El desagradable olor a queso de los pies, el sobrepeso, el estrés, las alergias, la memoria o incluso las dificultades para ligar. Las bacterias que pueblan nuestro cuerpo influyen en todo lo que nos ocurre y si conseguimos que estén equilibradas podremos solucionarlo o, al menos, contribuir a ello.
El conjunto de los billones de bacterias y otros microorganismos que tiene cada ser humano se denomina microbiota (antes solía llamársele flora intestinal). La ciencia que los estudia apenas cuenta 20 años pero cada vez son más los expertos que estudian su influencia en la salud. Una de ellas es la médica internista Sari Arponen, que acaba de publicar ¡Es la microbiota, idiota!, donde explica su alcance y cómo podemos mejorarla a través de la alimentación, el sueño, el ejercicio y la ingesta de probióticos.
Aunque la comunidad científica no duda ya de la influencia de nuestras bacterias en la salud, algo menos de consenso hay sobre los probióticos. Estos complementos alimenticios (no están considerados como fármacos) hechos de bacterias y cuya función es la de colonizar nuestra microbiota y equilibrarla.
Aunque el de los probióticos es un negocio en aumento – 26.000 millones de euros en 2018 según un estudio publicado en Genome Medicine – en la práctica clínica habitual la microbiota aún no se considera al tratar las enfermedades y la escasa evidencia científica disponible hace que algunos sectores vean la comercialización de probióticos como un negocio sin suficiente base científica.
“Es verdad que en la sociedad que vivimos se quiere hacer negocio de casi todo, pero en mi libro verás que casi todas las propuestas de cuidado que hago son independientes de que pensemos en nuestra microbiota o no. Yo recomiendo cuidar la alimentación, el estrés, actividad física el descanso, aparte de la ingesta de probióticos”, explica Arponen a El Independiente.
Aunque la autor del libro asegura que “si estamos sanos no tenemos por qué gastar dinero extra en probióticos”, la autora también afirma que “con nuestro estilo de vida actual es difícil mantener una microbiota saludable sin tomar probióticos” y que “cada vez hay más profesionales que saben que cuando tratamos cualquier enfermedad podemos cuidar la microbiota, desde las enfermedades inmunitarias, la obesidad o los tratamientos antibióticos”.
Lo que plantea Arponen – y los defensores del cuidado de la microbiota – es que los 100 billones de bacterias que pueblan nuestro cuerpo pueden protegernos frente a los agentes externos: “Está demostrado con múltiples infecciones de todo tipo que dependiendo de cómo esté de saludable nuestra microbiota, nuestro organismo estará más o menos débil frente a la infección”, asegura la autora.
La autora destaca de la importancia de las bacterias en la obesidad. “Sabemos que las personas con obesidad tienen una alteración de la microbiota intestinal. Tienen una bacteria que aprovecha muy bien la energía de los alimentos y genera inflamación generalizada. Hay estudios que demuestran que con cepas específicas en formato de probióticos podemos favorecer que una persona pierda más grasa si toma esa cepa que con la misma dieta que otros que no lo toman. No hay muchos fármacos que puedan decir lo mismo”, asegura.
Otras bacterias, asegura, son responsables del olor a queso que a algunas personas le cuesta muchísimo quitar de sus de pies. “Hay bacterias que cogen las células muertas de la piel y las transforman en sustancias que huelen a queso. Y también es posible modificar esas bacterias”.
Ahora que la pandemia de Covid ha afectado a tanta gente, Arponen también pone sobre la mesa el papel de la microbiota para protegernos. “Está demostrado con múltiples infecciones de todo tipo que dependiendo de cómo esté de saludable nuestra microbiota, nuestro organismo estará más o menos débil frente a la infección. Por ejemplo con la gastroenteritis, un mismo virus o bacteria puede dejar indiferente a una persona y a otra provocarle una semana de diarreas horribles. También estamos viendo que las personas que padecen el llamado Covid persistente presentan una disbiosis, es decir, un desequilibrio en su microbiota”, afirma la internista.
La autora hace hincapié en la alimentación, con menos cereales y más fruta y verdura; en el sueño y en el ejercicio físico, pero también en la ingesta de probióticos. En este campo, advierte que no todos son iguales. “Los probióticos son de venta libre y por tanto cualquiera lo puede comprar. Todos son muy seguros pero no todos tendrán el mismo efecto. Para optimizar la inversión sí es conveniente consultar con un profesional que conozca las cepas y pueda recomendarlas, porque la diferencia es que quizás con una se puede mejorar un 20% y con otra un 80%”.
Arponen cree que poco a poco la Sanidad irá cambiando su enfoque. “La Sanidad está demasiado centrada en los fármacos. Se suele hablar de la importancia del estilo de vida pero cuando alguien tiene una enfermedad quiere y se le ofrece una pastilla”, apunta la médica, quien afirma también que “no se puede caer en el simplismo de creer que en un bote de probióticos está la mejora de nuestra salud, hay que cuidarse 360 grados”.
Otra de las críticas a los probióticos y que han mostrado algunos resultados científicos es que no todos los probióticos funcionan a todo el mundo. Junto a ello hay otro factor y es el de que cada persona parte de una microbiota formada ya antes de nacer y durante el propio parto, cuando la madre pasa al bebé sus propias bacterias a través de la vagina. “En los primeros años del niño se define un poco cómo va a funcionar luego su organismo. Que madre y padre cuiden su salud desde antes del embarazo, un nacimiento vaginal y la lactancia materna, que tiene grandes cantidades de bacterias, son muy importantes. Pero luego podemos arreglarlo también”, explica.
¿Cómo saber si tenemos una microbiota equilibrada? “Es difícil saber qué porcentaje de población tiene sana la microbiota, pero sabemos que muchos problemas de salud, desde el dolor crónico, la psoriasis, la dermatitis, las caries… Son un síntoma de disbiosis. Y hoy día es difícil encontrar a alguien que esté perfecto de todo”, afirma Arponen.
La médica también aboga por prevenir y aumentar así la resiliencia de la microbiota. “Cuidarla es muy importante porque así, en circunstancias adversas como el estrés, una infección o una comilona, la microbiota aguantará mejor y no tendremos consecuencias en la salud”, concluye.
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