni buenas en sí mismas. Son instrumentos con muchas posibilidades si se aprovechan bien. Además, un niño no se va a desenganchar de la pantalla porque se lo prohíbas. Lo hará si tiene una alternativa interesante".
Rabietas, las turbulencias de un avión
Para abordar uno de los grandes problemas de los padres con hijos pequeños, esta psicóloga utiliza una metáfora aeronáutica. "Las rabietas son como las turbulencias de un avión. Cuando el niño la sufre está inseguro, no sabe qué hacer ni qué va a pasar... Necesita que salga el comandante, en este caso los padres, a decirle que esté tranquilo, que está todo controlado. Si los padres se descontrolan, la cosa no puede ir bien", explica.
Ferrerós subraya que los niños de hasta ocho años no saben distinguir si la atención que les dedican sus padres es positiva o negativa. "Cuando le llamamos la atención, sea para bien o para mal, él percibe que nos centramos en él. Cuanto más se lo digamos, más lo hará y la única forma de evitarlo es seguir la estrategia inversa y atenderle cuando no realice la conducta negativa", explica.
La psicóloga cree que en estos tiempos, los padres deben tratar de encontrar tiempo para ahondar en las causas que, a veces, son más fáciles de solucionar de lo que parece. "Igual que los padres dedican tiempo a pensar cómo van a llamar al hijo o a qué colegio le van a llevar, también tienen que encontrar tiempo para observar al niño y ver qué puede estar pasando. A veces las rabietas suceden todos los días a la misma hora y basta con adelantar la cena o acostar un poco antes", concluye.
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