Contra la creencia tradicional de que las clases bajas están más expuestas a contaminantes químicos, un nuevo estudio europeo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) ha mostrado que las embarazadas y niños de clases más elevadas tienen mayores niveles de riesgo ambiental, por estar expuestos a químicos como el mercurio, el arsénico, pesticidas o fenoles como el bisfenol A o los parabenos.
“Buena parte de esta exposición tiene su origen en la dieta”, explica Lea Maitre, una de las autoras del estudio e investigadora de ISGlobal, para explicar por qué se asocia con las clases más elevadas. “Tanto el mercurio como el arsénico proceden en su mayoría del pescado, una circunstancia que en España, un país donde se consume mucho, se acentúa”, añade.
La investigadora de ISGlobal, un centro impulsado por “la Caixa”, subraya que el hecho de que en España se hayan encontrado altos niveles de mercurio hay que interpretarlo “con cuidado. El pescado es muy rico en nutrientes, por lo que ahora debe analizarse el equilibrio entre ventajas e inconvenientes”, afirma Maitre. Además, en España trambién se encontraron los niveles más altos de tóxicos como el monoetil ftalato, parabenos o triclosán, utilizados en productos de higiene y pasta de dientes.
Además de estos, el estudio ha estudiado un total de 41 contaminantes químicos de los que tan solo el caso del cadmio durante el embarazo y en los metabolitos del plomo y del ftalato en la infancia eran más comunes en las clases socioeconómicas más bajas.
El estudio se encuadra en el proyecto Helix, en el que han participado más de 1.300 embarazadas y sus hijos de seis a 12 años. La investigación se ha realizado en seis países europeos (España, Francia, Grecia, Lituania, Noruega y Reino Unido). Los análisis se midieron a través de muestras de orina y sangre, además de las propias respuestas de las madres para determinar su nivel socioeconómico. Los resultados se han publicado en Journal of Hygiene and Environmental Health.
Otras de los químicos analizados, como las sustancias perfluoroalquiladas (PFAS), también se registraban más en los niveles socioeconómicos altos y proceden de cremas protectoras o repelentes contra manchas, cosméticos, y se encuentran también en sartenes antiadherentes. “Algunas de las sustancias se obtienen a través de la dieta, pero también por exposición menos directa. Por ejemplo, los niños a través del tacto de superficies donde se acumula y que luego se llevan a la boca”, explica la investigadora.
Consecuencias para la salud
Los resultados del estudio muestran que aunque la mayor parte de los contaminantes fueron detectados en prácticamente todos los participantes, menos del 1% de las muestras superaba los umbrales a partir de los que se considera, en la actualidad, que el riesgo de efectos adversos aumenta. Sin embargo, en el caso del mercurio y de dos sustancias perfluoroalquiladas (PFOS y PFOA), los niveles detectados en muchos de los participantes superaban los valores límite a partir de los que se recomienda reducir la exposición a la sustancia en cuestión. En este sentido, Maitre considera que a nivel individual “se puede hacer poco para reducir la exposición” sino que deben producirse los cambios “a nivel legislativo”.
Porque la exposición a los químicos es, según Martine Vrijheid, investigadora de ISGlobal y coordinadora del estudio, “sospechosa de tener un impacto negativo en la salud infantil y adulta”, un impacto que también está influenciado por las desigualdades socioeconómicas, según los distintos estudios.
“El mercurio ralentiza el desarrollo cognitivo de los niños y los PFAS afectan a la función inmunitaria”, ejemplifica Maitre, que subraya también que en otra investigación relacionada con el mismo proyecto se comprobó también cómo dos de los tóxicos PFAS (que se utilizan como protectores o repelentes contra manchas y tejidos) y mostraron su influencia en la capacidad respiratoria de los niños cuando hubo exposición prenatal, así como el de hasta nueve tóxicos en la infancia, que se midió mediante una espirometría.
Las consecuencias en la función respiratoria de estos químicos se analizó específicamente en otro artículo dado a conocer en febrero y coordinado por la investigadora de ISGlobal Martine Vrijheid: "Medidas preventivas destinadas a reducir la exposición a los contaminantes químicos identificados, a través de una regulación más estricta y de la información al público mediante el etiquetado en los productos de consumo, podrían ayudar a prevenir el deterioro de la función pulmonar en la infancia, lo que a su vez puede tener beneficios para la salud a largo plazo”, concluía la experta.
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